CRÍTICA

Santiago Marcos, el topo desconocido

Claudio Rodríguez Fer firma la biografía de este maestro de escuela y poeta que durante 22 años se ocultó de la represión franquista

Santiago Marcos Marcos.

Santiago Marcos Marcos.

Francisco R. Pastoriza

En 1977, recién inaugurada la transición a la democracia, muchos lectores españoles se sorprendieron y se conmocionaron al mismo tiempo con la aparición de Los topos, un libro de Jesús Torbado y Manuel Leguineche que relataba las historias ignoradas de docenas de personas que habían permanecido ocultas durante muchos años, alguno como Protasio Montalvo, hasta 38, por temor a ser detenidos por la guardia civil o por el ejército franquista y hasta ejecutados por haber desempeñado cargos políticos o ser militantes de partidos de izquierda durante la República.

Algunos fueron dados por muertos y otros se entregaron pasados algunos años, incapaces de soportar la situación de enterramiento en vida a la que estaban sometidos o acogiéndose a la amnistía que el franquismo se vio obligado a decretar en 1969 al alcanzar los 30 años de prescripción. Otros no se fiaron de la medida y permanecieron en sus escondites.

El libro de Torbado y Leguineche no recogía el caso de Santiago Marcos Marcos, maestro de escuela y poeta, que se ocultó durante 22 años en tres diferentes lugares, pasando la estancia más larga en la bodega de la casa familiar de Roales de Campos (Valladolid). Su reclusión sólo se vio interrumpida por un viaje clandestino a París en busca de la ayuda que pudieran darle los republicanos allí exiliados, una experiencia que resultó negativa y frustrante por no encontrar apoyos a su situación y por el desinterés que mostraron por la publicación de sus obras de poesía compuestas durante el encierro, que tuvo que memorizar por si era detenido a su regreso a España.

A Santiago Marcos se le dio por muerto, una circunstancia que pudo haber contribuido a su supervivencia y que él ironiza en su poema Vivo porque no vivo. En 1972 el hispanista Ronald Fraser recogió su caso en una obra elogiada por Arthur Miller. Ahora un libro del poeta y profesor Claudio Rodríguez Fer, Santiago Marcos, poeta topo contra el fascismo, publicado por la editorial El Viejo Topo, cuenta su peripecia y da a conocer algunos textos y sobre todo poemas que Marcos escribió durante su largo encierro.

Fue el padre de Claudio Rodríguez Fer, amigo de Santiago Marcos y de los dos hermanos que lo mantuvieron oculto, quien puso al autor de este libro en el conocimiento de la vida y de la obra de este topo y gracias a quien pudo contactar con él y mantener una correspondencia en la que Santiago Marcos incluía algunos de sus poemas: sonetos, octavas reales, décimas, quintillas, serventesios, redondillas… en los que escribió más de 10.000 versos.

Santiago Marcos era simpatizante del Partido Socialista Obrero Español, partidario del Frente Popular, republicano, progresista, laico y anticlerical, cualidades cualquiera de ellas que durante el franquismo habrían sido motivo de detención, tortura y hasta fusilamiento, como fue el caso de muchos otros. De profesión maestro, era también poeta y escribía textos críticos con la política de las derechas durante la República, actividades que siguió manteniendo en la clandestinidad durante su forzado cautiverio y que recogió en las autoediciones Mi lira canta. ¡Escucha!, publicado en 1988, y La tragedia de las libertades sofocadas, en 1993.

Dedicó poemas al pueblo leonés de Valderas, que sufrió una sangrienta represión, a dirigentes socialistas asesinados como el alcalde republicano de Ferrol, Federico Landrove y su hijo, detenidos gracias a la colaboración de la Iglesia, a la que culpa también de la liquidación de la escuela laica, aunque todas las religiones le parecían nocivas.

En sus poemas incluye ataques contra Franco, al que relaciona con Hitler y Mussolini y compara con el dictador Idi Amin Dada, critica a Carmen Polo y desprecia las soflamas incendiarias de Queipo de Llano. Denuncia la falsa transición propuesta por Arias Navarro. Elogia la revolución cubana. Homenajea a Julián Grimau y Enrique Ruano, víctimas de la represión franquista, y elogia a Santiago Carrillo y Dolores Ibárruri. Compone un emotivo canto a Asturias y se lamenta por las víctimas de ETA. Cuando se celebraron las primeras elecciones democráticas pidió el voto para la izquierda.

Durante su forzado cautiverio Santiago Marcos estuvo a punto de perecer en un incendio de la casa en la que se escondía, sufrió la fractura de un brazo que estuvo a punto de gangrenarse por falta de atención médica y, lo más doloroso, no pudo despedirse de su madre cuando murió.

Tras salir de su escondite, no pudo conseguir una pensión como maestro represaliado aunque en 1986 se le reconocieron sus servicios en el Magisterio. Sobrevivió a sus dos hermanos y murió en mayo de 1997 en Roales de Campos cuando contaba 93 años. En su tumba, acompañando a su fotografía, figura el epitafio que él mismo escribió: “Hombre topo durante un cuarto de siglo y superviviente –por chiripa- de la cruel matanza inspirada, desencadenada y mantenida contra el indefenso y pacífico pueblo español por ‘el hombre elegido por Dios para regir los destinos de nuestra patria’”.