Crítica de 'Vidas perfectas': duelo de instintos maternales

Vidas perfectas, debut en la realización del director de fotografía francés Benoît Delhomme, es un remake casi idéntico de la producción francobelga Instinto maternal (2018). ¿Tiene sentido realizar una nueva versión de un filme con apenas siete años de vida sin aportar cosas diferentes? El único interés de este filme es la presencia de dos actrices estadounidenses mucho más conocidas que las del filme original, Anne Hathaway y Jessica Chastain, que son asimismo productoras. La película está diseñada para ellas y ambas responden con acertadas interpretaciones en personajes de trazo grueso pese a las complejidades psicológicas que se les supone.

Cambia la época, ahora en los Estados Unidos de los primeros 60, cuando John F. Kennedy causaba fascinación y dudas por igual. Delhomme, que además de dirigir se responsabiliza del trabajo de fotografía que recrea los ambientes de la burguesía estadounidense de la época, se muestra demasiado cauto para lo que propone la historia, un duelo frontal entre dos madres después de que el hijo de una de ellas muera en un accidente. La historia tiene algo de grand guignol al estilo de Las diabólicas, así que el director de aquel filme de los 50, o cineastas actuales con similar vocación por la desmesura, podrían haberle sacado mucho más partido.