DIARIO DE IBIZA

El cofre del tesoro de los 'hippies' que llegaban a Ibiza

La galería Tanit (1957-1989) fue la primera en la que los extranjeros que vivían en la isla pudieron exponer y vender sus obras de arte. Llegó a contar con una biblioteca y fue una especie de consigna para todos aquellos que paraban por la isla

Hans van Praag y Alida María Mesdag, en la galería Tanit.

Hans van Praag y Alida María Mesdag, en la galería Tanit. / Familia Van Praag

Estela Torres Kurylo

En una casa en la que entra una agradable luz a las diez de la mañana y con rincones que muestran la multiculturalidad de la familia que la habita, Deborah van Praag y su hermano Víctor esperan para mostrar álbumes de fotos que recogen la vida de sus padres en la isla. Aquí fueron conocidos, no sólo "por su alegría y bondad", sino también por haber creado la galería Tanit, que se encontraba en el número 4 del carrer Rimbau, en la Marina de Ibiza, y funcionó durante más de 30 años. Fundada en 1957, esta "fue la primera en la que los artistas extranjeros establecidos en la isla podían exponer y vender sus cuadros", según indica la Enciclopèdia d’Ibiza y Formentera (EEIF).

Deborah y Víctor van Praag, en el piso que reúne algunas de las piezas expuestas en la galeria Tanit.

Deborah y Víctor van Praag, en el piso que reúne algunas de las piezas expuestas en la galeria Tanit. / Toni Escobar

En la galería de Hans van Praag y Alida María Mesdag "había un fuego grande, con una cazuela y había sopa constantemente", cuenta Víctor van Praag, y añade: "Ahí se reunía gente que venía de todos los lugares de Ibiza, que se juntaban con quienes llegaban al puerto".

Además de la exposición y venta de obras de arte, el lugar fue especial porque era "como un cofre del tesoro" de quienes llegaban desde otros países, incluidos "los hippies que recorrían Goa, Indonesia, Bali, Ibiza, Tailandia...", explica Víctor, antes de apuntar que "mucha gente que pasaba pedía si podían dejar sus cosas en consigna". En realidad, este depósito consistía en exponer y vender algunos de los objetos que dejaban y, luego, los viajeros "volvían a los seis meses o al año y recogían su dinero", indica Víctor.

De este modo, la galería exhibió una mezcla de culturas en la que no faltaron los cuadros de artistas ibicencos, joyas de diferentes partes del mundo e incluso libros, que "se intercambiaba la gente", aclara Deborah. De hecho, el espacio llegó a ser una galería-biblioteca, después de que Van Praag adquiriese la colección de un francés que vivía en Sant Antoni.

Telas y exposiciones en el interior de la galería Tanit.

Telas y exposiciones en el interior de la galería Tanit. / Familia Van Praag

Algunos de estos libros están ahora en la casa en la que vive Víctor cuando está en Ibiza. Ahí también se encuentra una catana con un valor sentimental muy especial. Hans van Praag fue prisionero de guerra de los japoneses en Bali durante cuatro años y medio y con ella le amenazaron con cortarle el cuello durante un mes entero: "Cuando les liberaron fue a quitársela al oficial", detalla Deborah. Cerca de varios muebles que muestran fotos de la familia también hay jarrones y adornos colgantes de diferentes materiales que revelan que la multiculturalidad fue el modelo de vida del matrimonio Van Praag: "Mis padres siempre se mezclaban con todo el mundo", aclara la hija de la pareja, que recuerda que cuando le preguntaron a su padre, que no era devoto de una creencia concreta, qué opinaba de las religiones dijo "que se quedaba con las personas".

Desprenderse de lo material

La experiencia de Van Praag como prisionero de guerra marcó, sin duda, su vida: "Siempre decía que no hay que atarse a las cosas materiales, que las experiencias son las que te dan vida", explica Deborah. Y siguió bien esa filosofía después de que la galería cerrase en 1989, tras haber sido una tienda de ropa en sus últimos años. "Nacieron en la isla los diferentes mercadillos, como Las Dalias o el del puerto, y en la galería ya no se vendían cosas pequeñas", apunta Deborah, sobre un cierre que llegó por diferentes circunstancias.

Entonces, Van Praag tenía 89 años y sus hijos recuerdan que le dijo a Mesdag: "O nos quedamos aquí hasta morirnos, como haría la gente mayor, o vamos en busca de una aventura". Y la aventura fue que él, con esa edad, y su mujer, con 59 años, se mudaron a Bali para hacerse una casa, explica Deborah, reflejando el espíritu aventurero de sus padres.

La inclinación por Bali siempre ha estado vinculada al tiempo que Van Praag pasó ahí preso y durante la infancia de sus hijos viajaron en numerosas ocasiones: "Íbamos en un avión ruso y, como paraba en muchos sitios, tardábamos dos días en llegar", recuerda Víctor. Una costumbre que hizo que Asia les atrejese "siempre". Tanto, que ahora es él quien vive en la casa de Bali, con su mujer y dos hijos.

Sin embargo, la casa en Indonesia no separó a la familia de Ibiza: "Mi madre siempre quería estar aquí", indica Deborah, sobre el equilibrio que tuvieron que encontrar sus padres y que implicó que pasaran seis meses al año en cada isla. "Papá siempre decía que Ibiza y Bali tenían muchas similitudes", asegura Deborah, a lo que su hermano añade: "Tienen algo tan especial, tan cosmopolita... Hay tanto movimiento de diferentes culturas, que cada uno tiene su nicho para hacer algo".

Intercambio de culturas

Deborah y Víctor, junto a su hermano Jacobo, tienen buenos y bonitos recuerdos de su juventud en la isla: "Entrabas a Pacha, luego te ibas a Ku, a Amnesia y volvías a Pacha", relata Deborah, sobre una realidad que considera que ya no existe. También recuerda con cariño que había un juego de backgammon en la entrada de Pacha y el sentimiento de familia que generaba el "conocer a todo el mundo" y poder entrar en las discotecas sin pagar: "Esta era la ventaja que teníamos los que vivíamos aquí". También señalan como mérito que no hubiera código de vestimenta para entrar en las discotecas: "Pasábamos el día en barco, bajábamos e íbamos así vestidos a Pacha".

De su juventud en la isla tampoco se les escapa que "antes ibas a una playa y quien quería ir en bañador, iba con, y quien quería ir desnudo, iba sin. Y nadie miraba a uno más que a otro", declara Víctor. "Ahora hay muchas reglas, hay más gente ofendida. Cada persona lleva su mochila y eso también influye en la isla", apunta Deborah. A pesar de estos cambios, ella y Víctor consideran que Ibiza no deja de tener "algo muy especial".

Los hermanos también cuentan que sus amigos que venían a pasar algunos días en verano "siempre han dicho que ha sido la mejor época de sus vidas". Y, en el caso de las amistades ibicencas, era igual: "Muchos se acuerdan de las fiestas de cumpleaños que organizaban nuestros padres".

Uno de los álbumes de fotos de la familia Van Praag, que muestra sus veranos en la isla.

Uno de los álbumes de fotos de la familia Van Praag, que muestra sus veranos en la isla. / Toni Escobar

Algunos de ellos y unos 40 conocidos de la familia han llegado esta semana a Ibiza, donde tenían previsto celebrar hoy el 93 cumpleaños de Alida, que falleció hace poco en brazos de Deborah: "Ahora vamos a celebrar su vida", apunta, antes de añadir: "No estamos tristes, estamos felices porque ella y papá han tenido una vida plena. Han visto crecer a sus hijos, a sus nietos y han disfrutado".

Deborah recuerda que su madre siempre decía: "Si yo hubiera vivido en Holanda, hubiera muerto hace años... La mezcla entre los jóvenes y los mayores aquí es muy dinámica, fluye". Y para demostrarlo, añade: "Mi padre tenía 89 años y venía conmigo y una amiga a Pacha y bailaba más que nosotras". Ahora que sus padres no están Deborah y Víctor piensan en la suerte que han tenido de haber crecido en la isla: "Damos las gracias a nuestros padres por habernos criado aquí".