LA ENTREVISTA

Eva Martín, actriz: "'La Promesa' es la hermana a escala de 'Downton Abbey'"

"En este momento estamos en una lucha constante para poder conseguir ser respetadas y ser vistas como nos merecemos. Estamos a años luz todavía, y ni te cuento en el audiovisual", apunta la actriz

La actriz Eva Martín, en Madrid.

La actriz Eva Martín, en Madrid. / Alba Vigaray

Ha estrenado en Movistar la serie Galgos. Trabajó en El Comisario, Mar de plástico, Amar en tiempos revueltos. Estudió Filología inglesa, teatro y música. Canta en castellano, francés, inglés y portugués. Y se enfrenta en La Promesa con la protagonista, Jana (Ana Garcés), como Cruz Ezquerdo, una aristócrata sin escrúpulos.

Va usted de marquesona de Luján en La Promesa, una serie en las tardes de TVE bendecida por las audiencias. ¿Por qué cree que es así?

En realidad, si el formato de las telenovelas funciona y el público lo quiere puede continuar. Es verdad que es una apuesta muy importante por parte de Televisión Española y de la productora, Bambú, un intento de hacer una serie diario con una producción mayor, lo que creo que es parte del éxito. Hay algo en la factura de La Promesa, la luz, la ambientación, el trabajo de arte, la peluquería, maquillaje, vestuario, que la hace bonita de ver, y al público le gusta.

Era profesora de inglés y le surgió la llamada del escenario. ¿Vio la luz, como quien descubre su vocación de monja?

[Ríe]. Yo estudié Filología inglesa en la Universidad de Valladolid y dudaba entre esa carrera, Periodismo y Arte Dramático, porque tenía desde antes una asignatura pendiente con el teatro. Pero nunca encontraba espacio para él, porque estuve estudiando música en el Conservatorio y luego jugué al baloncesto durante muchos años. Cuando empecé en la Universidad había allí un aula de teatro, dirigida por Juan Antonio Quintana, ya fallecido. Y me metí, mientras estudiaba Filología.

Con tanto baloncesto previo habrá encestado mucho en la vida.

En el fondo, las mejores canastas para mí suelen ser las cosas más sencillas. Tienen que ver con la gente que te quiere. Mi mejor canasta son mi familia y mis amigos, las relaciones que perduran en el tiempo y donde uno ha invertido más tiempo y más amor, y lo recibe en la misma cantidad.

Volvamos al marquesado. Usted, Cruz, es mala malísima y empieza asesinando al hijo de su marido con un abrecartas. Así, de aperitivo.

Yo, Eva, soy muy distinta a Cruz. La marquesa de Luján es de armas tomar. Llevo a mis espaldas un buen peso, un personaje muy divertido de hacer, es un placer, porque tiene muchas aristas. Hay muchas cruces dentro de Cruz. Es terrorífica, divertida, vulnerable. Una madre muy pesada, pero que por sus hijos hace todo.

El público me odia, así que misión cumplida”. Qué chulita.

Jajaja, al revés, pobrecita de mí, que tengan que odiarme para que yo cumpla la misión. Cuando te toca un personaje de armas tomar, que puede ser difícil para el público, porque tiene momentos terroríficos, hay que asumir que esa pieza del engranaje es necesaria para que la maquinaria funcione. Eso es fundamental para un actor. Solo espero que la gente no me confunda con mi personaje.

¿La Promesa es la hermana pobre de Downton Abbey? Mucha aristocracia, mucho frufrú, mucho casoplón, pero a escala.

Bueno, yo creo que a escala, porque en el audiovisual tener más medios y un presupuesto mayor ayuda a poder hacerlo todo más vistoso. Para lo que tenemos en España podemos estar muy contentos, porque La Promesa tiene muy buen nivel, dentro de lo que es una serie diaria que cuesta mucho hacer. Rodamos a una velocidad vertiginosa y sacamos a los medios todo el jugo posible. Obviamente, Downton Abbey es una serie maravillosa. Los británicos son únicos, sobre todo para estas cosas que tienen que ver con la formalidad.

Curiosamente es una serie de 1913 con fuerte protagonismo de las mujeres y posturas de feminismo ante litteram.

Creo que hay un buen guiño ahí, y está muy bien meterlo en la ficción. Hay personajes que se salen un poco de lo que podrían permitirse las mujeres entonces, como el de Catalina [Carmen Asecas], que representa a esa mujer adelantada a su tiempo, que lucha por derechos de los trabajadores y por los derechos de una mujer soltera. Pero el propio personaje de Cruz es muy curioso, porque ella es feminista por encima de ella, sin darse cuenta. Como hace lo que le da la gana y se pone el mundo por montera, pasa por delante de los hombres también. Es una mujer muy arrogante, y pasa por encima de muchas cosas que debería respetar y que eran propias de hombres.

¿Eva, al margen de su personaje, es feminista?

Por supuesto. En este momento estamos en una lucha constante para poder conseguir ser respetadas y ser vistas como nos merecemos. Estamos a años luz todavía, y ni te cuento en el audiovisual. Lo decimos una y otra vez todas: Necesitamos más representación femenina en todos los lugares de la ficción, empezando por los cargos que deciden. Por mucho que abajo estén las mujeres pegando fuerte, si arriba de todo hay un señor que decide que no, pues se cae el castillo. Necesitamos personajes femeninos que defiendan todo tipo de perfiles y de todo tipo de edades. Porque vamos teniendo más personajes femeninos, pero no tantos a partir de ciertas edades.

¿Usted, a los 50, lo nota?

Eso se nota. Yo soy muy afortunada de tener este personaje.

 La actriz Eva Martín, en Madrid.

La actriz Eva Martín, en Madrid. / Alba Vigaray

En Dolor y gloria, de Almodóvar, hacía de radióloga. ¿Se confirma que quiso quitarle el papel protagonista a Penélope Cruz?

Jajaja. No, eso sería imposible. Lo del papel de Penélope es igual de insuperable que el chotis del alcalde de Madrid en su boda. Ojalá volviera a trabajar con Almodóvar. Tuve un personaje pequeñito, pero para mí fue un placer y un gusto.

Almodóvar ha llegado a reconocer que pasó de la cocaína a la morcilla de Burgos. ¿Usted con qué se coloca?

Yo, sin duda con morcilla de Burgos. Nunca me he dedicado a las drogas y, sin embargo, disfruto mucho de la comida.

Cuando se quita los hábitos de marquesa de inicios del siglo XX toca varios instrumentos, da conciertos en vivo de bossa nova y blues, canta música brasileña con su banda de jazz… Mucho más marchosa.

Hombre, sin duda. Yo soy bastante marchosa. Canto bossa nova desde hace años y tengo un repertorio de world music que me gusta mucho. Me gusta la música de raíz, mezclar idiomas, porque los idiomas en sí son música. Espero poder volver a ello. Tengo mi propio proyecto musical particular. Yo soy muy ecléctica, me gustan cosas muy diversas. No me caso con nada en concreto.

Pues casi sería mejor ser La chica de Ipanema que la marquesa de Luján.

Por supuesto. Ojalá pudiera ser eternamente la chica de Ipanema, con la piel dorada…

Protagonizó en el cine Pan de limón con semillas de amapola (2021), que dirigió Benito Zambrano. Cuenta las relaciones entre las hermanas, y hay un clan de mujeres que sostiene la historia. ¿Qué tal se lleva con las mujeres?

Pues somos cuatro hermanas y yo soy la cuarta niña. Si no me relaciono bien con las mujeres, mal lo llevo, porque he heredado todo de ellas. Literalmente [ríe]. La primera vez que me compraron un vestido único, que me compraron solo a mí, tenía doce años. En las ocasiones como bodas, bautizos y comuniones íbamos vestidas iguales las cuatro. Las mujeres que me rodean son el gran tesoro que tengo, porque entre todas hacemos familia, hacemos una red que nos dura toda la vida. Los hombres podrían aprender un poco de cómo nos relacionamos las mujeres. Nos escuchamos, para empezar. Yo veo a los hombres mayores y me da mucha pena, porque cuando se quedan viudos les ves más solos, más desconectados, no se cuentan lo que les pasa. Y las mujeres mayores se quedan viuda y hacen pandilla, se van al teatro, se van de viaje, quedan a tomar el café y se cuentan cómo están, se ayudan. Es otra cosa. Cuando llegamos a mayores, la red que tejemos las mujeres a lo largo de la vida surte su efecto, gracias a que hemos hablado muchas horas. Tengo mucha suerte, porque tengo buenos amigos, pero muy buenas amigas, una familia estupenda. Realmente soy una persona muy afortunada en el entorno cercano y sólido de amor de ida y vuelta.

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