MISCELÁNEA

He venido a hablar de mi libro: Diego Ameixeiras, autor de 'Un anarquista'

Asumiendo la derrota que supone que nunca llegamos a saber quiénes somos me puse a escribir esta novela, cuyo personaje principal, Miguel Duarte, comienza siendo un misterio para sí mismo y acaba siéndolo para el lector

El escritor Diego Ameixeiras, autor de 'El anaqruista'.

El escritor Diego Ameixeiras, autor de 'El anaqruista'. / Jordi Cotrina

Diego Ameixeiras

La lucha es inútil: nunca llegamos a saber de verdad quiénes somos. Asumiendo esa derrota me puse a escribir Un anarquista, cuyo personaje principal comienza siendo un misterio para sí mismo y acaba siéndolo para el lector. Se llama Miguel Duarte, tiene 20 años y aparece en Barcelona hacia 1977. Lleva un enigma dentro: su identidad. Jamás ha sido capaz de comprender qué se decide en su interior.

El espejo le devuelve un rostro sumergido en la niebla, indescifrable. Y por esa razón está atrapado en el papel de un tímido camarero que desearía, en realidad, ser el más duro del barrio. Los disparos del amor y los combates políticos de la época, con las calles ardiendo tras la muerte de Franco, le muestran el camino a las alturas. Alcanza la cumbre y allí, entre los ecos de Durruti y el descubrimiento del lado salvaje de la vida, está obligado a ser otro: alguien que será descrito como un héroe y un traidor. Un tipo cuyas brumas siempre permanecen intactas.

El argumento de esta historia comenzó a resonar en mi cabeza mientras conocía los entresijos del caso Scala, el proceso judicial puesto en marcha tras un incendio provocado el 15 de enero de 1978 en la sala de fiestas con el mismo nombre. Puestos cuatro muertos encima de la mesa, el Estado buscó culpabilizar a la CNT y a la FAI, y los anarquistas denunciaron un oscuro plan de las cloacas policiales –la intervención de un infiltrado– para criminalizar a un movimiento que se había reactivado en la fase inicial de la Transición.

Enigmas

A mí, en el plano literario, los enigmas que nos deja el proceso me sirvieron para reforzar el desafío que pretendía establecer con la identidad de Duarte. Aterriza en la novela siendo un chaval al que su jefe le explica la vida a través del wéstern, y se marcha de ella convertido en una sombra a la que todos dicen haber visto, aunque en diferentes versiones. Unos, como un forajido en lucha contra el sistema; otros, como un criminal que no se detiene hasta la venganza; la mayoría, como un individuo impenetrable. De nuevo, las múltiples caras de una personalidad alojada en tierras desconocidas.

Jugué con Shane, la película de George Stevens. Me sumergí a pulmón libre en la ficción con tres capítulos sin puntos y aparte, acelerados como el momento histórico. En ocasiones se hizo necesario acercarse a la crónica y acabé bajando la persiana con la construcción de un mito: los ácratas siempre vuelven, son la perseverancia más fuerte de la naturaleza. Reescribí, corregí, comprobé datos. Me asaltaron dudas. Dormí poco. Me encomendé a Federica Montseny y a Morfi Grei. Le agradecí a Juan Marsé y a Montserrat Roig (y a muchos otros) los favores recibidos.

Hasta que la novela, harta de ser golpeada desde un teclado, decidió abandonarme. Debió ser en ese momento cuando descubrí que había escrito una tragedia. "No hay más que uno de cada cien, y sin embargo existen. / La mayoría, hijos de nada", cantaba Léo Ferré en Les anarchistes.

Sobre Miguel Duarte no puedo decir más: vagaba por el Barrio Chino y se dejaba querer por la Tambora, una prostituta señalada por el destino en la calle donde los pistoleros de la patronal mataron al Noi del Sucre. Fue entonces, sin yo saberlo, cuando mi personaje se convirtió en uno de esos de cada cien. En el gran desconocido.

'Un anarquista'

Diego Ameixeiras

Editorial Alrevés

160 páginas

18 euros