MÚSICA

Ana Mena, Aitana y, ahora, Rigoberta Bandini: ¿vuelve el pop italiano a reinar en España?

Las estrellas patrias de la música comercial miran hacia el país vecino en busca de inspiración y colaboraciones 

Rigoberta Badini junto al dúo Colaspece Dimartini.

Rigoberta Badini junto al dúo Colaspece Dimartini. / ARCHIVO

En Italia, la música melódica es un patrimonio que ni el tiempo ni las modas parecen capaces de socavar. Esa impronta se contagió a la España de los 60, en la que Rita Pavone, Mina, Tony Renis o Jimmy Fontana sonaron de manera insistente en guateques y salas de baile. Raffaella Carrà estableció una presencia desde mediados de los 70 que se mantendría durante décadas. Ya la segunda mitad de los 80, con las incursiones en castellano de Franco Battiato y Eros Ramazzotti prepararían unos 90 en los que éste último, Nek o Laura Pausini se asentarían como "artistas locales", con un penúltimo estertor del meloso pop italiano a cargo de Tiziano Ferro con su Rojo relativo.

Ha habido que esperar casi dos décadas a que Italia se vuelva a asomar por lo que queda de la radiofórmula en España, con el éxito de Ana Mena y su versión del Musica leggerissima del dúo Colapesce Dimartino, convertida aquí en Música ligera. El círculo, por el momento, lo cierra el mismo dúo, que ha contado con Rigoberta Bandini para lanzar su single Splash en nuestro país. Entre ambas, Aitana (Mariposas, con Sangiovanni), Omar Montes (Pa ti, con Baby K) o Beret (Superhéroes, con Mr. Rain) son algunos de los artistas de aquí que han estrechado lazos con artistas de allí, popularizando una fórmula que, por ahora, está dando resultados.

“Nuestras raíces musicales son diferentes a las de Rigoberta, pero descubrimos su música con la canción Too Many Drugs durante la pandemia. Cuando decidimos grabar Splash para el mercado español, pensamos en ella”, cuentan Colapesce Dimartino. Para el dúo, además, pesó en la decisión lo bien que funcionó la versión que Ana Mena hizo de Musica leggerissima, que surgió de una manera muy natural: “Nos escribió nada más escucharla durante el festival de Sanremo para decirnos que le había impactado la canción. La música es un lenguaje universal y siempre hemos creído que nuestras canciones pueden hablar a cualquiera. Nos encanta cómo España, en particular, está respondiendo a nuestro trabajo. Nos encantaría llevar esto más lejos y esperamos poder venir a tocar en directo".

Lorenzo Urciullo y Antonio Dimartino, juntos desde 2020 en el proyecto Colapesce Dimartino, encarnan la tradición de la música melódica italiana con un lavado de cara actual. Habituales en el festival de San Remo y con éxito masivo en su país, han buscado una internacionalización de su música a la que muchos de sus compatriotas no se habían atrevido. Algo que, como explican, está cambiando: “Aparte de los proyectos más mainstream, hay muchos proyectos underground y alternativos que están funcionando bien en el circuito internacional de festivales, como Daniela Pes o Nu Genea, y están enraizados en la misma tradición mediterránea de la que forma parte España”.

Una industria musical robusta

El periodista cultural Felipe Cabrerizo se ha especializado en analizar y poner el valor la música popular lejos de la órbita anglosajona a través de artículos y biografías de Serge Gainsbourg, Johnny Hallyday, Jane Birkin o Loquillo. Su libro más reciente, María Dolores Pradera: déjame que te cuente, junto a Santiago Aguilar, es un monumental repaso a la vida y obra de la artista. Cabrerizo destaca cómo la salud de la industria italiana “sigue siendo envidiable. Y mucho más su alcance popular, pues pase lo que pase los italianos no dejan de entender su música como un fenómeno de celebración colectiva, lo que unido al gran respeto que muestran por sus artistas da un ecosistema que puede hacer llorar hasta al más bregado de los españoles”. El periodista reflexiona: “¿Quién quiere celebrar un momento divertido en una fiesta popular, no digamos ya un triunfo futbolero, cantando en un idioma que no es el suyo? Allí las cosas se celebran y se viven con canciones de Celentano o de Jovanotti, como es normal. Ni tan siquiera los años del punk, la new wave o el indie dejaron espacio para el inglés en la música italiana, como tanto pasó por aquí”.

Felipe Cabrerizo marca el último punto de ruptura musical entre España e Italia con “la llegada apresurada de lo que aquí se llamó en los 80 modernidad, que encumbró como modelo único la música hecha en inglés, tanto en Estados Unidos como en Inglaterra, y no dejó espacio para nada más que no fuera lo local”. A partir de ese momento, señala, “cualquier música que hubiera formado parte de la cultura popular en momentos anteriores pasó a ser considerado reducto del pasado, desapareció del imaginario y allí se cayó de la ecuación tanto la música italiana como la francesa. El golpe de gracia llegó cuando Los 40 Principales, que por aquel momento era el principal cauce de transmisión musical en todo el país, se sumó a todo aquello: ahí se acabó todo”. Los que sobrevivieron fueron quienes mantuvieron la tradición de grabar sus discos en castellano, encabezados por Franco Battiato tras el que llegaron “cantantes que hicieron de España un mercado tan importante para ellos como Italia a fuerza de venir una y otra vez a actuar y promocionar sus discos”.

Buscar nuevas oportunidades

El periodista y escritor añade, además, argumentos para esta renovada amistad hispano italiana, destacando “la voluntad de cantantes españoles por entrar en el mercado italiano dado el apocalipsis en el que está envuelto el nuestro. Salvo alguna excepción, viendo los implicados no creo ni que haya la más mínima intención en buscar vías creativas en ese pozo sin fondo de música que es Italia ni que ninguna de estas colaboraciones esté abriendo espacio para cantantes italianos en nuestro país”. La presencia de Ana Mena en el festival de San Remo, evento que sigue contando con una enorme popularidad en Italia, sería buen ejemplo de ello.

A Cabrerizo, sin embargo, el festival, en aparente renacimiento, no le interesa nada ya que “nada queda de su etapa dorada”, puntualiza, y añade su temor de que quien lo ha puesto en marcha sea “la misma gente que pone en valor cosas como Eurovisión o el Festival de Benidorm”. El periodista subraya cómo “aquella apuesta por las composiciones y el lanzamiento de cantantes que pudieran labrarse una carrera sólida ya no forma parte de algo que no es sino una megaoperación de marketing repletita de horrores kitsch en el que hay que sacar el microscopio y muy buena voluntad para localizar una canción no ya buena sino apetecible ni un artista que pueda augurar nada concreto”.

Cabrerizo sí destaca cómo en la música del país transalpino, emplear el idioma autóctono “es allí norma básica”, y que la querencia por lo melódico “es una tradición que viene de cientos de años atrás que no tiene visos de cambiar”, cosas ambas que celebra: “Me parecen estupendas, por ver que los italianos siguen manteniendo con orgullo su tradición cultural como un rompeolas frente a esta homogeneidad tan aburrida que nos persigue”.