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De los transformistas del XIX a 'Drag Race': un viaje a la historia de la España travesti

A pesar de la persecución sufrida por el franquismo y del desprecio de la alta cultura, el transformismo ha demostrado ser una propuesta artística cuya historia merecía ser contada. Anto Rodríguez ha cubierto ese vacío con su ensayo '¡Eres tan travesti!'

Fotograma de la película de Imanol Uribe 'La muerte de Mikel' (1983).

Fotograma de la película de Imanol Uribe 'La muerte de Mikel' (1983). / Cedida

En 1969, el poeta Joan Brossa y el pintor Antoni Tàpies organizaron en la barcelonesa Sala Gaspar una exposición dedicada a la figura de Leopoldo Frégoli. Nacido en Roma en 1867, este transformista italiano había sido uno de los fenómenos artísticos más importantes de la Barcelona de principios del siglo XX, gracias a su pasmosa habilidad para cambiar de apariencia en sus actuaciones e imitar múltiples voces.

A pesar de ser considerado un pionero del surrealismo por Joan Brossa y de haber dado nombre a un desorden neuropsiquiátrico —el síndrome de Fregoli, por el cual el paciente cree que las personas de su entorno han sido suplantadas por desconocidos—, la figura del italiano y del transformismo en general no ha sido suficientemente valorada. Mientras los críticos eruditos se han mostrado despreciativos con un arte con particularidades propias, la sociedad bienpensante se ha sentido amenazada y confundida ante unos artistas cuya propuesta jugaba con la ambigüedad sexual y proponía nuevas formas de deseo.

La Gitana Dora, célebre transformista de principios del siglo XX.

La Gitana Dora, célebre transformista de principios del siglo XX. / Cedida

"Cuando en un espectáculo me dirijo a un hombre, su mujer le dice por lo bajo '¡Que es un tío!'. ¿Es que tienen celos? Me río mucho", declaraba la vedette transexual Lorena Capelli en una entrevista en la revista Lib rescatada por Anto Rodríguez en ¡Eres tan travesti! Breve historia del transformismo en España (Egales, 2024), ensayo que repasa la historia de esta disciplina artística desde el siglo XIX hasta la actualidad. A pesar de su rigor historiográfico, Rodríguez no ha querido renunciar a ese tono lúdico y cercano que siempre ha rodeado a este arte, para lo cual ha reproducido intercalados en el texto algunos de los números de los diferentes artistas, de sus interacciones con el público y de sus canciones.

"Mi intención era que el libro fuera leído en voz alta. Quedar con las amigas para leerlo, escuchar alguna de las canciones que se mencionan, poner algunos de los vídeos que están en YouTube, reírte de los chistes o hacer comentarios sobre lo que se cuenta", explica el autor que, a la hora de enfrentarse a este tema, ha encontrado serias dificultades con las fuentes de información. "Es complicado contrastar los datos relativos a las vidas de los transformistas porque son historias que han estado muy ficcionadas por sus propios protagonistas. A esto se suma que la historia hegemónica, aunque está más documentada, tampoco se aleja de esa ficción y de esas invenciones que se hicieron sobre estos artistas", reconoce.

Mirko se hizo célebre cantando tangos y cuplés en la Barcelona del cambio de siglo.

Mirko se hizo célebre cantando tangos y cuplés en la Barcelona del cambio de siglo. / Cedida

-Estas limitaciones han hecho que Rodríguez haya tenido que encontrar una nueva forma de contar la historia del transformismo, basada no tanto en documentos convencionales como en los recuerdos y la labor de los fans. "Reivindicar el papel de la fan como historiadora me parece muy importante porque han sido ellas las que han recopilado en sus álbumes fotografías, recuerdos y testimonios directos desde el momento en que formaban parte de las redes de apoyo que ayudaban a estos artistas a sobrevivir", explica Anto Rodríguez que, a la hora de enfrentarse al proyecto, también tuvo que lidiar con dificultades de naturaleza ética. "Para mí fue un gran problema resolver cómo no invadir espacios, como no apropiarme de esos discursos y respetar que esos espacios fueran ocupados directamente por estos artistas. No quería tener esa posición paternalista de “dar voz” que surge de una posición de privilegio. Por eso, me gustaría que este libro fuera un comienzo que facilitara que las transformistas cuenten su propia historia, porque necesito conocer esas vivencias en su propia voz".

Anto Rodríguez, autor del libro.

Anto Rodríguez, autor del libro. / Cedida

Una España de travestis y toreros

Después de una época de esplendor a principios del siglo XX, el transformismo español quedó marcado, como sucedió con todos los aspectos de la vida, por la Guerra Civil y la dictadura. Desde 1939 y hasta la llegada de la democracia, los artistas tuvieron que sortear con creatividad e ingenio las restricciones impuestas por unas autoridades que, al tiempo que cuestionaban la hombría de la comunidad gay, exaltaban como ejemplo de masculinidad a los toreros, esos señores que se presentan ante su público en mallas ultraceñidas, chaquetillas con lentejuelas, zapatillas francesitas y unas capas con bordados que ya quisieran para sí muchas drags.

El cantante de copla Rafael Conde 'El Titi'.

El cantante de copla Rafael Conde 'El Titi'. / Cedida

"A la hora de tratar la época de la dictadura era muy importante no fabular con eso de que en el franquismo no se vivía tan mal", puntualiza Anto Rodríguez, que recuerda cómo muchos transformistas que trabajaban durante la República no tuvieron más remedio que reciclarse en cantantes que interpretaban un repertorio de copla y canción andaluza. "Otros, sin embargo, continuaron produciendo su arte en ese contexto tan complicado en el que, por ejemplo, se les prohibía trabajar con faldas y se les obligaba a llevar un pantalón debajo. Al principio optaron por llevarlo remangado y bajárselo si entraba la policía al local pero, con el tiempo, decidieron que era mejor llevar monos muy apretados de pata de elefante y con un gran escote que no contravenían la ley pero marcaban la anatomía mucho mejor que una falda. Esta resistencia es lo que hizo que, cuando en 1976 resurgieron los transformistas, no salieran por arte de magia, sino que eran el resultado de haber seguido trabajando durante todo ese tiempo".

Paco España en una imagen promocional de la película 'Gay Club' (1981).

Paco España en una imagen promocional de la película 'Gay Club' (1981). / Cedida

Llegada la transición, el transformismo se benefició de las ganas de libertad de una ciudadanía que había sufrido cuatro décadas de represión sexual. No obstante, si bien era la curiosidad lo que llevaba a los espectadores a las salas, era la calidad artística lo que les hacía volver. "Los empresarios contrataban este tipo de espectáculos conscientes de que el público acudía con una mezcla de curiosidad y morbo. Sin embargo, lo que sucedía después es que se quedaban alucinados de lo que veían ahí. Mientras que los espectáculos de otras disciplinas eran más planos, los de las travestis, fuera cual fuera su estilo, siempre fueron muy rompedores", explica Rodríguez, que destaca cómo el atractivo de los espectáculos de drags ha hecho que, en comunidades como Canarias, se celebre una gala anual apoyada por las administraciones públicas.

"Las galas drags de Canarias comenzaron en los 90, pero vienen de más atrás, por ejemplo, de figuras como Félix de Granada —recuerda el autor—. Lo interesante de Canarias es que no solo tiene un apoyo de las instituciones públicas sino de toda la ciudadanía, que acoge a las drags como parte de un folclore propio. De hecho, existe el rumor de que cuando Ru Paul fue a actuar a la gala de Canarias, al año siguiente arrancó su programa Drag Race. Aunque no se sabe si es cierto que se inspiró en ella, porque su programa tiene otra dinámica y poner en marcha un proyecto en televisión lleva su tiempo, lo cierto es que la gala drag es anterior al programa de Ru Paul".

La Tullida, ganadora de la Gala Drag Queen del Carnaval canario en 2018.

La Tullida, ganadora de la Gala Drag Queen del Carnaval canario en 2018. / EP

Del teatro al salón de casa

Ru Paul’s Drag Race ha conseguido que el transformismo esté de moda en todo el mundo. Sin embargo, como producto de la cultura estadounidense hegemónica ha hecho que muchos de los transformistas españoles hayan abrazado su estética, arrinconando así otros estilos vinculados a la cultura local. "El transformismo español ha cambiado mucho en estos años, pero creo que el modelo de Drag Race no ha triunfado del todo. En mi opinión, aún se mantiene una mezcla entre lo tradicional y esa modernización, como demuestran las drags andaluzas, que siguen haciendo ese transformismo inspirado en la folclórica o colectivos como Las niñas, que son gente muy joven que trabaja ese transformismo tradicional. Luego, creo que tenemos mucha suerte de que la presentadora de la versión española de Drag Race sea Supreme Deluxe, porque tiene una larga trayectoria en el cabaré y no va a permitir que el drag americano acabe con nuestra tradición".

A pesar de esa popularidad y esas nuevas formas de trabajo, los transformistas continúan siendo un colectivo vulnerable que no es suficientemente considerado por sus colegas de otras disciplinas dramáticas. Una situación que, como ya es habitual, estos artistas enfrentan con creatividad y apoyo mutuo. "Hay una cosa que atraviesa todo este colectivo, que es la clase. Hay muy pocas drags que hayan sido de clase alta y hoy en día sigue siendo así. Gente que trabaja por dos duros para poder seguir haciendo su arte y que incluso tienen que compaginar su trabajo artístico con otras actividades. Por eso, creo que ha llegado el momento de prestar atención a esas personas que tienen una práctica artística legitimada, que no necesita más sellos de calidad, pero que, a pesar de ello, siguen teniendo problemas laborales muy graves que se agravan en la vejez —reclama Anto Rodríguez—. Es verdad que ellas están acostumbradas a no recibir ninguna ayuda y organizarse solas, como pasa con las travestis mayores, que se siguen cuidando con las amigas para evitar, por ejemplo, desahucios. En ese sentido, tal vez el sindicato de actores, bailarinas o cantantes debería tener en cuenta a estos profesionales, que también están reclamando trabajar más allá de la noche. Hace unos meses, por ejemplo, Las Niñas fueron invitadas por el Reina Sofía para hacer una performance y se llenó. En ese sentido, creo que tenemos que cuidar todo este arte y, si nuestra única agencia es ser espectador, vayamos a ver los espectáculos de estas artistas".

'¡Eres tan travesti! Breve historia del transformismo en España

Anto Rodríguez

Egales

564 páginas / 29,95€