HISTORIA

Cuando España era el retiro dorado de nazis y colaboracionistas

Un nuevo ensayo profundiza en la buena sintonía que el régimen de Franco mantuvo con personas vinculadas al nazismo y que fue más allá de una mera retribución a la ayuda aportada por los alemanes durante la Guerra Civil

El político belga y colaborador nazi Leon Degrelle, en su casa de Málaga.

El político belga y colaborador nazi Leon Degrelle, en su casa de Málaga. / EFE

A finales de 1945 comenzaron los Juicios de Núremberg, una serie de procesos contra algo más de seiscientos nazis, entre los que se encontraban Herman Göring, Rudolf Hess, Joachim von Ribbentrop y Albert Speer, a los que se les acusaba, entre otras cosas, de crímenes de guerra y crímenes contra la humanidad. Si bien eran todos los que estaban, no estaban todos los que eran. Martin Bormann, por ejemplo, fue juzgado en rebeldía porque ni siquiera a día de hoy es posible determinar dónde fue a parar. Tampoco estaba Wernher von Braun, que había sido acogido con los brazos abiertos por el gobierno de Estados Unidos, al que sus conocimientos sobre cohetes de cara a la carrera espacial le interesaban más que su papel durante la guerra. Algo semejante sucedió con Klaus Barbie, colaborador de la inteligencia estadounidense hasta que los reclamos del gobierno francés hicieron que Estados Unidos le soltase la mano y tuviera que huir a Bolivia. Por su parte, Josef Mengele se refugió en Argentina y otros, como Otto Skorzeny y Leon Degrelle, prefirieron buscar amparo, "bajo el manto del Caudillo".

"Parte de los nazis que se refugiaron en España no entraron huyendo, sino que ya estaban en el país antes de que finalizase la Segunda Guerra Mundial. Eran personas que desempeñaban funciones económicas a través de empresas destinadas a proveer a Alemania de materias primas. Eso no quita que también hubiera gente a la que se acogió por amistad, por la aportación que había tenido Alemania en la Guerra Civil española con la Legión Cóndor y, básicamente, porque eran personas muy de derechas o directamente fascistas y nazis, de las que se tenía una buena imagen. Gente de la que resultaba increíble que hubieran participado en crímenes contra la humanidad o que, en el caso del croata Ante Pavelic, se desconocía que hubiera perseguido a serbios, gitanos y judíos. De hecho, muchos pensaron que esas acusaciones eran parte de la propaganda aliada y no fueron pocos los españoles que cuestionaron que se persiguiera a los nazis, cuando el Ejército Rojo también había cometido crímenes sobre los que nadie les pedía cuentas", explica José Luis Rodríguez Jiménez, autor de Bajo el manto del caudillo. Nazis, fascistas y colaboracionistas en la España franquista. Publicado por Alianza editorial, este ensayo analiza la presencia de nazis en nuestro país, protegidos por la jerarquía católica, por diferentes órdenes religiosas, por colegios o empresas alemanes y, por supuesto, por los altos cargos de la dictadura, a pesar de que algunos testimonios, como el de Serrano Suñer, pretendan eximir de responsabilidad a Franco, alegando que no sabía realmente lo que sucedía.

"No creo que Franco desconociera asuntos tan importantes como estos. Puede ser que en ocasiones Serrano Suñer tuviera alguna iniciativa individual, del mismo modo que la pudo tener algún miembro de la iglesia, como sucedió con el obispo de Madrid, Leopoldo Eijo y Garay, pero aunque fuera a posteriori, Franco estaba informado de todo. De hecho, a los ministros se les permitió proponer en Consejo de Ministros, nombres de alemanes a los que proteger y, cuando alguno coincidía con la lista de los reclamados por los aliados, no se les entregaba. Otra cosa es que Serrano Suñer, que tuvo mucho tiempo para rehacer sus memorias e incluso tuvo acceso a documentos importantes, haya querido retocar la historia exculpando a Franco en algunos temas", razona Rodríguez Jiménez que, para poder llevar a cabo su investigación, ha tenido que diferenciar las fabulaciones de los protagonistas de los hecho históricos.

En el centro de la imagen, Ramón Serrano Suñer en Berlín. A su izquierda, Heinrich Himmler.

En el centro de la imagen, Ramón Serrano Suñer en Berlín. A su izquierda, Heinrich Himmler. / CEDIDA

Leon Degrelle, uno de los nazis refugiados en España, por ejemplo, narró su vida en varios libros, algunos escritos por sí mismo, como La campaña de Rusia o Almas ardiendo, y otros por acólitas como Luisa María Narváez, que recogió sus conversaciones con el belga en Degrelle m'a dit… En todos ellos se exageraban hechos relativos a su cercanía con Hitler, su papel en combate y su rocambolesca huida a España con aterrizaje forzoso en la playa donostiarra de la Concha incluido. Lo mismo sucedió con Otto Skorzeny, que en sus Luchamos y perdimos, Misiones secretas y Vivir peligrosamente, se mostraba como un héroe y el único responsable del rescate de Mussolini en el Gran Sasso. Incluso un caza nazis del prestigio de Simon Weisenthal exageró en Los asesinos están entre nosotros la importancia de las redes de apoyo nazis, para concienciar a los aliados de la necesidad de perseguir a los genocidas. Tanto es así que, salvo en sus libros, no existe documentación alguna que pruebe la existencia de la red Odessa como tal.

"Para encontrar datos fiables he tenido que buscar en información que no es pública. Por ejemplo, en el archivo del Ministerio de Interior. Allí se conservan los informes que hacía la policía a petición del Ministerio de Gobernación sobre los nazis que estaban reclamados por los aliados. En ellos se cuenta que han ido a buscarlos a sus casas, que no estaban, recogen que los vecinos les han dicho que hace tiempo que ya no van por ahí e incluso detallan qué personas les han ayudado a huir y en qué fechas. Ahora también estoy trabajando, porque me ha llegado tardíamente, con la documentación del contraespionaje francés en España, que fueron unos grupos clandestinos que crearon empresas tapadera en Madrid, Barcelona, Sevilla y otros lugares a través de las cuales elaboraron una documentación muy interesante que descubre, por ejemplo, que el jefe de la Gestapo en Francia no había muerto como se decía, sino que estaba oculto en España. En mi opinión, estas informaciones son más fiables que, por ejemplo, las de la CIA, que resultan más teatrales y que, en ocasiones, funcionan como propaganda gris para desviar la atención de lo que realmente sucedía", explica Rodríguez Jiménez, que en sus investigaciones también ha encontrado cómo parte de los archivos históricos españoles han sido esquilmados.

"Se rumorea que Serrano Suñer se llevó mucha documentación de Asuntos Exteriores y la depositó en Suiza, que era un país al que viajaba con frecuencia. Aunque no se puede probar, lo que es un hecho es que de la reunión de Franco con Hitler en Hendaya, por ejemplo, no sabemos nada o muy poco porque no se conservan documentos en el archivo de Asuntos Exteriores. De hecho, lo que hemos sabido ha sido a través de otros países como Italia. A mí, personalmente, me sucedió que solicité revisar una carpeta que recogía la visita del Delegado Nacional de Sindicatos a Berlín para negociar envío de mano de obra española a las fábricas del Reich y, cuando me la mostraron, no contenía ni un solo documento".

Tensar la cuerda

Si bien Franco había ganado la Guerra Civil, sus aliados naturales habían perdido la Segunda Guerra Mundial. Sin embargo, y a pesar de las amenazas de aislamiento internacional, el dictador decidió no colaborar con los vencedores en su persecución a los nazis. Si los aliados reclamaban alrededor de doscientas personas, Franco apenas les entregaba la mitad; cuando exigieron otros cien nombres, Franco devolvió la lista con cincuenta de ellos tachados y, en lo que respecta a los otros cincuenta, no mostró demasiada diligencia a la hora de encontrarlos.

"Cuando Franco entregó a Francia a algunos de los reclamados, comprobó que las relaciones con el país vecino no solo no mejoraron, sino que Francia llegó a plantearse cerrar la frontera con España. Por eso, cuando se dio cuenta de que no por colaborar más iba a conseguir más cosas, no siguió colaborando. También es cierto que a la hora de tomar esta decisión contribuyó que, a pesar de las amenazas, el suministro de petróleo bajó pero nunca se paró, que las embajadas de los países vencedores no cerraron, que los aliados no habían dado cobertura a la guerrilla española que estaba en el sur de Francia y también el inicio de la Guerra Fría, que hizo que Franco pasase de ser un peligro a convertirse en una garantía de estabilidad en una zona geoestratégica del mundo debido a su anticomunismo", detalla José Luis Rodríguez Jiménez, que aborda también cómo esta pérdida de interés por castigar a los culpables provocó que tampoco hubiera reparaciones por parte de esos refugiados que, cuando controlaban París, Berlín y otras ciudades europeas, se enriquecieron con el robo, la extorsión o la estafa a ciudadanos judíos.

"Si no hay una demanda judicial, no hay hilo del que tirar. A España vinieron nazis y colaboracionistas que habían trabajado en el mercado negro en Francia. Personas que, vestidas con uniformes alemanes o de las SS para asustar, entraban en casas de judíos y las desvalijaban. En algunos casos, esos judíos fueron asesinados o deportados a campos de concentración, por lo que resulta muy complicado presentar pruebas de esos robos y, por tanto, los casos de reclamaciones son escasísimos. De hecho, hay personas que vivieron en Francia, como Pedro Urraca, agente agregado en la Embajada de España en París que, al regresar a Madrid, se trajo muchos objetos de dudosa procedencia. Una actitud que se justificó remontándose a la invasión de 1808, en la que los franceses también llevaron bienes de España que nunca devolvieron".

Esas tensas relaciones entre Francia y España alcanzaron uno de sus momentos más complicados cuando Franco acogió a Raoul Salan, general del Ejército Francés que llegó a España en 1960 y fundó en el madrileño Hotel Princesa la OAS, siglas de la Organización del Ejército Secreto, grupo terrorista de extrema derecha opuesto a la descolonización de Argelia.

"El régimen de Franco dejó hacer a Salan como forma de presionar al gobierno de París. Aunque la apuesta era muy peligrosa porque, entre otras cosas, llegaron a existir campos de entrenamiento para comandos de las OAS en diferentes puntos de España, al final el gobierno franquista recogió los frutos de esa estrategia cuando Francia comenzó a perseguir a los exiliados españoles en su territorio. En todo caso, este actuar de Franco generó un pozo de rencor que, en el caso de un país vecino como Francia, pudo tener consecuencias a largo plazo. Por ejemplo, la permisividad que Francia mostró ante la presencia de ETA en su territorio en las décadas posteriores", explica Rodríguez Jiménez.

A punto de cumplirse ochenta años de la finalización de la Segunda Guerra Mundial y cincuenta de la llegada de la democracia a nuestro país, España no solo no ha desplegado políticas de memoria histórica destinadas a perseguir a personas vinculadas con el nazismo, sino que ha permitido que, a lo largo de este tiempo, algunos de ellos tengan cargos relevantes en la sociedad e incluso ostenten puestos en instituciones regionales, nacionales y europeas, como podría ser el caso de Juan García-Gallardo Frings, nieto del alemán Juan Frings Mayer, o Hermann Tertsch, hijo de Ekkehard Tertsch, que trabajó con Josef Hans Lazar, jefe de prensa del régimen nazi en Madrid.

¿Podría esa situación explicar el auge y normalización que la ultraderecha está viviendo en España? "Creo que no tiene que ver una cosa con la otra. El verdadero resurgir de la extrema derecha se produce cuando empiezan a desvincularse del fascismo histórico —puntualiza Rodríguez Jiménez—. El Frente Nacional francés, por ejemplo, se fue separando poco a poco de esa herencia hasta posicionarse como un partido leal a la República Francesa dispuesto a jugar en democracia. Una decisión para la que ha tenido que guardar silencio sobre temas como Argelia, las torturas allí infligidas o el tema del gobierno de Vichy. En ese sentido, ahora mismo hay varios partidos de esos que llamamos de la derecha ultraconservadora o del nuevo nacionalismo xenófobo, que están jugando con mayor habilidad. Están rentabilizando el descontento que hay en muchos países respecto a los partidos del sistema y, en ese sentido, los que mejor lo han hecho por ahora son los italianos y los franceses".

'Bajo el manto del Caudillo. Nazis, fascistas y colaboracionistas en la España franquista'

José Luis Rodríguez Jiménez

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