CRÍTICA
'Las cosas que nunca se cuentan', de Antonella Lattanzi: el poder de las palabras
La autora italiana vuelca sobre el papel el horror de una experiencia traumática
![La escritora Antonella Lattanzi, autora de 'Las cosas que nunca se cuentan'.](https://estaticos-cdn.prensaiberica.es/clip/b55f923a-807a-47a1-bd14-da155f6c49bb_16-9-discover-aspect-ratio_default_0.jpg)
La escritora Antonella Lattanzi, autora de 'Las cosas que nunca se cuentan'. / Jordi Cotrina
Marta Marne
¿Hasta dónde es posible soportar el dolor? ¿Tiene el ser humano límites? ¿Depende del tipo de pesar, de quien lo soporte, de su momento vital? Si no hay una forma universal de sufrir, ¿por qué no hay maneras diferentes de tratar la pena?
Las cosas que nunca se cuentan, de Antonella Lattanzi (Bari, Italia, 1979) no podría tener un título más adecuado. Ya en el segundo capítulo, la narradora de este libro (tardaremos un poco en confirmar que es la propia Lattanzi, y que esta historia es la suya) nos confiesa que "son cinco los niños que ya no tengo"; que decidió abortar libremente en los dos primeros embarazos, pero que algo ocurrió con las otras tres criaturas. Un diario sentimental y desordenado en el que vamos descubriendo el horror, queriendo apartar la vista pero sin poder detener el impulso de seguir leyendo.
El estilo de la autora italiana está tan lleno de dudas como su estado de ánimo. Todas las páginas son una búsqueda de las palabras para contar lo que nunca se cuenta. El suspense narrativo está empleado con una maestría asombrosa: el relato está plagado de pequeñas miguitas que nos preparan para lo que nos vamos a encontrar. Hay cambios de rumbo, capítulos breves, paréntesis, saltos. La literatura se convierte en una herramienta que muestra lo que subyace a través de la forma. Así, la estética del horror impacta en el lector y le conmueve: el choque por lo narrado frente al deleite por el modo de ser contado.
El peso de la escritura
La escritura y la profesión tienen un peso fundamental en esta historia. Primero, porque sirven de recurso, de herramienta para que la autora pueda vomitar lo que lleva dentro; ordenarlo, recurrir a palabras que se niega a pronunciar en voz alta. Y, segundo, por el valor que tiene su carrera para ella. Le preocupa perderse la promoción de su última novela –que acaba de salir a la venta casi en el mismo momento en que descubre, tras cerca de tres años, que por fin se ha quedado embarazada–, un trabajo que le ha llevado años de dedicación. No puede obviar que la maternidad es algo por lo que ha luchado durante años, al igual que lo ha hecho por poder dedicarse de forma profesional a la escritura.
Hay muchas cosas que nunca se cuentan de las que se habla en el libro. Del dolor de tener que escuchar el latido del bebé al que has decidido decirle adiós. De anhelar por encima de cualquier otra cosa ser madre y que tu cuerpo no responda. De la dureza de los intentos de implantación y de la frialdad con la que se lleva a cabo cada intento, como obviando que estamos hablando de la posibilidad de gestar una vida. Del miedo a no ser una buena madre. Del terror a no llegar a serlo nunca. De que no quieres que las complicaciones puedan poner freno a tu carrera. De los eufemismos que utilizan en medicina, más aún en obstetricia (puede que ya no volvamos a ver la palabra reducción con los mismos ojos).
Resulta inevitable pensar en Tienes que mirar, de Anna Starobinets, aunque tanto lo contado como el enfoque son diferentes y únicos; historias que exponen las violencias que sufren las mujeres a unos niveles que resultan insoportables de leer. Precisamente por ello, leerlas se convierte en un ejercicio político.
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'Las cosas que nunca se cuentan'
Antonella Lattanzi
Traducción de César Palma Hunt
Reservoir Books
232 páginas
19,90 euros
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