MÚSICA

Las cuatro resurrecciones de Leopoldo María Panero

Enrique Bunbury, Carlos Ann, Bruno Galindo y José María Ponce se reunieron en 2001 para grabar un homenaje al poeta: este 2024, coincidiendo con su 20 aniversario, se reedita con cuatro canciones nuevas

Enrique Bunbury y Carlos Ann, junto a Leopoldo María Panero.

Enrique Bunbury y Carlos Ann, junto a Leopoldo María Panero. / ARCHIVO

“¡Vampiro! ¡Vampiro!”. El poeta Leopoldo María Panero no había puesto cara al visitante que en ese momento atravesaba el umbral del hospital psiquiátrico Juan Carlos I de Las Palmas de Gran Canaria para llevárselo de paseo. Sólo le conocía por su voz. “¡Vampiro!”, volvía a señalar mientras se cargaba al hombro una pesada bolsa de deporte con todos sus libros. Sus razones tenía: “Dentro me los rompen y se limpian el culo con ellos”. El vampiro al que se refería Panero es Carlos Ann (Barcelona, 1967), músico barcelonés que hoy recuerda aquel primer encuentro físico con el escritor 20 años atrás, cuando le rindió homenaje junto con Enrique Bunbury, Bruno Galindo y José María Ponce en un disco-libro de título homónimo: Leopoldo María Panero (Moviedisco Records, 2004). “Leopoldo María Panero sabía jugar con los excesos y la excentricidad”, comienza narrando Carlos, que danza en verso entre recuerdos y poesía y la musicalización de los textos de Panero, tanto en el álbum inicial como en la reedición que en estos días se publica en vinilo –gracias a Warner Music– con cuatro nuevos temas: La poesía destruye al hombre, El tesoro de Sierra Madre, El noi del sucre y El hombre que sólo comía zanahorias.

Tiempo para la epístola. Corría 2004 y Carlos Ann respondía por carta a este periodista que escribe a propósito de los efectos vocales de Enrique Bunbury en el corte titulado Necrofilia: “La voz de Enrique suena grave y octavada, porque lleva un efecto necrofílico. Es él, te lo aseguro. Gracias por todo”. Carlos hace memoria de aquello, partiendo desde el inicio del proyecto y de su pasión por Leopoldo María Panero, la cual nació a una edad temprana: “Me había impactado mucho, sobre todo porque todo lo que decía conectaba con nuestra cultura. Me gusta el simbolismo francés, pero en esos poetas siempre había algo que no acababa de entender. En cambio, Panero me dejó pilladísimo cuando vi El desencanto”.

Portada del disco que realizaron Bunbury, Carlos Ann, José María Ponce y Bruno Galindo.

Portada del disco que realizaron Bunbury, Carlos Ann, José María Ponce y Bruno Galindo. / ARCHIVO

Es entonces, y con los años, cuando Carlos Ann empezó a entrar más en profundidad en la obra de Leopoldo María Panero, lo que le llevó –de manera natural– a musicalizar sus poemas en los albores del nuevo milenio en su casa del Born, en Barcelona, con el piano y la guitarra. “Pasábamos la noche leyendo poesía en voz alta. Algunas veces también venía Enrique Bunbury y acabábamos subidos en un taburete mientras uno de nosotros recitaba y el otro escuchaba desde abajo. En esa época yo maceraba absentas con sustancias y entrábamos en un estado de conexión y elevación muy bonito”. Según cuenta el entrevistado, todo eso derivó en un proyecto a ocho manos que arrancó con Bunbury grabando sus voces sobre lo que ya había hecho Carlos Ann, una semana antes de grabar otro trabajo conjunto, Bushido, en Riudoms (Tarragona).

Seguidamente aparecieron el escritor y periodista Bruno Galindo y el director y productor José María Ponce. En un club de música electrónica de Barcelona fue donde Carlos habló con Ponce, más bien en la barra y hasta las seis de la mañana. “Es una persona tan contracultural que tenía que estar. Era un espécimen vivo, una especie en extinción”, comenta Carlos Ann. Respecto a Bruno, el músico catalán se remonta a la época de su disco Entre lujos y otras miserias (Moviedisco Records, 2001): “Él había venido a Málaga, al Cortijo, cuando estaba grabando, y acabamos una noche tomando coñac y fumando puros. A partir de entonces entablamos una buena relación. Vi que éramos las cuatro personas perfectas”, explica.

En una entrevista en Jot Down, Leopoldo María Panero dijo que él creía en el anarcoindividualismo porque no había nadie por encima de él. Bunbury, en la misma línea, cree “en la capacidad humana para crear belleza”, y Bruno Galindo, citando a James Graham Ballard, “en los próximos cinco minutos”. “Yo creo en la desintegración de las formas establecidas”, responde Carlos Ann. En el momento histórico en el que se encuentra el mundo, piensa que está naciendo un nuevo hombre, un nuevo ser humano. “Tanto el bagaje que tenemos como todo el conocimiento que hemos adquirido, prácticamente está dejando de ser útil. El conocimiento vendrá a partir de ahora”.

La poesía destruye al hombre

Las Palmas. 2005. Enrique Bunbury mira a Leopoldo a través de sus gafas de sol. A la izquierda del poeta, Carlos Ann asiste a la conversación en la terraza de un bar. “Pues a ver si con los últimos poemas míos hacemos otro libro, ¿vale?”, sugiere Panero. “A mí me encantaría”, le contesta Enrique. “Hemos comentado lo de hacer otro disco”. El poeta tiene unos últimos poemas que riman. Dice que es mejor para la música. Bunbury asiente: “Para cantar desde luego”. Se hace el silencio entre los tres.

Madrid. 2024. Carlos Ann no había caído en aquellas palabras de Panero. Sí que hablaron de hacer algunas cosas una vez en Sevilla, como un poemario conjunto, pero se quedó en algo por iniciar. No obstante, los nuevos cuatro temas ya mencionados que se han sumado a los 30 de la primera edición de Leopoldo María Panero no parten de la visita a Las Palmas, sino de la antología editada por Visor Libros. “La obra de Panero es muy densa. Si entras en ella no sales. A mí me costó mucho tiempo salir. Y ahora que he tenido que revisarla para su remasterización, me ha costado desconectar de esa energía paneriana”. Con Bunbury hubo conexión en la distancia a la hora de grabar. A él le gustaba La poesía destruye al hombre y Carlos pensó que su compañero estaría tan ocupado que solamente grabaría su parte. Pero no fue así, sino al contrario, pues empezaron a hacer “pimpones”, o lo que es lo mismo: uno le enviaba la voz al otro y de nuevo era recibida la grabación de vuelta con arreglos y demás añadidos musicales.

En la entrevista a Enrique Bunbury que publica Cuadernos Efe Eme en su número 40, el aragonés explicaba cómo surgió la idea de retomar este homenaje: “El proyecto inicial era con Carlos Ann y me propuso hacer una canción cada uno. Empezamos así. Yo realicé la canción en la que soy la voz principal (La poesía destruye al hombre), que es una colaboración mano a mano con Carlos, pero me parecía que añadir estas canciones al proyecto primero, que fue colaborativo, de forma tan individualizada, me parecía insuficiente, entonces me metí en todas para aportar cositas. Quise dejar una semillita en cada una de ellas, musical o vocalmente, de alguna manera”. “Estaba súper activo. Era increíble; le envié algo y al momento, tras una hora u hora y media, ya tenía lo suyo. Después le enseñé la canción de Bruno y la de José María Ponce y también metió detalles. Ha hecho un trabajo excepcional. Está en su mejor momento a nivel de creación”, aporta Carlos Ann.

El trabajo con Bruno Galino y El tesoro de Sierra Madre fue sencillo y se grabó su parte en Casa Voyeur (con Miguel Marcos Fernández). Sin embargo, con Ponce hubo que hilar más fino debido a las cataratas que sufría, cosa que hacía imposible la lectura de su poema. Carlos Ann prosigue con la narración: “Lo estuve buscando por todos lados, haciendo llamadas a Galicia, aunque creía que vivía en Madrid, porque fue allí donde nos vimos la vez anterior. Al final alguien me dijo que estaba viviendo en Barcelona, en casa de Senén Armengol, un amigo común”. Carlos consiguió contactar con José María a través de “una llamadita” y quedaron en un bar de la calle Muntaner. Estuvieron tomando unas cervezas antes de ir al estudio, pero su amigo no había podido hacer una selección de poemas de Leopoldo María Panero por los problemas en su vista. No era una dificultad para un virgo como Carlos, que se ocupó de hacer esa labor por él. De todos los poemas, Ponce se quedó con El hombre que sólo comía zanahorias.

Leopoldo María Panero, en una imagen de archivo.

Leopoldo María Panero, en una imagen de archivo. / EMILIO NARANJO

“Para grabar, yo cogía el micro e iba recitándole para que luego él me replicara, pero la intención se perdía; tienes que entender la integridad de un poema y darle tu propio pulso. Grabé su voz y a partir de ahí monté el tema. Tuve que crear algo orgánico dentro de que era una grabación vocal”. Desgraciadamente, José María Ponce fallecía el 17 de marzo y no pudo escuchar la música de El hombre que sólo comía zanahorias. Carlos estuvo esperando a que saliera la reedición del disco para volver a verle y darle el vinilo. “Pero no pudo ser”, lamenta. “Vi clarísimo que tenía que cerrar él el disco. No sabía por qué, si de una manera premonitoria, pero para mí ha sido como una especie de homenaje sin saberlo”.

La suya, la canción de Carlos Ann, es El noi del sucre, un poema que le perseguía por todos lados. “Cuando entré en él me di cuenta de que era un poema completamente oscuro y revolucionario. Por eso la instrumentación del principio es un poco tribal, acabando después con un beat a medio tiempo con las voces de Enrique”.

Epílogo

Vuelta al sanatorio de Las Palmas, en 2005. Por la noche, ya de recogida, Carlos Ann y Enrique Bunbury dejan a Leopoldo María Panero en la puerta del psiquiátrico con su bolsa de deporte cargada de libros. Se despiden y el poeta inicia el rumbo hasta la puerta del edificio, pero antes se da la vuelta y asoma su ajado rostro por entre los barrotes de la valla: “Sois vosotros los que estáis en la cárcel, yo no”. Fue su última frase antes de irse a dormir. “Panero lo fue todo”, finaliza Carlos, que ha mantenido sus ojos cubiertos por los cristales oscuros de sus gafas de sol, haciendo su papel de vampiro. La muerte es la cuna del rock and roll.