CRÍTICA

'El telegrafista', de Luis Salvago: guerra y humanidad

El autor ganó el premio Ateneo-Ciudad de Valladolid con esta novela, un combate entre antiguos amigos

Imagen de la portada de 'El telegrafista'.

Imagen de la portada de 'El telegrafista'. / La Opinión de Málaga

Alfonso Vázquez

El escritor valenciano Luis Salvago (1964) tiene detrás una corta pero brillante carrera literaria jalonada de premios como el Vargas Llosa de Novela, el Tiflos de Literatura o el hecho de que haya finalista en galardones tan reconocidos como el Azorín o el Nadal. 

Con su última novela, ‘El telegrafista’, acaba de obtener el Premio Ateneo-Ciudad de Valladolid. La obra ha sido publicada por la editorial palentina Menoscuarto.

Licenciado en Geografía e Historia, oficial del Ejército del Aire y del Espacio y con experiencia en escenarios bélicos sus novelas. Con ‘El telegrafista’, vuelve al escenario de la Guerra Civil española como ya lo hiciera en su obra ‘En el nombre del Padre’.

En el caso del último premio Ateneo-Ciudad de Valladolid, hay que resaltar lo original de su enfoque, pues emplaza su acción en la acosada población de Belchite y centra su atención en combatientes del bando franquista, que resisten el cerco de las tropas republicanas en el verano de 1937. Acostumbrados como estamos en las últimas décadas a que la voz cantante narrativa la lleve, en su mayoría, el bando de la República, ya es salirse del camino trillado. Esto no significa que el autor adopte con ello una postura política. El lector de sus novelas ya sabrá que lo que a Luis Salvago le fascina es explorar la condición humana, especialmente en situaciones extremas como esta, en las que los personajes se enfrentan a dilemas éticos en los que la propia supervivencia está en juego.

Pero además, ‘El telegrafista’es una reproducción histórica veraz del asedio y destrucción en dos semanas del pueblo zaragozano que, una vez finalizada la guerra, permaneció sin reconstruir, por decisión del general Franco, que quiso levantar al lado, con presos republicanos, un nuevo Belchite y dejar las ruinas para que la posteridad apreciara el exceso de celo del bando enemigo.

Y para convertir la narración de por sí convulsa de una guerra en un viaje interior, Luis Salvago adopta un punto de vista espacio temporal que lo facilita: la narración comienza con Luis, el sargento telegrafista , finalizada la Guerra, en un hospital donde trata de superar una enfermedad respiratoria. 

Desde ese mismo inicio, la historia se desdoblará entre los recuerdos anteriores a la guerra del joven así como su vida hospitalaria y la lectura que a los compañeros de habitación irá haciendo de sus memorias de la batalla.

Evoca esta novela de hilos invisibles, que no siempre sirven para comunicar, a esa pareja de duelistas franceses de Conrad que, inasequibles al desaliento, llevaron su enemistad más allá del tiempo. También en ‘El telegrafista’ subyace como ‘hilo narrativo’, la enemistad de dos antiguos amigos, Luis y Ezequiel, testigo el primero del drama familiar del segundo y de un terrible episodio, sin que por ello acudiera a rescatarle. 

Luis Salvago hará que estos dos enemigos íntimos, en los que apenas quedan los rescoldos de una gran amistad, coincidan en el mismo puesto en la batalla de Belchite, pues Ezequiel se convertirá en auxiliar del telegrafista.

A esta delicada situación habrá que sumarle una encrucijada vital que hará que Luis se cuestione su mismo papel de soldado que debe combatir al enemigo, una encrucijada además por partida doble, personificada en dos personajes tan dispares como un miembro de las Brigadas Internacionales y una enfermera. 

Con todo los elementos en juego y con el cielo perlado de aviones, bombas y obuses, lo que el autor desarrolla a continuación es una batalla interior, una guerra psicológica que pondrá a prueba a todos los personajes como en una partida de ajedrez, caigan las piezas que caigan. 

La Guerra Civil de Luis Salvago es un escenario para este combate privado entre Luis y Ezequiel, una forma de explorar con detalle y épica sin maniqueismo los límites del ser humano. La tesis de esta novela es que, incluso asomados al abismo pueden asomar la humanidad y la compasión. ‘El telegrafista’, por lo demás, está escrito con un brío no exento de poesía, lo que convierte este novela psicológica, por más que el transfondo sea bélico, en un artefacto narrativo que vuela solo y deja abajo en la superficie paisajes memorables.

'El telegrafista'

Luis Salvago

Menoscuarto

320 páginas

21,90 euros