Road to Río Babel

Un éxtasis de sudor y cuero: Green Day desvela en Madrid su secreto para la eterna juventud

El trío se reencuentra con la Caja Mágica siete años después de la trágica muerte del acróbata Pedro Aunión. ‘American Idiot’, ‘Holiday’ y ‘Wake me up when september ends’ vuelven a ser los más coreados en un enérgico pase de dos horas

Un momento de la actuación de Green Day en la Caja Mágica.

Un momento de la actuación de Green Day en la Caja Mágica. / EP

Olaya González

Olaya González

Las botas cowboy multicolor han dado paso a los total look en negro y las lentejuelas han sido relegadas por el cuero. Han corrido bastantes más litros de cerveza y (me atrevería a decir) nadie ha intercambiado pulseras de la amistad. Los rituales han mutado y la media de edad ha subido pero el espíritu, en el fondo, es el mismo. Los rockeros no envejecen. A primera vista, poco tiene que ver el ambiente que se respiraba el sábado en la Caja Mágica con el que durante toda la semana tomó las inmediaciones del Santiago Bernabéu. Pero, rascando un poco, aparecen las semejanzas. Las gargantas se volvieron a emplastar hasta sonar al unísono, los cuerpos se mezclaron de nuevo entre gotas de sudor… Todo el entorno vibró. Aunque, más que con historias de amor, Green Day conquistó a sus fieles con su particular trasiego por el bulevar de los sueños rotos, el mismo por el que la banda norteamericana lleva peregrinando durante más de 40 años. Una vez más, funcionó, y sirvió para confirmar que todavía queda mucha vida después de Taylor Swift.

Pese a ello, no fue una noche fácil para Billie Joe Armstrong, Mike Dirny y Tré Cool. Aunque el público se esforzó por hacer olvidar los malos recuerdos, hay imágenes que ni siquiera una carrera tan larga logra borrar. Pocos escenarios les traen memorias tan oscuras. Por eso se tomaron el concierto como un homenaje, su particular tributo a Pedro Aunión. Welcome to paradise adquirió matices nunca vistos. Hace algo menos de siete años, cerca de la medianoche del 7 de julio de 2017, el acróbata fallecía al precipitarse de una altura cercana a 30 metros. Su arnés falló durante un maldito espectáculo que empezó minutos antes de que el trío de Berkeley saltase al escenario. Muchos recordaban ayer ese momento. Más de uno fue testigo de dos noches bien distintas.

Billie Joe Armstrong, durante el concierto.

Billie Joe Armstrong, durante el concierto. / EP

Aquel día se presentaron con Know your enemy y dijeron adiós con Good Riddance, el mismo tema que eligieron en esta ocasión para despedirse. Hasta aquí las similitudes. Entonces tocaron como si nada hubiese pasado (de hecho, después afirmaron que, de haber conocido el fallecimiento de Aunión, no lo habrían hecho) y desataron el éxtasis colectivo, una euforia que luego mutó en incomprensión. Los asistentes no conseguían entender por qué se permitió que saltaran, gritaran y lloraran en el mismo espacio y tiempo que una comitiva fúnebre trasladaba el cuerpo del malogrado artista. Green Day tenía una deuda pendiente con el gran recinto a la orilla del Manzanares. Necesitaban vencer los resentimientos con golpes de guitarra. Los temas de American Idiot y Dookie fueron los elegidos para ellos. Solo apto para nostálgicos.

Como hiciera un par de día antes en O Son do Camiño, el trío se consagró una vez más ante un público entregado. Encabezaron un cartel del festival Road to Río Babel en el que estuvieron perfectamente escoltados por The Hives, The Interrupters, Lagwagon, 30s40s50s y Maid of Ace. Aunque los termómetros habían dado un respiro, la temperatura subió de forma exponencial pasadas las diez de la noche. Tanto fue así que cuando Billie Joe Armstrong cogió el micrófono todo se desbordó. A las vallas les costó aguantar las embestidas. Los pogos, saltos y brazos al aire tomaron una fuerza especial en sus himnos clásicos, que llegaron seguidos en la segunda mitad del espectáculo. Los corazones se pusieron a mil revoluciones en un lapso divino en el que el trío encadenó American Idiot, Jesus of suburbia, Holiday y Boulevard of broken dreams. Algunos tocaron el cielo.

Capítulo aparte merece la organización del festival, muy criticada por los presentes. Más de la mitad del público se tuvo que conformar con ver el pase en una gran pantalla instalada en la mitad de la gran explanada. Intuir aunque fuera de pasada el pelo azul de Tré Cool era una utopía. Aunque los que se consiguieron colocar delante, en la 'zona noble', tampoco lo tuvieron mucho mejor: la ausencia total de inclinación condenaba a los fans a seguir el show en la proyección a los lados del escenario. Solo los vip, acomodados en la única grada del recinto, pudieron disfrutar del espectáculo con comodidad. La entrada general se vendió a cien euros.

Más de 30 canciones

Tal derroche de energía no está al alcance de cualquiera. A sus 52 años -los tres nacieron en 1972-, los artistas parecen rejuvenecer con cada nuevo acorde. Un setlist de más de 30 canciones en un recital de alrededor de dos horas da buena prueba de ello. Si superpusiese la grabación del concierto de ayer y la de ese aciago día de julio de 2017 sería difícil establecer con claridad quiénes son los más mayores. El tiempo pasa, pero el brío no desaparece. Los más románticos lo achacan a esa adrenalina inconfundible del punk rock más puro. Los más realistas hablan de alguna que otra ayuda externa. Sea como sea, Armstrong mantiene esa aura de adolescente con el pelo en punta. Al menos de lejos, desde donde no se ven las arrugas. Más se nota el paso del tiempo por los rostros de Dirny y Cool... La genética hace milagros.

Las que derrochan menos inmadurez son sus letras, pero eso no cosa del presente. Declarados antibelicistas, los músicos entonaron al cielo Wake me up when september ends mientras los presentes viajaban a otras latitudes. “Here comes the rain again, falling from the stars. Drenched in my pain again, becoming who we are”, canta el vocalista mientras a un tipo con pinta de duro se le escapa alguna lágrima. Intenta esconderla, pero su acompañante se ha percatado. Armstrong escribió la canción en 2005 como un homenaje a su padre, que murió a causa de un cáncer de esófago en 1982. Pero la banda decidió darle otro significado a los versos en el videoclip. El corte, de algo más de siete minutos de duración, se convirtió en una bandera en contra de la guerra de Irak. Hoy en día, con la atención del mundo puesta en la Franja de Gaza, la canción adquiere nuevos significados.

Abiertamente antitrumpista, en 2017 Armstrong aprovechó el altavoz para mofarse del expresidente estadounidense con una máscara. Ayer, apenas un par de días después de conocerse que Trump ha sido declarado culpable de 34 cargos estatales por comprar el silencio de la exactriz porno Stormy Daniels, el artista no quiso dedicar ni un minuto de su tiempo al magnate. Quizás la madurez era para Green Day eso: no meterse en charcos. Prefirió ganarse al público con varios "¡viva España!" muy coreados.

La intensa noche de sábado en la Caja Mágica es solo un anticipo de lo que se vivirá en esa misma localización en poco más de un mes, entre el 4 y el 6 de julio. Al contrario que Road to Río Babel, el cartel de la cita grande habla mucho más español que inglés. Juanes, Andrés Calamaro, Trueno, Nil Moliner, Amaral, La Oreja de Van Gogh, La Pegatina, Carlos Sadness o Delaporte mandarán en un festival en el que también piden sitio Die Antwoord y Two Door Cinema Club. Ojalá para entonces se diseñe un plan de transporte a la altura y no se repitan las kilométricas colas en las entradas de Metro que una hora y media después de que Armstrong entonara el último acorde continuaban. Lo de encontrar un taxi estuvo reservado a unos pocos elegidos. Lo más probable es que el calor estará disparado para entonces. Y lo seguro es que Taylor Swift no les robará el protagonismo en las jornadas previas: entonces estará enloqueciendo a propios y extraños en Ámsterdam.