REPORTAJE

Las fotonovelas, de género para analfabetos a formato de culto

El ensayo 'Criaturas estáticas' rescata del olvido este formato de literatura popular que ha desaparecido del quiosco pero cuyo espíritu permanece en proyectos experimentales y memes de Internet

Cartel de 'Amar a Laura', la fotonovela que protagonizaron Karina y Junior.

Cartel de 'Amar a Laura', la fotonovela que protagonizaron Karina y Junior. / EPE

"Las fotonovelas son un género para analfabetos", afirmaba Corín Tellado, prolífica autora de novelas románticas, que llegó a ser declarada por la UNESCO como la escritora más leída en castellano después de Cervantes. Pese a que muchos de los guiones de este popular formato eran adaptaciones de novelas de la propia Tellado o piezas originales de figuras como Dario Argento o Cesare Zavattini —guionista de Michelangelo Antonioni, Federico Fellini y Roberto Rossellini—, la intelectualidad siempre fue implacable con la telenovela.

Ni siquiera Umberto Eco, erigido en defensor del cómic en Apocalípticos e integrados, o Vázquez Montalban, que había reivindicado la importancia de la cultura popular en Crónica sentimental de España, se mostraron favorables hacia un formato híbrido que bebía de disciplinas como la fotografía, el cómic, la literatura, los romances de ciego, la literatura de cordel o el cine, pero que, al mismo tiempo, era un género completamente diferente y con personalidad propia.

 "Lo sucedido con la fotonovela recuerda un poco a la opinión que demostraron los intelectuales y los artistas durante los primeros años del cine. De hecho, tuvieron que pasar varias décadas para que una generación que había nacido ya con el cine lo reivindicase. El problema fue que, mientras que el cine se asentó como arte cuando empezó a haber películas más largas y serias, con la fotonovela no sucedió lo mismo. Aunque se puede afirmar que el fotolibro es el hermano prestigioso de la fotonovela, esta siguió siendo despreciada toda su vida porque, a diferencia del cine, no hubo ejemplos de grandes fotonovelas 'serias'", comentan Manuel Moreno y Maite Zabaleta, autores de Criaturas estáticas (Libros Walden, 2024), un volumen profusamente ilustrado que repasa la historia de la fotonovela.

"Si bien es un escalón más en la larga tradición de unir texto e imagen, la fotonovela surge cuando la fotografía se convierte en algo asequible y portátil. Las primeras fotonovelas serían una mezcla de las cine-novelas —que no eran otra cosa que las adaptaciones cinematográficas a papel—, y el cómic romántico de revistas como Grand Hotel, que era uno de los géneros que más triunfaban en la Italia de la posguerra. De hecho, la fotonovela nace en ese país como competidora barata del cómic romántico aunque, gracias al éxito masivo que obtuvo, terminó desvinculándose de esa tradición y se convirtió en algo totalmente independiente y aislado de las otras artes", explican Moreno y Zabaleta, que no ocultan su fascinación hacia un formato que, a pesar de sus brillantes soluciones gráficas y tipografías y su gran aceptación popular, en la actualidad ha desaparecido totalmente de los quioscos.

Formato sencillo y de fácil distribución

"Las fotonovelas llegaban a millones de personas. Era un formato sencillo, que tenía una fácil distribución y que, si bien sus lectores eran principalmente mujeres, como sucede con casi todas las revistas, no las leían sólo aquellos que las compraban, sino que pasaban de mano en mano", puntualizan los autores de Criaturas estáticas, que destacan cómo fue esta popularidad la que hizo que, a las críticas de los intelectuales, se sumasen las de la Iglesia católica y el Partido Comunista Italiano. La primera, por considerar que eran productos contra la moral; el segundo, por ser un medio que perpetuaba valores burgueses.

La popularidad que tenían las fotonovelas hizo que, a las críticas de los intelectuales, se sumasen las de la Iglesia católica y el Partido Comunista Italiano

"A pesar de que hubo mucha conspiranoia, del mismo modo que la hay ahora con los mensajes ocultos en las películas de Disney, no hay pruebas de que detrás de las fotonovelas hubiera una manos imponiendo unas ideas y valores determinados. Los autores de estos productos simplemente publicaban lo que creían que quería leer la gente que, a mediados del siglo pasado, ya no eran ni valores tradicionales cristianos, ni valores de solidaridad proletaria. De hecho, aunque en un primer momento ambos sectores denunciaron esa supuesta manipulación de la población, finalmente comprendieron que era un medio estupendo para transmitir sus propios mensajes. Es decir, que al final, decidieron manipular también ellos mismos".

Pura potencia

"La fotonovela es sobre todo posibilidad, potencia de ser cualquier cosa", defienden Manuel Moreno y Maite Zabaleta, que lamentan que fueran tan pocos los autores que se tomaran en serio el formato. Si bien llegaron a adaptarse obras de Shakespeare, películas de Hitchcock, de Godard e incluso se publicaron fotonovelas realmente creativas e innovadoras —como Amar a Laura, protagonizada por Junior y Karina bajo la dirección de Valerio Lazarov—, la parte textual de las fotonovelas no pudo desvincularse de su parentesco con la novelita romántica, con el relato de aventuras o con las radionovelas.

"Inicialmente, la fotonovela sí que se consideró un formato válido. De hecho, muchos novelistas, guionistas y directores pasaron por la fotonovela pero, superada esa primera época y cuando llegaron las críticas, ya lo hicieron tapándose la nariz, como sucedió en España con el cine del destape", comentan Moreno y Zabaleta, que recogen en Criaturas estáticas el testimonio de Manolo Medina, un autor de fotonovelas que, a diferencia de otros colegas de profesión, hizo todo lo que estuvo en su mano para dignificar el formato.

Pese al rechazo de las élites, a partir de los años 80 la fotonovela fue reivindicada por movimientos como el punk, el underground y los profesionales del humor

"Manolo Medina es un caso interesante. Aunque era autor teatral, también escribía guiones de cómic y fotonovelas. Además, trabajó como productor de este tipo de historias y lo hizo siempre sin ironía alguna porque creía sinceramente en las posibilidades del formato. Aunque no da nombres, sí que afirma que bastantes directores de cine y televisión hicieron fotonovelas, pero con un esfuerzo mínimo, creyendo que, como venían de 'artes mayores', aquello iba a ser un paseo. Sin embargo, el tema no es que fuese un arte menor ni mayor, sino que era un arte diferente. Como no se esforzaron por aprender las técnicas o los códigos, el resultado fue malo".

Pese al rechazo de las élites, a partir de los años 80 la fotonovela fue reivindicada por movimientos como el punk, el underground y los profesionales del humor. La revista El Papus, por ejemplo, acostumbraba a publicar cada semana una Papunovela; Pedro Almodóvar recreó la producción de una de ellas en ¿Qué he hecho yo para merecer esto?, e incluso llegó a publicar una titulada Paty Diphusa en El Víbora, revista en la que también aparecería La Caperucita encantada en el bosque rojo, con guion de Nazario y vestuario de Ocaña.

La fotonovela sobrevive en los memes que usan bocadillos sobre fotografías y tenemos tan interiorizado el formato que incluso las generaciones que no han visto una fotonovela en su vida lo entienden

Manuel Moreno y Maite Zabaleta

— Autores de 'Criaturas estáticas'

"La fotonovela es un formato muy directo, muy fácil de entender y para el que solo es necesario hacer unas fotos y ponerles unos bocadillos. Funciona para una historia larga de decenas de capítulos o de un solo número, para algo de dos páginas, para una viñeta o para una sola imagen. Ahora mismo, por ejemplo, la fotonovela sobrevive en los memes que usan bocadillos sobre fotografías y tenemos tan interiorizado el formato que incluso las generaciones que no han visto una fotonovela en su vida lo entienden", sostienen Manuel Moreno y Maite Zabaleta, a los que no les extraña que, a pesar de las facilidades actuales para tomar, retocar imágenes a incluso generarlas con inteligencia artificial, nadie la haya recuperado como lenguaje narrativo.

"La fotonovela se sigue viendo como algo cutre, algo relacionado con las fotonovelas románticas o las de adolescentes que se publicaban en la revista Bravo. No sabemos si la inteligencia artificial (IA) podría hacer que vuelvan porque, aunque genere fotonovelas, el público al que van dirigidas seguirá siendo humano y, por tanto, teniendo esos prejuicios hacia ellas. Quizá pueda ocurrir cuando la IA aniquile a la raza humana y sea ella misma el público que lea esas fotonovelas que produzca, algo que ojalá llegue pronto", bromean Moreno y Zabaleta, o tal vez no.