CONCIERTO

(Kill) Mitski, puñaladas a lo Tarantino para arrancar las Noches del Botánico

Curtida en los bajos fondos de TikTok, la artista del momento exhibe en Madrid el pop elegante de corte íntimo que la ha catapultado a los festivales más importantes del mundo

Mitski, durante su concierto en las Noches del Botánico.

Mitski, durante su concierto en las Noches del Botánico. / DANIEL GONZÁLEZ

Pedro del Corral

Pedro del Corral

Un concierto de Mitski bien podría ser una entrega cualquiera de Kill Bill. Sagaz y afilada, la artista nipo-estadounidense ha aprendido a clavar sus letras para dejar su particular huella. Una herida que, aunque invisible, resulta tan letal como las sangrientas de Uma Thurman. Este martes, una catana de acero y soledad sobrevoló las Noches del Bótanico en busca de su próximo objetivo. No hubo que lamentar víctimas, pero todos salieron con el pecho encogido: el pop elegante de corte íntimo al que lleva sacando lustre desde 2012 dolió tanto como una puñalada. Rígida como el metal y férrea como una canción… de amor, por supuesto.

Abrir con Everyone fue, cuanto menos, clarificador: esta oda a la libertad resume a la perfección el carácter sobre el que ha cimentado su carrera. En la música de Mitski no hay dobleces, sino dobles reveses. Así que atento: el bofetón no tardará demasiado. Anoche, le bastaron un par de versos para propinarlo. “Sometimes I think I’m free until I find I’m back in line again”, entonó con voz poderosa y presencia hipnótica. Su indie rock ha tomado peso en The Land Is Inhospitable And So Are We, un álbum que rebana su corazón c-a-p-a-a-c-a-p-a… regodeándose en el dolor para hallar una salida en el último aliento.

Mitski, repasó su amplia discografía en las Noches del Botánico.

Mitski, repasó su amplia discografía en las Noches del Botánico. / DANIEL GONZÁLEZ

“Estoy muy feliz de estar aquí. Pensé que podía practicar mi español... hasta que llegué. ¡Habláis demasiado rápido! Por favor, más despacio. Os amo”, dijo pizpireta. No suele hablar en pleno trance, se expresa mejor cantando y brincando. Sólo así ha logrado articular la pena, la rabia y la desazón que a sus 32 años ha acumulado. Emociones que, en vez de brotar desbocadas, lo hicieron con una calma tensa que se ha convertido en marca personal. Los excesos no van con Mitski a pesar de haberse curtido en los bajos fondos de TikTok. De hecho, una masa cuasi-adolescente tomó el Jardín Botánico de la Universidad Complutense para dejarse llevar con el Buffalo Replaced, The Frost y Star que ahora copan la red social. Que eso no les engañe: ella poco tiene que ver con la tibieza que allí reina. Pura casualidad.

Con Heaven y Happy demostró su puntillosa habilidad para explorarse por dentro. Sonó honesta y visceral, como queriendo asomarse al precipicio sentimental de cada oyente. De ahí que, por momentos, el silencio fuera la única forma de comunicación entre ambas partes. Hubo aplausos, pero la auténtica conexión tuvo lugar cuando la multitud aguantó la última nota de My Love Mine All Mine. Para entonces, el machetazo ya estaba ejecutado. El de Mitski fue el primero de los 55 encuentros que el festival ha organizado en Madrid. Desde 2016, un cartel de alto vuelo compite con las grandes citas estivales. Esta vez, con Sheryl Crow, PJ Harvey y Tom Jones a la cabeza.

Bailes histriónicos

Enfundada en una blusa blanca y un pitillo negro, balanceó su cuerpo en tantas direcciones como personas se plantaron frente a ella. Jugó con el micrófono, pasándolo por su cuello y colocándolo entre las piernas. Saltó, gritó, corrió… Y bailó histriónica, como si de un rito se tratase. Todo ello para recuperar el espíritu del butoh, una danza japonesa que aportó el punto poético exacto a su actuación. Implacable y efectiva, no es de extrañar que se la rifen en los principales festivales del mundo. “¿Estáis bien? ¿Puedo continuar?”, preguntó antes de cerrar el bolo. ¿Una amenaza? Sin duda, teniendo en cuenta la estocada que faltaba por recibir.

Mitski protagonizó el primer concierto de esta edición de las Noches del Botánico.

Mitski protagonizó el primer concierto de esta edición de las Noches del Botánico. / DANIEL GONZÁLEZ

Mitski, junto a sus siete músicos, reservó para el final un arsenal de altura: Fireworks, Nobody y Washing Machine Heart demostraron por qué sus conciertos van más allá de la música. Es curioso que la mayoría de sus temas no superen los tres minutos, pero existe una razón: dada la escasa atención que se destina a las mujeres racializadas, el mensaje debía ser cristalino. Sin medias tintas, directo al estómago. Sólo así logrará que sus canciones le sobrevivan. Una paradoja, sí. Sobre todo, teniendo en cuenta que las compuso para herir de muerte. A lo Tarantino.