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Iwan Baan, el fotógrafo que retrata la arquitectura como un organismo vivo

El Museo ICO acoge una muestra del holandés, uno de los más importantes fotógrafos de arquitectura del mundo. Su obra, siempre preocupada por el urbanismo, la sociología o la historia, subraya la relación entre el espacio construido y quienes lo habitamos

Iwan Baan, 'Teatro Nacional de Taichung, Taiwán, 2016.'

Iwan Baan, 'Teatro Nacional de Taichung, Taiwán, 2016.' / Iwan Baan

Jacobo de Arce

Jacobo de Arce

Es uno de los fotógrafos de arquitectura más respetados del mundo, aunque el foco de su trabajo, dice, son las personas más que los propios edificios. La exposición dedicada a Iwan Baan (Alkmaar, Holanda, 1975) que acoge hasta el 8 de septiembre el Museo ICO ofrece un completo recorrido por su obra, en la que tienen el mismo protagonismo las instantáneas de construcciones de vanguardia perfectas para integrar un elegante coffee table book que las grandes perspectivas aéreas de metrópolis en EEUU o en Azerbaiyán, con sus miles de coches o seres humanos diminutos, o que las iglesias coptas excavadas en roca en Etiopía, con el blanco de las túnicas de sus peregrinos destacando sobre la piedra arenisca rosácea. El trabajo de Iwan Baan muestra siempre algo tan estático como la arquitectura lleno de vida, de movimiento. De interacción con unos seres humanos que la utilizamos para vivir, para trabajar, para comerciar, para divertirnos, para rezar... Incluso cuando una construcción aparece sola y vacía en alguna de sus imágenes, es fácil adivinar lo que sucede dentro, cuáles es el uso para el que fue concebida, cómo podría sentirse uno en su interior o cuál sería su tacto al rozar con nuestra piel.

Explicaba el fotógrafo durante la presentación en Madrid de Iwan Baan. Instantes en la arquitectura, una iniciativa del Vitra Design Museum que llega a la capital como parte de PHotoESPAÑA 2024, que le gusta combinar esos "primeros planos de gente con arquitectura de fondo con planos aéreos en los que la arquitectura casi desaparece". Hay en Baan un interés por la forma y el diseño, pero también por la sociología, la economía o la historia: de los problemas en la frontera entre EEUU y México a los costes que supone la urbanización forzosa de territorios que fueron hasta hace nada rurales en continentes como el africano o el asiático. Ambas elementos se van entrecruzando a lo largo de toda su obra, un trabajo que a menudo realiza con un propósito documental, como si quisiera dejar constancia de cuál es la evolución del mundo y del ser humano poniendo la mirada en cómo este modifica el espacio.

Iwan Baan, retratrado antes sus grandes fotos aéreas en la exposición del Museo ICO.

Iwan Baan, retratrado antes sus grandes fotos aéreas en la exposición del Museo ICO. / José Luis de la Parra

De la mano de Koolhas

Baan se inicio en la fotografía de arquitectura en 2004. Fue entonces cuando conoció a su paisano, Rem Koolhas, y comenzó a trabajar en los proyectos que su despacho, OMA, uno de los gigantes mundiales de la arquitectura y el urbanismo, estaba construyendo en diferentes lugares del mundo: la Biblioteca Central de Seattle, la Casa de la Música de Oporto... Creaciones en las que el fotógrafo reconoció desde el primer momento la capacidad que tenían para hacer partícipe a la gente. El salto cualitativo vino casi de inmediato, cuando de la mano del superarquitecto se trasladó a China para dar cuenta de los proyectos faraónicos que OMA tenía en el gigante asiático, por entonces un país en plena transformación que se preparaba para acoger los Juegos Olímpicos de 2008. Allí estuvo fotografiando el progreso de obras como las del Estadio Olímpico o el complejo central de la radiotelevisión china (CCTV), "con 10.000 trabajadores trabajando en esa estructura gigantesca con sus propias manos y viviendo dentro de la obra, en barracones", contaba el fotógrafo.

Iwan Baan, 'Sede de la CCTV, Pekín, China, 2011'.

Iwan Baan, 'Sede de la CCTV, Pekín, China, 2011'. / OMA | Iwan Baan

Las imágenes de obreros con cascos de colores perdidos en gigantescos descampados entre bosques de grúas, trepando por estructuras metálicas como de ciencia ficción, subidos a torres desde las que se pueden ver los enormes esqueletos de los edificios que esperan a ser construidos a sus pies, son un documento muy valioso sobre cómo un país se asomó a la modernidad casi de la noche a la mañana, poniendo el ojo en detalles como "la desconexión entre los inmigrantes que venían del campo y esas estructuras gigantescas". Un trabajo que culminó fotografiando también la transformación de ciudades más pequeñas en el norte del país, cerca de la frontera con Mongolia, que pasaron de ser núcleos urbanos anclados en el pasado a urbes modernas "donde trabajaban despachos de arquitectura de todo el mundo, porque entonces China todavía era un país abierto a la globalización. Ahora la atmósfera es completamente distinta", decía Baan, que acaba de visitar el país una vez más hace pocas semanas. La geopolítica también tiene un espacio en su obra.

La sección dedicada a China ocupa la planta baja del ICO, un espacio que comparte con los trabajos que ha hecho de encargo, y en los que se combina la belleza formal de edificios de vanguardia como el Serpentine Pavillion de Londres con las grandes perspectivas de ciudades como Hamburgo o Hong Kong, en las que uno tiene que buscar respectivamente, como buscaría a Wally, edificios emblemáticos como la Elphilarmonie o el museo M+, ambos de Herzog & De Meuron. Un poco más allá, una imagen muestra en primer plano a una familia mexicana que tiene detrás las planchas de hormigón que conforman la Capilla Abierta de la Gratitud, en Jalisco. Es como si el fotógrafo realizara un permanente trabajo de zoom: del edificio individual a la urbe y vuelta al ser humano que habita esos territorios y que utiliza esos espacios.

Iwan Baan, 'Biblioteca Beinecke, New Haven, EE.UU., 2017'.

Iwan Baan, 'Biblioteca Beinecke, New Haven, EE.UU., 2017'. / Iwan Baan

La huella humana

Si las decenas de imágenes que ocupan esa planta baja ya sobrecogen, no es menos espectacular lo que espera arriba. En la sección Ciudades, uno de los muros de la sala está ocupado, casi de suelo a techo, por unas gigantescas fotos aéreas de las grandes metrópolis del mundo. Se suceden Tokio, Los Ángeles, Sao Paulo, Nueva York... Uno se siente muy pequeño ante las dimensiones que ha alcanzado lo construido por el ser humano. "Aquí la arquitectura está al fondo, porque lo que me interesa mostrar es cómo las ciudades han crecido en conexión con la política, con el urbanismo, con la historia...", explicaba Baan. Uno de los displays de esta zona de la exposición muestra fotos de dos ciudades con nada y mucho en común, Roma y Las Vegas: "En Roma nada ha cambiado en 50 años, en Las Vegas en cambio ha cambiado todo". La comisaria de la exposición, Mea Hoffmann, añadía que en ese proyecto concreto también se pretende poner de manifiesto "lo que es auténtico y lo que es copia", con imágenes de edificios de la capital del juego que tratan de reproducir la arquitectura clásica de la ciudad eterna.

Vista de la exposición.

Vista de la exposición. / José Luis de la Parra

Dentro de su interés por la historia, Baan ha fotografiado esas ciudades modernas ya legendarias diseñadas en países en desarrollo, proyectos casi utópicos como los de Niemeyer y compañía en Brasilia o Le Corbusier en Chandigarh (India). Instantáneas que recogen la voluntad de dar un salto en la historia, de pasar de golpe de una era a otra. Contrastan con las que, más centradas en las tradiciones y en las construcciones informales de la sección Continuidades, muestran templos japoneses, construcciones de barro en China, las mencionadas iglesias excavadas en roca de Etiopía o las construcciones textiles que levantan los peregrinos que acuden cada 12 años al festival Kumbh Mela en la India: una de ellas recuerda vagamente a los rasgos de un Taj Mahal, pero hecho en tela de color rosa.

Iwan Baan, 'Biete Ghiorgis, iglesia excavada en la roca, Lalibela, Etiopía, 2012'.

Iwan Baan, 'Biete Ghiorgis, iglesia excavada en la roca, Lalibela, Etiopía, 2012'. / Iwan Baan

Baan se detiene en otro ejemplo, uno de sus trabajos más célebres: el de la Torre de David en Caracas, con el que se llevó el León de Oro de la Bienal de Arquitectura de Venecia en 2010. Un viejo rascacielos de oficinas "que durante muchos años estuvo abandonado, hasta que la gente empezó a ocuparlo. Casi la mitad de la población de Caracas vive en arquitectura informal. Aquí encontraron una estructura que podían usar y ahora viven 3.000 personas. No hay ascensores, pero construyeron baños, cocinas, dormitorios... Un pequeña ciudad con lo que tienen las ciudades: tiendas, gimnasio. Una ciudad construida de manera informal". No hay mejor expresión de que la arquitectura, aunque esté construida en acero u hormigón, no deja de ser un organismo vivo.