OPINIÓN

El arte de recuperar novelas de éxito

Fotograma de 'Tomates verdes fritos'.

Fotograma de 'Tomates verdes fritos'. / ARCHIVO

Álex Sàlmon

Álex Sàlmon

Recuerdo bien cuando el constructor Olegario Sotelo Blanco, gallego de nacimiento, pero catalán de proyecto empresarial, era feliz paseándose por las redacciones orgulloso de haber publicado un éxito editorial que le sorprendió a él mismo. Se trataba de Tomates verdes fritos, de la escritora Fannie Flagg. La publicó de rebote, y por el título. No tuvo mucha competencia en las pujas. La editorial se llamaba Ronsel y fue un boom de ventas. 

Ahora, como nos recuerda Inés Martín Rodrigo, el libro vuelve a las librerías de la mano de Capitán Swing. Para ella y otras muchas escritoras, la película y la novela fueron como una bofetada al grito de ¡Towanda! La palabra, además de al menos dos pueblos en EEUU, expresa para los indios la tierra donde enterrar, el cementerio. También es un grito contra las adversidades, el exclamado por uno de los personajes cuando hay que enfrentarse con arrojo contra situaciones injustas. La novela llegó a las librerías españolas en 1992 ya con la portada de un fotograma de la película. Era una forma de promocionarla, aunque la película tenía el estigma de aquello que entonces llamábamos cine de "arte y ensayo", ahora independiente. Curiosamente, la relación lésbica de la historia fue tratada por la crítica estadounidense como de "amistad incondicional entre las dos mujeres jóvenes, aisladas en un mundo de hombres intolerantes", recuerda la directora y guionista Eva Güimil en Icon citando un artículo de Amy Dawes en Variety.

Cada uno puede descubrir en el libro de Fannie Flagg, como en otros, lo que entienda que es más importante. No es cuestión de explicar nada. La novela es deliciosa y perfecta para las jóvenes generaciones, porque aparecen temas transversales: el edadismo, la prepotencia o el machismo social, todo ello tratado con una tremenda bondad. Menudo cóctel tan poco contemporáneo.