Los cuatro libros de Ricardo Baixeras: entre reediciones y novedades anda el juego

"Los límites del lenguaje son los límites del mundo". La famosa aseveración en la proposición 5.6 del Tractatus Logico-Philosophicus de Ludwig Wittgenstein es el leit motiv de esta legendaria novela que tras años descatalogada el lector puede ahora encontrar en una magnífica nueva traducción de Mariano Peyrou. David Foster Wallace, otro titán de las letras norteamericanas, dijo de este libro: "Que una novela tan ensimismada, erudita y vanguardista sea a su vez tan conmovedora hace de La amante de Wittgenstein de David Markson la obra cumbre de la ficción experimental de los Estados Unidos". El monólogo desquiciado y desquiciante de Kate abre el arco del tiempo desde Herodoto hasta Wittgenstein, surcando la propia conciencia en un mar de dudas entre las palabras y las cosas, entre lo imaginario y lo real. Un libro vertiginoso sobre el yo como límite del mundo que certificó que la novela en el siglo XX no había muerto, sino que ensanchaba sus propios límites.

Por primera vez puede el lector en español disfrutar de A merced de una corriente salvaje la inmensa y faraónica y desmedida y pantagruélica tetralogía de Henry Roth en un solo volumen compuesta por Una estrella brilla sobre Mount Morris Park, Un trampolín de piedra sobre el Hudson, Redención y Réquiem por Harlem. Una novela que ponía otra vez sobre la mesa la espinosa cuestión de en qué consiste la Gran Novela Americana. Al escritor judío/americano -que deslumbró al mundo con Llámalo sueño, su primera novela-, le llovieron las comparaciones con el huidizo J. D. Salinger, pero venció al síndrome de Bartleby con esta segunda novela de 1.322 páginas que da cuenta de la vida y milagros de Ira Stigman trufado de evidentes tintes autobiográficos.

Tras su portentosa trilogía Rodrigo Fresán ha escrito una ficción que toma como punto de partida la figura de Allan Melvill, padre del novelista Herman Melville, y su paso a pie por un Hudson helado el 10 de diciembre de 1831, pero que en manos de Fresán muta a homenaje en toda regla a la literatura de altos vuelos, pergeñada con notas a pie de página laberínticas convertidas en una investigación sobre su pasión por la lectura. Y por las citas. Y por sus autores de cabecera. Melvill, atravesado por las pasiones metaliterarias de Fresán y por las ya clásicas digresiones del autor, es tanto un estudio sobre el hielo, que hiere y mata, como sobre la obsesión por la muerte, que es la ballena, que es el padre, que es el morir.

El "poéticamente habita el hombre en la tierra" tuvo su contracara en aquel estelar "donde está el peligro, crece también lo que salva. Entre esos dos versos de Hölderlin ha escrito el filósofo italiano Giorgio Agamben su estado de excepción personal ligado a uno de los tótems de la cultura europea de todos los tiempos, el poeta filósofo que vivió 36 años inmerso en la pura locura gritando a los cuatro vientos Pallaksch, un grito de indecibilidad por el que Agamben trata de navegar. Este libro, que el lector puede completar con la reciente biografía de Rüdiger Safranski en Tusquets, da lo que promete: la crónica -que no la historia- de una vida habitable, a saber, el "límite extremo del padecer" en el que "ya no hay nada, excepción de las condiciones de tiempo y espacio". Colosal.