ENTREVISTA

Isabel Coixet: "El cine y la literatura me han hecho saber que no estoy sola"

La cineasta publica 'Te escribo una carta en mi cabeza', una antología de los artículos periodísticos que desde hace años escribe semanalmente

Isabel Coixet, en la librería La Mistral, en Madrid.

Isabel Coixet, en la librería La Mistral, en Madrid. / Alba Vigaray

Inés Martín Rodrigo

Inés Martín Rodrigo

Una, como periodista, ha de tener mucho cuidado, prevención, más bien, al acercarse a aquellos personajes a los que admira. Por dos razones. La primera, la falta de objetividad, siempre acechante pero en estos casos palmaria. Y, la segunda, que el referente se caiga del pedestal al que, inconsciente e inevitablemente, le aupaste cuando caíste rendida a sus encantos creativos. En eso pensaba la pasada semana, camino de una céntrica librería madrileña.

Había quedado allí con Isabel Coixet (Sant Adrià de Besòs, Barcelona, 1960), que estaba en Madrid para presentar Te escribo una carta en mi cabeza (Círculo de Tiza), antología de los artículos periodísticos que desde hace años escribe semanalmente. Aunque nada más verla, al saludarnos, supe que no tenía de qué preocuparme. Los peligros que me inquietaban se esfumaron. Entonces, me di cuenta de que estaba ante una persona honesta y tímida, que se refugia en la distancia para disimular la "ansiedad social" que padece desde el patio del colegio.

La realidad que habita, como su cine, igual que su vida, transcurre en los márgenes, por esos vericuetos que permiten el pensamiento lateral, lejos de la obviedad y el lugar común. Amante del disfrute, hedonista, divertida y sugerente, Coixet es una lectora compulsiva, además de una escritora sutil y una gran conversadora. "No sé si nos hemos ido por los cerros de Úbeda", me dijo al acabar la charla. Todo lo contrario. Hay veces en las que es mejor salirse del guion.

P.  ¿Es distinta la Isabel Coixet que escribe y la que mira por la cámara?

R. Yo no creo que sean diferentes. De todos los disfraces que tengo, hay uno combinado que al final soy yo. Yo soy licenciada en Historia, nunca he estudiado cine. Entonces, aunque no lo sienta de manera concreta, la mirada de alguien que tiene formación de historiador yo la siento. Cuando escribo, sobre todo textos cortos, supongo que me voy a algunas esquinas de mi mirada, pero no sé si es diferente.

P. Esa esquina a la que se refiere es el pensamiento lateral.

R. Siempre.

P. ¿Ese pensamiento lateral evita que caiga en lugares comunes?

R. Todos caemos en lugares comunes y a veces, cuando pasa el tiempo y leo alguna columna, pienso: Dios mío, yo que tanto critico el lugar común, ahí estaba. Pero creo que tengo un radar para detectarlos. El pensamiento lateral te enseña a abandonar el camino trillado. Mis textos no son una batería de lugares comunes, intento hablar de películas de las que no habla nadie, de libros que han pasado desapercibidos, de músicos que no tienen ningún éxito pero a mí me parecen geniales... La idea, sobre todo últimamente, es esa, porque opinar sobre la realidad me supera completamente.

P. Es que la realidad nos ha superado en los últimos años.

R. Absolutamente.

P. Y eso es un reto para el creador.

R. Sí, claro, nos nutrimos de estas paradojas, del bigger than life, lo que pasa es que la vida está fuertecita.

P. Hablamos de opinar, o no, sobre la realidad, y eso me lleva al compromiso. Siempre ha demostrado ser una creadora comprometida. ¿Es una responsabilidad?

R. Es más simple, es que me sale.

P. Pero podría intentar evitarlo.

R. A veces lo intento evitar, sobre todo porque me parece que en estos momentos hay un concepto que es muy importante, que es el coraje del matiz. Yo siempre he actuado como por impulsos, sin ninguna agenda, lo mismo en el terreno del compromiso [hace el gesto de entrecomillar con las manos] o en el de…

P. Lo entrecomilla, eh.

R. Sí, porque suena como muy pomposo, ¿no?

P. Bueno, suena como queramos que suene. La palabra compromiso es bonita.

R. Sí, y me he comprometido con cosas en las que creo. Yo con lo que tengo conflicto es con decir las cosas pero luego no hacer nada, y por eso a veces me da vergüenza decir algo. Está muy bien decir Palestina; sí, ya, pero ¿cómo? Yo estoy en la acción.

P. Es que es la única manera de cambiar las cosas, actuando.

R. Yo creo que también lo hago por una especie de motor imparable que tengo dentro de conejito de Duracell. Para mí lo siguiente o casi lo paralelo es qué podemos hacer o si hay algo que yo pueda hacer. Sólo el bienqueda también me da como apuro. Por eso a veces, claro, como vivimos en esta época de titulares y de la gente que afirma de sí misma "yo soy muy buena persona" [ríe], pues me da un reparo horroroso decir ciertas cosas. Claro que me parece mal el genocidio palestino, ¿a quién no? Pero, ¿se puede hacer algo a nivel individual, presionando a...?

Isabel Coixet, fotografiada poco después de la entrevista.

Isabel Coixet, fotografiada poco después de la entrevista. / Alba Vigaray

P. Vivir en una época de titulares, como bien dice, nos lleva a no rascar, a no ir más allá.

R. Lo que pasa es que rascar también tiene sus peligros, sus consecuencias, cuando rascas ves cosas que no te gustan.

P. Y que te incomodan. Decía Agnés Varda, uno de sus referentes, que si queremos comodidad vayamos a una tienda de sofás.

R. Sí, sí [ríe].

P. Usted menciona esa cita suya en el libro al referirse a la segunda película que ella rodó con Jane Birkin.

R. Sí, que es una película muy comprometida, que ahora hay gente que dice que no debería pasarse en ciertos lugares, y yo pienso: pero es que esconder las cosas no quiere decir que no ocurran. Las cosas ocurren y las cosas a veces no son bonitas y personas que creíamos sagradas, pues son un espanto.

P. Es que, más que acumular certezas, las vamos perdiendo.

R. Totalmente, absolutamente. Lo que pasa que, claro, con alguna certeza hay que vivir y cuando se van tambaleando, piensas: esto no puede ser. Por eso, cada vez que leo, ahora mismo, a personas a las que van cancelando, o llámale como quieras, personas que yo incluso conocía, que voy descubriendo cosas que han hecho, es que dices: pero, ¿quién va a ser el próximo? ¿Puedo confiar realmente en personas por las que yo hubiera puesto la mano en el fuego? Pues no.

"Opinar sobre la realidad me supera completamente. La vida está fuertecita"

P. ¿Las certezas que tenemos sobre el cine, sobra la literatura, nos preparan para la vida?

R. Yo creo que nos preparan bastante, a mí, al menos, me han preparado bastante. Me han preparado para el arte de perder, me han preparado para muchísimas cosas y, sobre todo, me han hecho saber, de una manera palpable, que no estoy sola, que todas las tonterías, absurdeces y fantasías que se me ocurren no es que sea un bicho raro, sino que es algo común. La gente fantasea, la gente elucubra, la gente sufre por pequeñas cosas y no hay un ranking del sufrimiento. Esa diferencia abismal de naturalezas, de caracteres, de maneras de reaccionar, sí que me ha preparado, desde el cine y la literatura, para la vida.

P. ¿Y también le han ayudado a aceptar las cosas como vengan?

R. No, para eso tengo que llegar al zen de mi madre [cumplirá 91 años en agosto], que tiene una manera genial de no ver lo que no quiere ver.

P. Para ser feliz hay que tener buena salud y mala memoria, ¿no?

R. En la etiquetita que pongan en la urna cuando me muera lo van a poner, porque es que es real.

P. Entre los artículos más bonitos está la carta que le escribe a su hija, la que da título al libro.

R. Sí, me acuerdo que la escribí un día que ella estaba en un momento de ya no creo en el género humano. ¿Cómo decirle a alguien que volverá a creer, que esto pasará y que, si pudiera ponerte un disfraz de buzo para que no te pasara nada, lo haría, pero no es posible? Y cuando crees que tu función de madre ya no es tan relevante ni fundamental, te das cuenta de que lo sigue siendo.

Isabel Coixet, retratada en la librería La Mistral, en Madrid.

Isabel Coixet, retratada en la librería La Mistral, en Madrid. / Alba Vigaray

P. ¿Cree que sentirse escuchada, leída, es el paso previo a sentirse comprendida?

R. [Largo suspiro] Yo me siento bastante comprendida, quizás no por muchas personas, pero hay personas que me pillan y comparten conmigo muchas cosas. Lo notas, hasta en maneras de estar en el mundo, socialmente. Yo siempre he tenido ansiedad social, desde el patio del colegio, entonces yo veo a alguien cuando le pasa eso. Lo bueno de pasar muchos años con esa manera de estar en el mundo es que también ves que esta gente social, que yo la envidiaba, que tiene muchos amigos, que se van de vacaciones 14, que para mí eso sería el infierno, te das cuenta de que tampoco lo pasan tan bien. Entonces, ya no te sientes tan mal.

P. ¿Cómo se cultiva y, sobre todo, se preserva el criterio propio?

R. [Largo silencio] Yo llevo leyendo el New Yorker desde los 15 años, y es una de las cosas que han sido más fundamentales en mi vida. No sólo los textos de literatura, de cine, de música, toda esa parte que tiene de vida, que me ha enseñado un poco cómo era la vida de los adultos y encima en Nueva York, lo más alejado de la vida que yo podía llevar... Debo tener una cosa como de prepotente, igual, pero yo pienso que mi criterio es el que vale [ríe].

P. No creo que eso tenga que ver con la prepotencia, sino con la seguridad del trabajo bien hecho. Pero como a las mujeres se nos lleva cuestionando desde que el mundo es mundo...

R. Es que... Hoy, como tenía que hablar del sufragio femenino, he estado repasando las sesiones de las Cortes en las que Clara Campoamor y Victoria Kent estuvieron discutiendo, desde dos perspectivas feministas completamente diferentes, sobre el sufragio. Durante días y días, todas las caricaturas que hubo de ellas, todos los titulares, que son iguales a los de ahora… Por favor, déjennos ser mediocres.

"En estos momentos es muy importante el coraje del matiz"

P. Los libros forman parte de su universo creativo. ¿Qué papel desempeña la literatura en su vida?

R. Es un papel capital. Yo tengo que viajar con cuatro libros, porque ¿qué pasa si uno no me gusta o si los pierdo? Tengo que tener recambios.

P. ¿Pero en e-book o en papel?

R. No, no, de papel. Y en mi mesilla de noche tiene que haber para cualquier circunstancia muchos libros, hablo de diez.

P. ¿Y depende de su estado de ánimo, del momento que atraviese?

R. Sí, también de épocas. Los veranos, como los paso en Francia, me hago una incursión en la literatura francesa contemporánea y es verdad que ellos publican muchísimos libros. De hecho, ahora voy a hacer una serie en Francia y una de las protagonistas es una chica que es una lectora compulsiva, trabaja en una librería de segunda mano y siempre entra alguien preguntándole por las novedades hasta que un día ella hace un discurso sobre por qué las novedades no deberían copar las mesas de las librerías.

P. Y, sin embargo, las copan.

R. Y, sin embargo, las copan. Y, sin embargo, esa magia que tiene esa mesa con esas cubiertas…

P. Pero, ojo, no todos los autores envejecen bien.

R. No. Yo creo que los que me gustan de verdad han envejecido bien, los que me gustan mucho.

P. ¿Es más difícil que envejezca bien un libro o una película?

R. Yo creo que una película tiene más puntos para envejecer mal, porque hay algo palpable, físico. Y, sin embargo, yo tengo la sensación de que mis películas, a pesar de que tienen cosas totalmente anacrónicas, creo que envejecen bien.

P. ¿Y qué libro me recomienda que le haya gustado últimamente?

R. De los que más me han impresionado, que ahora va a salir en castellano, lo está traduciendo la propia autora, es el de Triste tigre [de Neige Sinno, Premio Fémina 2023].

P. Me habló de él Annie Ernaux. Es de un incesto, ¿no?

R. Sí, es un gran libro, me ha tocado muchísimo. Es un libro muy incómodo, habla, por ejemplo, del placer. Narra cómo una de las múltiples jueces a las que ha visto en todo el proceso la pregunta: "Bueno, pero usted sentía placer". Y ella dice: "¿Y eso hace que el delito sea menor?". No escatima nada, no ahorra nada. Cuando ves que un autor se pregunta las cuestiones que a ti te parecen pertinentes para contar lo que quiere contar. Me ha gustado mucho.

P. ¿Y qué preguntas se hace usted cuando quiere contar una historia?

R. No creas que me pregunto tantas cosas. El cuestionamiento yo lo practico a un nivel personal, pero cuando decido que quiero hacer una película es como una evidencia, y cuando la siento voy.

P. ¿Y escribir una novela?

R. Me encantaría, pero no.

P. Lo dice rotundamente.

R. [Ríe] No tengo esa capacidad, de verdad, no la tengo. Alguna he empezado, pero no sé, es como… Enseguida me voy a las imágenes y me tengo que volver al guion.

P. Ve el mundo más a través de la imagen que de la palabra.

R. Hay ahí una simbiosis a veces.

P. La magia llega cuando se produce esa simbiosis.

R. Exactamente.

'Te escribo una carta en mi cabeza'

Isabel Coixet

Círculo de Tiza

306 páginas

22,88 euros