MISCELÁNEA

He venido a hablar de mi libro: Arturo González-Campos

Escritor, guionista, locutor y humorista, acaba de publicar 'Cine con cosas'

El escritor, guionista y humorista Arturo González-Campos.

El escritor, guionista y humorista Arturo González-Campos. / EPE

Arturo González-Campos

Kant era listo, demasiado para mí. Aun así, lo he leído y hasta he logrado que algún concepto, seguramente entendido con pinzas, se me quedase. Mi libro nace por culpa de Kant y del Pato Lucas. Lo de Lucas lo entenderá el lector en las primeras páginas del libro, así que permítanme que les deje aquí insinuado ese caramelo y hable un poco de Kant. Porque ya sabemos que Kant es ese tipo de filósofos que, con sólo mencionarlo, hace que vayas a una librería desesperado a comprar un libro como el que acabo de publicar: Cine con cosas

Empecemos por Kant, entonces. Y sí, ahí no voy a esquivar la posibilidad de parecer pedante para hablar de su imperativo categórico: un pensamiento que él desarrolló y que, fatal explicado por mí, viene a establecer la diferencia entre humanos y el resto de la existencia. ¿Y cuál es esa diferencia? Pues la capacidad del ser humano de ser mejor que su propia naturaleza gracias al sentido del deber. El deber es, por tanto, lo que nos mejora, porque nos obliga a dar un paso más allá de nosotros mismos y a crecer. Tenemos, para ello, las obras que han ido dejando aquellos que, antes que nosotros, hicieron ese esfuerzo por llevar al humano más allá de su condición básica. Es decir, esa que sólo necesita rancho, sueño y sexo. 

Vivimos tiempos, lo mismo lo han sido todos y no lo sé, en que el humano busca, cada vez más, el placer inmediato, el chute de dopamina que le deje satisfecho el cerebro, aunque sepa que, pronto, cada vez en menos tiempo, necesitará uno nuevo. La dosis más fácil y barata, la que no suponga esfuerzo, aunque no permanezca. Vemos series en serie buscando sólo el emocionante punto de giro que olvidaremos en cuanto, la semana que viene, haya otra serie imperdible que tenemos que ver para no sentirnos fuera en las conversaciones de cuando salimos a fumar en el trabajo.

Quemamos cine como quemamos libros, viajes y platos bellamente decorados de restaurante: para poder contarlo, no para que estas cosas, siempre las cosas, contribuyan a hacer de nosotros algo que sale mejor de lo que era cuando se acercó a ellas. Nada de lo que suponga un esfuerzo extra nos va a parecer necesario. ¿Quién, salvo por autoexigencia, va a querer preparar un plato nutritivo y sano si aún hay galletas en la alacena?

Pero luego está el amor. El amor no se explica, se vive. No es, desde luego, una decisión consciente, es más un pellizco que se agarra a las tripas cuando nuestra vida pone delante de nosotros algo que para los demás puede ser simplemente una cosa más y, para ese niño que somos hasta la muerte, se convierte en un posesivo: sus cosas. El amor, cualquier tipo de amor, es lo que nos mete en la cocina horas para tratar de preparar a los demás un plato que deje poso y recuerdo, hondura, si me dejan seguir poniéndome estupendo. 

Y es esto lo que nos distingue, lo que nos saca del abrevadero: los libros, las canciones, las pasiones, las obras de arte, el baile, el cine... En definitiva: las cosas… 

Cine con cosas es mi pequeño homenaje a todas esas películas -no las obvias, no las fáciles, no las que buscan sólo sorprender- que nos han hecho mejores espectadores y, por qué no, mucho mejores personas.

'Cine con cosas'

Arturo González-Campos

Somos B

224 páginas

20,90 euros