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Pol Guasch, escritor: “Hay todavía en mucha relación marica un miedo profundo a la entrega amorosa. Un cinismo que es una condena”

Poeta y novelista, el autor catalán publica en castellano ‘En las manos, el paraíso quema’, su segunda novela tras ‘Napalm en el corazón’ 

El escritor Pol Guasch, en Madrid.

El escritor Pol Guasch, en Madrid. / Xavier Amado

La primera voz que habla tiene veinticuatro años y nos dirá que su cuerpo está dentro de un ataúd de pino prensado sin barnizar, que su historia trata del tiempo que no vuelve, que el vigor y la belleza desaparecen muy deprisa y que somos porque los demás nos recuerdan. Se llama Líton y nos contará que él era de la ciudad y que al pueblo llegó porque sus padres compraron una casa, que hacía muchos años que ya no llovía y “la tierra tenía más sed que cien perros que han ladrado toda la noche”, que antes de que llegaran los incendios iba a ese pueblo los fines de semana y que allí conocerá a Rita, que vivía en la Colonia, un puñado de casas de mineros en la montaña, y que supo que su dolor salvaje era también el suyo. Líton y Rita se harán amigos y ninguno de los dos pronunciará la palabra padre, la palabra infancia y la palabra futuro. Y Líton dirá que esta será una historia desordenada, porque las historias, si se ordenan, se convierten en mentiras, y que estará construida sobre cuatro pilares.

“El amor, la amistad, la familia y la tierra”, dice Pol Guasch (Tarragona, 1997), autor de esta historia llamada En las manos, el paraíso quema (Anagrama), recién traducida al castellano, su segunda novela tras Napalm en el corazón y los poemarios Tanta gana y La parte del fuego. En ese último libro, publicado en 2021 por Ultramarinos, Guasch ya escribió que “huir era lo más bello que teníamos (…) nosotros huíamos de nosotros, ya lo sabemos, como quien huye del pasado armado de un fusil”. Y de eso va esta novela fragmentada, desordenada, ambiciosa en lo formal y profundamente poética: de gente joven, cansada y enferma de melancolía, de sus ganas de huir de un mundo convertido en páramo quemado y de su incapacidad de imaginar un futuro que se han jurado no pronunciar.

“Líton y Rita tienen el deseo de crear una historia propia y compartida, no solo tienen el deseo de huir de un dolor y una melancolía histórica, de una tristeza heredada, sino que quieren crear su propia narrativa. Y en ese deseo de crear su propia narrativa está el deseo también de crear su propia tristeza”, explica Guasch a ese diario. Esa narrativa propia que ambos persiguen estará vinculada a la tierra, “porque ambos son muy conscientes de que la tierra donde han nacido marca no solo sus deseos, sino también sus frustraciones, su recuerdo, su pasado y un montón de cosas que no han vivido, que laten en su memoria sin haberlas conocido, están ahí, heredadas, y son conscientes de que el trozo de tierra que habitan marca profundamente su existencia”.

Esa tierra que habitan es una tierra quemada, un paisaje que Guasch construye en un tiempo y un lugar sin determinar, un universo de incendios y ceniza que remite a un futuro yermo y de crisis climática pero que él concibe como presente. “Ese paisaje al límite es un reflejo de unas vidas también al límite que intentan construir esperanza en un escenario donde la esperanza no es obvia y no es fácil de imaginar, y a mí me gusta pensar que no es el futuro, sino que es el presente. Quiero pensar que la tierra yerma forma parte de un presente con el cual todavía podemos hacer cosas, ¿no? Y el pensamiento utópico, acrítico, que solo imagina mundos maravillosos que podríamos vivir en el futuro me parece profundamente capitalista e incluso nostálgico. Creo que hay que hacerse cargo de un presente yermo para poder imaginar futuros que tengan en cuenta que lo que hay es lo que hay”.

P. ¿Qué está arrasado en ese presente?

R. Muchísimas cosas, pero sobre todo el deseo. Podríamos hablar de una manera de entender el amor, las relaciones, el trabajo, los vínculos, la relación con la tierra, con el paisaje, pero lo que más duele que se queme es el deseo. Estos personajes se resisten a que su deseo sea negado de antemano. Y ahí está la esperanza de la novela.

P. En el deseo.

R. En la insistencia, en insistir.

P. La amistad, el gran tema que articula esta novela, es también un contenedor de deseo, ese de estar y vincularte con el otro.

R. Y el deseo también de mirar algo compartido. En algún momento de la novela se dice que lo importante no era él ni era ella, sino era esa tercera cosa que miraban juntos. Ahí está. La amistad, al final, es una forma de estar en el mundo, de vincularse con las cosas, es una manera de decir, yo quiero ver el mundo y quiero relacionarme con el mundo no de una manera individual y solipsista, sino a través también de la mirada del otro. La amistad es una forma de deseo, lo que pasa es que nos pensamos que solo el amor lo es.

P. Simone Weil dice que no existe la amistad donde hay necesidad.

R. No estoy de acuerdo. Quién soy yo para desmentir a Simone Weil, pero ¿sabes qué pasa? Que las concepciones de la amistad están tan romantizadas… Te hacen pensar que es algo puro, un vínculo que pasa por una relación libre, desinteresada, sin matices, que solo hay ese deseo del que hablábamos. Y yo creo que no, que la amistad está atravesada por un montón de cuestiones que también tienen que ver con no querer estar solos en el mundo, con la necesidad de no estar solos, y eso no es algo malo.

[Frente al amor], tengo la sensación de que la amistad es una relación que todavía no está tan connotada, que todavía no está tan llena de información, de contenido, en la que todavía hay un espacio imaginativo"

P. Los personajes de la novela buscan construir su propia identidad y creo que, en ese proceso, la amistad es mucho más importante que el amor, y que esa elección de quiénes te acompañan y son tus amigos es mucho más política que la del amor.

R. Estoy de acuerdo. Y creo que eso pasa porque en la amistad todavía hay más espacio prediscursivo. Muchas veces tengo la sensación de que cuando estamos amando a alguien, en un sentido romántico, no hay espacio imaginativo, estamos simplemente cumpliendo prejuicios, expectativas, códigos… Cuando he querido a alguien me he preguntado ¿quiero a esa persona o quiero la forma de querer a esa persona o como los otros quieren que yo quiera a esa persona? En cambio, tengo la sensación de que en la amistad todavía hay, y no sé hasta cuándo, un espacio más ancho para crear discurso, es una relación que todavía no está tan connotada, que todavía no está tan llena de información, de contenido, en la que todavía hay un espacio imaginativo. Yo llego a esta historia diciéndome a mí mismo que he escrito una novela sobre el amor, que es Napalm en el corazón, pero tengo la sensación que hay algo todavía más importante en mi vida, que es la amistad, porque siento que con mis amigas he podido construir y decidir nuestro vínculo. En cambio, con el amor no he tenido esta sensación.

P. También creo que las rupturas de amistad son mucho más dolorosas a veces que las del amor y apenas hay ficciones sobre ese desgarro.

R. Es que cuando un amigo se va, se lleva una parte de ti que ya no volverás a recuperar nunca. En un momento de la novela, cuando Líton y Rita se separan, él dice, ¿qué ángulo de mi cuerpo no veré ahora que Rita ya no lo mira? Cuando un amigo se va, se lleva una parte de nosotros, pero también se lleva una parte de la historia compartida, lo que duele de una amistad es que cuando un amigo se va...

P. Algo se muere en el alma, como la canción.

R. Sí, totalmente, y creo que eso pasa porque hay una enmienda total a tu ser. Cuando vivimos un duelo amoroso sentimos que puede haber alguna explicación, se ha enamorado de otra persona, el deseo del cuerpo se ha volatilizado, no lo sé, mil motivos. En cambio, en una ruptura amistosa la enmienda es radical, es total, es global. Es como que se separa de mi ser porque mi ser ya no le aporta nada. Yo creo que el duelo amistoso duele muchísimo no solo porque no tenemos los recursos para afrontarlo y hacernos cargo colectivamente de eso, sino porque es una enmienda a la totalidad.

Pol Guasch, el día de la entrevista.

Pol Guasch, el día de la entrevista. / Xavier Amado

P. En su primera cita, Líton y Rita se van a un invernadero en mitad de la nada a observar abejas, a meterse en ese universo de zumbido eterno... Y esa imagen es potentísima.

R. Supongo que tiene que ver con las cosas invisibles o imperceptibles que sostienen nuestra realidad, nuestros pequeños mundos. Y también con un momento social actual en el que hemos desgastado discursivamente cosas como el amor, los cuidados o incluso la amistad. Por ejemplo, los cuidados antes se daban como en un núcleo muy limitado, casi podías tocar a la gente que te cuidaba, pero hoy ya no sabemos quién nos está cuidando, no sabemos quién nos sostiene en un mundo cada vez más abstracto, más globalizado, más algorítmico. La imagen de la abeja es una forma de reivindicar lo tangible detrás de lo abstracto, que hay agentes muy particulares, muy concretos y muy invisibles también que hacen que nuestros mundos se sostengan tal como los conocemos. Y esa idea de que el día que no haya abejas perderemos toda la fauna y la flora también viene a decir que cada cosa que habita el mundo es importante, que cada cosa es valiosa.

P. ¿Por qué están todos tan cansados en esta novela?

R. Porque no pueden imaginar. El cansancio, como todos los sentimientos y los sentidos físicos, no es una cosa abstracta, global y universal, hay muchos tipos de cansancio y no todo el mundo lo siente de la misma manera. En el caso de Rita hay una cuestión de clase muy obvia y en el caso de Líton hay un desarraigo profundo. Sus cansancios son diferentes porque mundos diferentes los han visto crecer, pero tienen un cansancio compartido, que es el de sentir que no hay espacio para la imaginación, que intentan constantemente imaginar y no pueden y no saben. Imaginar qué mundo queremos vivir, qué mundo desearíamos tener, no es algo tan fácil.

Me he dado cuenta que de lo que escribo, de lo que quiero escribir y de lo que no puedo huir al escribir, es de la familia. Creo que la familia es el origen de todo mal y de todo bien a la vez"

P. Sus personajes niegan la infancia o la familia como arcadias a las que volver, están todo el tiempo a la intemperie, desprotegidos. ¿Por qué?

R. Yo pensaba que estaba escribiendo sobre amor, que estaba escribiendo sobre amistad, sobre mundos, sobre futuro. Y con el tiempo me he dado cuenta que no. Que de lo que escribo, de lo que quiero escribir y de lo que no puedo huir al escribir, es de la familia. Creo que la familia es el origen de todo mal y de todo bien a la vez, y me parece que estos personajes, que están intentando huir de un paisaje, de unas casas, de unos orígenes, no hacen otra cosa que intentar huir de su familia, porque creo que intuyen que en ese espacio o en ese tiempo se volcaron en ellos todas las herramientas con las cuales podían ver la realidad. A mí lo que me fascina de la infancia es que recuerdo muy poco de la mía, pero a la vez soy consciente de que todo lo que me pasó entonces me persigue y es muy imposible separar eso de mis personajes. Ellos están intentando entender un montón de cosas que no recuerdan, y para mí ahí está el dolor, ¿no? La felicidad y la infelicidad de la infancia después son sólo relatos que construimos sobre esos momentos originales y los recuerdos que yo tengo de mi infancia son relatos fundados, relatos que he convertido en recuerdos. Y que esa etapa tan larga y tan fundacional sea a la vez tan borrosa es algo que me inquieta.

P. Su novela está cargada de silencio, un silencio, además, de muchos tipos.

R. Sí, porque no me asusta y porque a mí el silencio me ha salvado, en contra de esa idea de que el silencio es solamente dolor o incomunicación, el silencio también es un espacio larguísimo donde construir. Para mí, el silencio ha significado descanso.

P. ¿De qué le ha salvado, de qué le ha permitido descansar?

R. Supongo que de tener que estar todo el rato llenando de sentido, connotando, hablando, opinando, posicionándome. El silencio para mí ha sido un espacio donde he podido huir y construir mis propios imperios, mis propias, no sé, dinastías. Y no por eso ha sido menos doloroso, porque pensar que hay espacios que son solamente dolorosos y espacios que son solamente luminosos me parece algo como muy fácil.

P. Líton morirá enfermo de SIDA. ¿Por qué le interesaba recuperar la memoria histórica de esta enfermedad?

R. No solo porque podemos hablar de lo que no hemos vivido, sino porque tenemos que hablar de lo que no hemos vivido. Y porque, al final, estos personajes están buscando qué es lo que está en ellos y no han vivido. He leído tantas historias reales, me he documentado tanto sobre este tema que necesitaba entender qué quedaba de eso en mí, en mi entorno, y la intuición es que los años de dolor, de pérdida súbita y de todavía más estigmatización, que son los años del SIDA, han marcado una forma particular de amar. Y eso me obsesiona. O sea, que todavía el amor marica esté atravesado por una cosa que no vivimos, me persigue.

P. ¿Identifica ese miedo en su vida?

R. Creo que sí. Hay todavía en mucha relacionalidad marica un miedo profundo al afecto, a la entrega amorosa, al vínculo necesario. Creo que nos hemos instalado en un cinismo y en una desafección que muchas veces nos pensamos que es escogida, y yo creo que no lo es tanto, que es una condena, no nos estamos dando cuenta que nos condenan a una relacionalidad volátil, desafectada, puramente física y alejada de lo amoroso.

P. Sus personajes están instalados en la melancolía, pero también en la nostalgia y eso, que no propone nada emancipador ni transformador, lo vincula a una generación de gente joven. ¿Es consciente de que es un lugar problemático?

R. Yo creo que igual que la infancia es una sombra que nos persigue, ellos saben que la nostalgia es otra sombra que los acompaña. Al final se trata de saber cuáles son las sombras que van contigo, y es verdad que también son nostálgicos por momentos, pero lo que son, sobre todo, es melancólicos. Porque saben que es un sentimiento histórico del cual no pueden huir. Tiene mucho que ver con lo que hablábamos de la distopía y la utopía. Es decir, no obviar que la melancolía es el marco de la realidad, no pueden huir de eso y ese tablero de juego es melancólico. Y si es así, vamos a entender qué nos pasa. Vamos a imaginar qué podemos construir en este terreno, en este espacio. O sea, hay cosas que se daban por hechas que dejarán de existir, y eso les pasa a estos personajes, pero eso también me pasa a mí y a mis amigas. Crecimos en una arcadia en la cual todas las cosas que eran obvias han dejado de serlo. Vale, pues abracemos esto. Hagamos algo con esto. Pero no nos entreguemos al cinismo, por favor, ni a la desesperanza ni a la tristeza. No significa que se haya terminado todo. Se ha terminado un mundo. Pero empiezan otros nuevos que serán diferentes, y también pueden ser maravillosos. Es que tengo esperanza, te lo juro.

P. Imagino que ya está escribiendo su tercera novela…

R. Sí, y esta vez la familia va en serio, esta vez la familia es el centro, origen y final de todo. A lo mejor en unos meses la cosa cambia muchísimo, pero ahora mismo es ese sitio.