CRÍTICA

Juan Benet: una biografía tan compleja como su vida

El periodista J. Benito Fernández se enfrenta a la vida del escritor con un título clarividente: 'El plural es una lata'

El escritor Juan Benet.

El escritor Juan Benet.

Javier García Recio

De Juan Benet, uno de los grandes escritores de la segunda mitad del siglo XX, uno de los principales artífices de la renovación que experimentó la narrativa española en la década de 1960, se ha escrito mucho, su influencia y su paradigma se han hecho notar, pero faltaba hablar del hombre, del autor, del ingeniero, faltaba una biografía necesaria. Cierto es que en 2018, el escritor malagueño Rafael García Maldonado, sorteando muchas dificultades publicó Benet, la ambición y el estilo , un ensayo biográfico, más que una biografía, que suponía un recorrido por la vida personal, profesional y literaria de Benet.

Con J. Benito Fernández sí nos encontramos con una biografía al uso. El autor, antes de encarar el trabajo de la difícil biografía de Juan Benet, ya se había curtido en el género con las biografías primero de Leopoldo María Panero y de Eduardo Haro Ibars y después con las de Rafael Sánchez Ferlosio.

La vida de Benet, tal como la retrata Benito Fernández, fue poliédrica, como su obra literaria. Es un personaje de grandes dimensiones. Él era un ingeniero que escribía. Como técnico no todos sus colegas coinciden en que fuera una eminencia; como escritor tampoco existe unanimidad. Se le ha tachado de huraño, insolente, distante, agresivo, asocial, corrosivo, discutidor, cascarrabias y su buena relación con la insolencia era palmaria. «Yo creo bastante en la eficacia de la impertinencia, sobre todo en la de determinadas opiniones impertinentes ya que, por impertinentes, son las más útiles, las más atractivas».

De rostro vivo, con mirada que lo abarcaba todo, gran conversador, de erudición ilimitada. De discurso ágil, no exento de ironía, fue un hombre de interesante personalidad. Con aspecto rimbombante, de gran munificencia. Hizo de la bufanda un modo de presentarse, de las chaquetas de tweed una seña de identidad. Le gustaban los buenos coches, tuvo un Wolseley, un Jaguar, un Mercedes, una moto Jawa y una Kawasaki. Gran fumador de tabaco negro; asiduo de bares nocturnos, como gran trasnochador y de ideas socialdemócratas.

En cuanto a hombre, cultivó el arte de la conquista y dejó una profunda huella en muchas mujeres. Fue un gran seductor, que vivió muchas aventuras. Fue un mujeriego nato e infiel persistente. Por una dama quebraba su fidelidad, y mantuvo buenas relaciones con sus ex amantes. Frecuentó esposas de diplomáticos periodistas, escritoras, actrices … Decía ser temperamentalmente femenino.

Hay quienes sostienen que en la intimidad era otro, una criatura deliciosa, apreciable, que derrochaba ternura. Cambiaba cuando tenía publico. Él mismo señalaba que «con frecuencia el escritor, aunque a la larga no lo consiga, pretende ser un hombre de conducta antisocial y egoísta, que solo mira para sí mismo y no atiende sino a sus propias necesidades. El plural es una lata».

Así que detrás del carácter aparentemente caústico de Benet se escondía «un remarcable sentido del humor»; especialmente para el humor socarrón. Es ocurrente y divertido. Pero la influencia y afectación de la guerra civil le hace tener debilidad por el deterioro, la decadencia, el fracaso y la incertidumbre. Es un maestro en la descripción de la ruina. Extrae la belleza de la fealdad.

La prosa de Benet es «himalayica», no apta para lectores con mal de altura. Es para lectores exigentes, preocupados por la expresión y el estilo. Él trabajaba el lenguaje con la ambición de parte del talento y el estilo de Benet equivale a su propia vida. El no hace novela de vanguardia, hace novela de la dificultad. Aunque la complejidad no ha de ser necesariamente aliado de la calidad, probablemente Benet sea el escritor más difícil de leer que ha dado la literatura en español.

No hace ninguna concesión al lector. Tenía la idea de que la novela era un artificio verbal para lectores cultos, una obra de arte, no una simple mercancía. Despreciaba el entretenimiento sin más. No era escritor de desenlaces y prefería el enigma a la solución. Por eso, aunque gozó de prestigio, no tenía apenas público, vendía poco.

Su amiga Carmen Martín Gaite lo señalaba como ateo y en todo caso era hombre de poca fe religiosa que aun así era un consumado lector del Antiguo Testamento pues siempre estuvo fascinado por los mitos de la Biblia y siempre tenía un ejemplar del libro en su mesita de noche. Como ocurre con Faulkner, uno de sus escritores más venerados, Benet es deudor de mitos y episodios de la Biblia, tal es el caso de algunos de sus títulos como Saúl ante Samuel’, El ángel del Señor abandona a Tobías, o La construcción de la torre de Babel.

Amante del estilo como elemento crucial en la construcción del lenguaje narrativo y obsesionado con el llamado Grand Style, centraba sus predilecciones e influencias en escritores como Faulkner, Cervantes, Proust, Céline, Kafka Isaak Bábel o Sánchez Ferlosio. Sus desapegos literarios, por el contrario se dirigen a Flaubert, Balzac, Zola, Dostoiesvki, Tolstoi, o Virginia Woolf y en España a Benito Pérez Galdós, su bestia negra y a quien dedicó sonoros desprecios. «El gusto por Galdós es una desgracia nacional, un escritor de segunda fila elevado al rango de patriarca de las letras»,decía. También se recrea con insolencia contra Virginia Woolf que a su juicio «no tenía talento; su obra, aburrida y carente de interés, está bien para quién le guste mucho tomar el te a las cinco de la tarde».

Era un gran amante de la siesta que disfrutaba tumbado en un chaise longue, mientras sonaba música de Brahms, si bien su preferido era Franz Schubert, al que dedicó un ensayo y admiraba a Wagner, que aparece como personaje en dos de sus obras de teatro. Más allá de la música clásica, Benet adoraba los tangos, especialmente los de Enrique Santos y Homero Manzi. Sus fiestas las acababa con la canción Vecchio frac en la voz sentimental del italiano Domenico Modugno. Despreciaba y se reía de la ópera y el ballet y, por supuesto, tratándose de Benet, el rock and roll lo ignoraba conscientemente.

La muerte le llegó pronto a Benet. Un cáncer de pulmón acababa con su vida a los 65 años, el 5 de enero de 1993, a la misma edad que Faulkner, su escritor mas admirado.

El plural es una lata. Biografía de Juan Benet

J. Benito Fernández

Editorial Renacimiento

524 páginas

33,16 €