CÓMIC
Camille Vannier y la vergüenza como motor creativo
En 'Imbécil', su nuevo cómic, la autora francesa expone ese sentimiento tan común y casi siempre tan privado que ha sido origen de obras de creadores tan diversos como Annie Ernaux, Nora Ephron o Larry David
Hay miles de vídeos online de personas gritando horrorizadas al ver cómo ha quedado su flequillo después de probar sus artes peluqueras. La famosa frase “no intenten hacerlo en casa” debería salir como advertencia en todos los tutoriales que prometen cortes como los de las famosas en tres sencillos pasos porque nunca salen bien y porque como afirma, siempre acertada, Phoebe Waller-Bridge en Fleabag: “el pelo lo es todo”. La ilustradora e historietista francesa Camille Vannier lo sabe desde que era una niña. Gracias a su escasa pericia con las tijeras del cole Candy, su perrita yorkshire, pasó a tener el aspecto de la cantante de Voyage Voyage y ella un flequillo de menos de un centímetro. Con ese bochorno sin fronteras empieza su libro Imbécil, un canto a la vergüenza que acaba de publicar la editorial Astiberri en su sello ¡Caramba!.
Ruín, Loser y Borracha son las tres partes en las que se divide el volumen. Su germen fue el fanzine titulado Borracha que hizo para la edición de 2023 del GRAF, el festival de cómic de autor y edición independiente de Barcelona. En él contaba anécdotas que le habían ocurrido después de haber bebido demasiado y decidió enviárselo a Manuel Bartual, editor de ¡Caramba!. “Le dije que mi idea era explicar ruindades que había hecho a lo largo de mi vida. Las dividí en esas tres categorías porque resulta que soy un poco de estas tres cosas”, comenta la autora a EL PERIÓDICO DE ESPAÑA. En sus historias aparecen regateos cutres en apps de compra-venta de segunda mano, más desastres capilares, mentiras para salir del paso, trabajos ridículos o viajes sin bragas en la maleta. Entre otras.
Por supuesto, ha dejado fuera muchas historias que podría haber incluido. De algunas se acordó después de la publicación y otras le han ocurrido desde entonces. La mayoría corresponden a la categoría Loser. “Creo que a todo el mundo le pasan cosas tontas a diario, pero seguramente muchas personas pasarían de ello, claro. Yo cualquier cosa que me pasa me pregunto si puede ser algo divertido de explicar”, declara. También hay otras que sí se pueden leer en Imbécil pero que dudó sobre si exponerlas por ser demasiado vergonzosas. Una de ellas es la que se titula Ron con nata. “Intoxiqué a mis amigos con un pastel de nata y el karma hizo el resto del trabajo. Es bastante escatológica y realmente humillante, y pensé que igual era demasiada información”, dice. Sin embargo, cada vez que la contaba lo primero que oía era: “a mí también me ha pasado”. “Esto es bastante clave, si alguien se reconoce en una anécdota se involucra más, se identifica a mi y mis miserias”, desarrolla.
En estos tiempos en los que las alabanzas que se incluyen en las fajas de los libros rozan la histeria, Vannier decidió poner los comentarios ofensivos que su obra recibe en las redes sociales. Por ejemplo, @saraynys escribió en X (antes Twitter) que “No digo que la chica no tenga chispa a la hora de escribir, pero francamente, si me pongo un lápiz en el culo dibujo mejor! jajaja”. Por su parte, Justo Zapata Juárez señaló a la editorial con un mensaje contundente: “Dejad de usar mano de obra infantil para colorear viñetas” y @txeloalfaro le preguntó a la autora en Instagram: “En serio te pagan por esto? Mi hija de cinco años dibuja mejor”. Posiblemente, el usuario de X @signatuss sea quien representa mejor el espíritu del crítico incisivo y exigente en internet: “Yo a mi perro le pongo un lápiz en la boca y le salen mejores dibujos. Aunque más patético que sus dibujos es que una mujer recurra a Tinder para follar”. Un premio Pulitzer para él.
Estas valoraciones tan sinceras se encuentran en el interior de la cubierta del libro, donde normalmente se ponen la biografía y los elogios. “Mi editor tardó poquísimo en contestarme al mail que le parecía una gran idea. Hace años que tengo esta carpeta llamada haters en mi escritorio del ordenador y allí están pantallazos de los mensajes de insultos que recibo por las redes por dibujar como dibujo”, sostiene la autora de Imbécil. Llevaba mucho tiempo pensando en qué hacer con ese material y por fin le ha dado uso. “De golpe pensé ‘bueno vale, sí que soy una imbécil pero hay gente más que yo y el mundo lo va a saber muajajaja’ (risa diabólica). También los insultos son para decir que dibujó como un niño, lo cual desde mi punto de vista es un cumplido, así que el regador regado”, afirma.
La vergüenza como motor
El bochorno por los propios actos o por los ajenos (también conocido como ‘alipori’) es un sentimiento tan cotidiano como la alegría, la tristeza o el nerviosismo. Y al igual que estos, es un estimulante poderoso para la creatividad, tanto para hacer humor como para exorcizar fantasmas personales o incluso para reivindicar derechos y señalar injusticias. Un ejemplo de esto último es el libro La vergüenza es revolucionaria del filósofo Frédéric Gros (Taurus, 2023), que tomó prestada esa frase de Karl Marx para titularlo. El francés se apoya en autores como Annie Ernaux, Primo Levi o Virginie Despentes para diseccionar el concepto y exponer que la vergüenza puede ser política y capaz de movilizar a una sociedad.
Precisamente, la mencionada Ernaux escribió La vergüenza (1999, reeditada por Tusquets en 2020), una novela de no ficción o una no ficción no novelada, como se quiera llamar al género cultivado por la ganadora del premio Nobel de Literatura en 2022. En dicha obra cuenta la historia de cómo su padre intentó matar a su madre un domingo cuando ella tenía cerca de 12 años, un hecho que marca el inicio de su sentimiento de indignidad. Con el mismo espíritu, Erin Williams relata en su libro En tren. Autobiografía de la vergüenza (Godall Edicions, 2023) su lucha contra el alcoholismo, una enfermedad que la ha expuesto a situaciones humillantes, y su recuperación. Por su parte, Cristian Fulaș utiliza el mismo título que Ernaux para su memoria acerca de su peregrinaje a los infiernos de la adicción en Bucarest publicado en España por la editorial Automática.
En el ámbito musical también se ha hecho uso del concepto, cómo no. Ike & Tina compusieron un clásico con la palabra shame (vergüenza) repetida tres veces en el estribillo. En dicha canción, la cantante advierte que se va de fiesta aunque su pareja no sepa bailar: vergüenza te tendría que dar no saber moverte, viene a ser el mensaje de Shame, shame, shame. PJ Harvey también tiene un tema titulado Shame, aunque con un registro y un anuncio un poco más lúgubre en su letra: “La vergüenza es la sombra del amor”. Y en las antípodas de Polly Jean –por poner un ejemplo de canción en castellano– está el grupo Ska-P, que en Vergüenza carga contra la tauromaquía con frases como: “Torero, eres la vergüenza de una nación/Torero, eres la violencia en televisión”.
El combustible de Vannier es “no tener vergüenza de explicar la vergüenza”, en la línea de Nora Ephron cuando decía que “si te resbalas con una piel de plátano, te haces daño y los demás pueden reírse de ti; pero si eres tú misma la que lo cuentas, te haces con el control de la historia y eres tú la que haces reír a la gente”. Uno de sus referentes es Larry David, guionista de las series Seinfeld y Curb Your Enthusiasm. “Para mí su personaje en Curb es una fuente de inspiración muy importante, me identifico mucho con él. Muchas situaciones que cuenta, que son muy vergonzosas, le pasaron en la vida real. Al igual que los personajes de Seinfeld, que son muy ruines y losers todos”, explica. La huella del neoyorkino también se puede apreciar en otras ficciones como la española Vergüenza, creada por Álvaro Fernández-Armero y Juan Cavestany en 2017. Su protagonista, interpretado por Javier Gutiérrez, es un experto en meter la gamba y en algunas escenas el alipori es tan intenso que podría romper la pantalla de la televisión.
Vannier también menciona a la artista conceptual Sophie Calle como una de sus referentes: “En su trabajo se pone en escena y cuenta sus rupturas, sus obsesiones, su trabajo no es sobre la vergüenza en sí, pero si que usa su vida privada como base para crear y no se corta”. En resumen, la autora de Imbécil cree que saber reírse de uno mismo es muy importante, sobre todo porque con las redes sociales ahora “la gente se toma muy en serio”. Ella aboga por enseñar los defectos, reírse de ellos y abrazarlos si es necesario. “Quiero reivindicar el error, dibujar fuera de la línea y reconocer que, a veces, soy una pesada y que me equivoco y otras veces digo cosas que no tendría que decir y se sobrevive riéndose de ello”, manifiesta.
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