Opinión | OBRÚSCULO

Mariana Sández

Supersensibilidad

Si Libros del Asteroide no hubiera rescatado 'Mi planta de naranja lima', de José Mauro de Vasconcelos, nunca habría sido captada por muchísimos lectores actuales

El escritor José Mauro de Vasconcelos, autor de 'Mi planta de naranja lima'.

El escritor José Mauro de Vasconcelos, autor de 'Mi planta de naranja lima'. / EPE

De los 60 concurrentes al club de lectura que dirijo, unos 50 admiten haber lagrimeado, incluso llorado, con Mi planta de naranja lima. Al 95% le encantó. Lo cierto es que si Libros del Asteroide no hubiera rescatado la novela más célebre del escritor brasileño José Mauro de Vasconcelos, posiblemente nunca habría sido captada por el radar de tan numeroso club ni de muchísimos lectores actuales.

Antes de que tuviera esta nueva cubierta identificable con un catálogo atractivo y contemporáneo, el libro era recordado en Latinoamérica, y también en España, como un relato escolar con unas ediciones decadentes, muy asociadas a los textos educativos

"Lo había leído de pequeño y tenía muy buen recuerdo del libro. Lo volví a hojear cuando empecé con Asteroide en 2005 y me pareció que merecía la pena reeditarlo pero en una nueva traducción, porque la anterior era bastante floja. Tardé casi cinco años en desenredar la situación contractual del libro en español y lograr que nos vendieran los derechos para España, por eso no lo publicamos hasta 2011 pero en realidad deberíamos haberlo publicado antes", cuenta el editor Luis Solano. "Como decía Juan Ramón Jiménez, y repite mucho Andrés Trapiello, en edición diferente los libros dicen cosa distinta", agrega.

Cuesta entender cómo esta novela se convirtió en un relato tan popular para las escuelas, ya que resulta una historia tan descarnada como dolorosa. No solo porque retrata lo peor de las durezas en los entornos más humildes, sino porque esa realidad es a menudo la más alarmante de una inmensa población latinoamericana.

Zezé (apodo para José) es un niño de 5 años, el quinto de seis hijos criados por un hombre blanco, excapataz de una fábrica, desempleado y con deudas en el presente del relato, y de una descendiente de indígenas que se deja el alma durante todo el día como empleada de esa misma fábrica. Viven en la ciudad de Bangú, en la favela brasileña, en un estado de pobreza que obliga a los hijos mayores a trabajar, y a los pequeños a andar con la ropa desastrada o a usar las zapatillas solo cuando van a la escuela, para no gastar las suelas. No hay regalos de Navidad para ellos ni una mesa con un menú especial, dulzuras de las que sí gozan otros vecinos. Tal es así que Zezé sale a limpiar zapatos un 25 de diciembre para poder comprar un atado de cigarrillos que, quizá, borre la tristeza del rostro paterno.

No solo no surte efecto, sino que cualquier actitud del sensible Zezé dispara la brutalidad de los hermanos mayores y enajena a su padre, de tal modo que lo zurran hasta casi matarlo. Un niño de 5 años que ha aprendido a leer por su cuenta y adora ir a la escuela porque, además de interesarse por los estudios, atrae a personajes benévolos como la maestra, un cantor callejero y el Portuga, un hombre que, mientras pueda, se ocupa de compensar esas horribles vivencias con una compañía humana y protectora.

Zezé es un niño travieso, sí, pero no tanto como para ligar esas palizas que le quitan las ganas de haber nacido. Sin embargo, su característica más reveladora es la resiliencia y, como a veces ocurre en los contextos de mayores privaciones, a mayor carencia de opciones materiales y espirituales, mayor capacidad resolutiva para salir adelante y buscarse la vida. Así es Zezé, el germen de quien con el tiempo se convertirá en el autor de esta y otras muchas obras literarias. Un luchador, un escritor con mucho para contar, que se revela en el epílogo como un hombre de 48 años durante el ejercicio de rememorar su infancia.

Todos los datos del protagonista y su familia coinciden con los del autor, que refuerza la identificación al incluir, por ejemplo, el nombre de su padre y de sus hermanos en la historia ficcional. A los lectores que suelen saltarse las dedicatorias, por favor, no lo hagáis: en esta novela tiene un sentido fundamental.