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Iris Owens, la hilarante escritora que inspiró a Woody Allen (y le ganó al póker)

Muñeca Infinita publica la muy autobiográfica novela que la escritora neoyorquina escribió tras su periodo en el París bohemio de los cincuenta

Angelica Huston y Woody Allen en 'Misterioso Asesinato en Manhattan'. La escritora de Owens inspiró el papel de Huston en la película.

Angelica Huston y Woody Allen en 'Misterioso Asesinato en Manhattan'. La escritora de Owens inspiró el papel de Huston en la película. / ARCHIVO

Si hubiese que destacar una habilidad excepcional de Harriet sería la de volver loca a la gente. No en un sentido metafórico, sino en el de acabar en el hospital con una crisis nerviosa o pidiendo ayuda a la policía. La protagonista de Después de Claude, la novela que Iris Owens escribió en 1973 y que la editorial Muñeca Infinita ha editado ahora en España traducida por Regina López Muñoz, es hilarante pero no quieres tenerla cerca.

Harriet parlotea sin parar, es capaz de manipular a quien le venga en gana y tiene un morro tremendo. Si no, ¿cómo alguien podría sobrevivir en Nueva York sin dar un palo al agua? Curiosamente, esta duda tiene cabida en cualquier época en la que se plantee, porque en las páginas del libro ya se habla de los precios desorbitados de los apartamentos en la ciudad. Desde el punto de vista inmobiliario, sus decisiones son mucho más entendibles.

La escritora Iris Owens.

La escritora Iris Owens. / ARCHIVO

La protagonista de Owens, que no es ella del todo pero sí bastante, vuelve a la Gran Manzana después de cinco años en París. Cuando aterriza en Estados Unidos está esquelética y tiene poco recursos, así que pide ayuda a su amiga de la infancia Rhoda-Regina, que la acoge en su apartamento. Una malísima idea, como verá más adelante, que termina en odio puro y con Harriet instalada con Claude, el documentalista francés que vive en el ático del mismo edificio. Es la segunda víctima –que se sepa, la lógica apunta a que hay otras anteriores– que cae en las redes de Harriet, experta en alargar sus periodos de okupación.

Finalmente, dará con sus huesos en el famoso Hotel Chelsea, que pasó a la historia por el renombre de sus huéspedes pero no por el exquisito estado de sus instalaciones. Si por aquel entonces hubiesen existido las reseñas online, leerlas habría sido un entretenimiento de lo más jugoso. Algunas de las notas de Harriet habrían hecho la función perfectamente: “Por toda la habitación, grietas y quemaduras dejaban al descubierto una capa marrón que se extendía como si la peste hubiera azotado las sucintas superficies (...) No me cabía duda de que fuera cual fuera el causante del deterioro de la habitación era contagioso y se cebaría conmigo sin demora”.

El célebre Hotel Chelsea de Nueva York.

El célebre Hotel Chelsea de Nueva York. / ARCHIVO

La anti-heroína de esta novela, que se lee en un suspiro y con una sonrisa de medio lado, no tiene piedad con su misantropía. Considera que es más inteligente que cualquiera de las personas que la rodean, miente con soltura y expresa opiniones de lo más resultonas sin tener en cuenta a quién podría llegar a ofender. Ya le gustaría a cualquier crítico de cine con ansias de destacar por su ironía (una aspiración común en el gremio) alcanzar las cotas de mordacidad de Harriet en sus comentarios acerca de la película sobre la vida de Jesucristo que va a ver al cine con Claude. “Tardaban media hora larga en clavar a Jesús en una cruz de verdad, con estacas y un mazo, todo de madera, pam, pam, despacito y buena letra, de modo que a quien le interesase la quiromancia podía convertirse en la mayor autoridad mundial acerca de la buenaventura de Jesucristo”, expresa en la primera página.

La personalidad arrolladora del personaje es una de los aspectos de la obra que elogia Juan Pablo Díaz Chorne, editor de Muñeca Infinita. Él la compara con Ignatius J. Reilly, el protagonista de la célebre novela La conjura de los necios de John Kennedy Toole, por su extraordinaria capacidad para divertir a la vez que exasperar. Además, el libro es atractivo por “la reflexión que se da sobre la mujer y el amor, que dialoga con los estertores del Verano del Amor de finales de los 60 y 70 pero también con lo que se considera (y se discute) que sería una mujer ‘liberada’ o ‘dependiente’ hoy en día”, dice a EL PERIÓDICO DE ESPAÑA. “El libro en ese sentido parecen dos novelas distintas en una, pero unidas por esa reflexión sobre lo que sería ser una mujer, cuál sería una concepción del amor emancipadora”, reflexiona.

Para el editor es extraño que hasta ahora no se hubiese publicado a Owens en España, por lo divertida que es y por la vigencia de su relato en la actualidad. “Puede recordar a Philip Roth, pero también a Emma Cline y Las chicas o a David Sedaris, o al mismo Woody Allen”, sostiene. “Como todo buen libro, funciona (bien) tanto contextualizado en su época y con su autora como leído literalmente hoy en día. La traducción de Regina López Muñoz es una maravilla a la hora de trasladar esa voz narrativa, tan importante en este caso”, concluye.

Iris Harriet Owens Daimler

La vida de Iris Owens es tan buen material para una novela que habría sido casi un desperdicio no usarlo. Nació y se crió en Nueva York, hija de un tahúr profesional, por lo que la vida familiar se desarrolló en un vaivén de mudanzas –de la zona más rica de la ciudad a la más pobre y viceversa– según le hubiese ido al padre en sus partidas. Bien fuese por la genética o por enseñanza de su progenitor, ella también acabó en el sector y durante años se mantuvo de las ganancias obtenidas por las apuestas y timbas de poker.

Según comentó el escritor Stephen Koch, que perteneció a su círculo cercano durante una década, en una entrevista con Emily Gould, uno de los novios que tuvo Iris era un genio de las matemáticas, así que formaron equipo para ganar dinero. “Trabajaba en los sistemas informáticos de IBM. Pero amaba a Iris y salían a jugar juntos, y con su fantástica habilidad con los números y su tranquilidad, llegaban a hacer apuestas muy altas. A menudo jugaban con Woody Allen”, sostuvo. De hecho, el director de cine se basó en Owens para construir el personaje interpretado por Anjelica Houston en su película Misterioso asesinato en Manhattan (1993).

Owens tenía alergia al matrimonio después de haberlo probado dos veces con resultados turbulentos. Se casó a los 19 años, se divorció a los 22 y se fue a vivir a París durante cinco años. Allí se juntó con otros expats (el término en este caso se refería a estadounidenses bohemios en la capital francesa y no a teletrabajadores con sueldos altísimos que pueden permitirse alquileres desorbitados en el centro de Málaga en 2024) como Samuel Beckett o Henry Miller que, como ella, escribían novelas eróticas para Maurice Girodias, de Olympia Press. El escritor escocés Alexander Trocchi era el enlace de la troupe literaria con el editor y también el gran amor de Owens, que se refiere a él en Después de Claude como ‘McDonald’.

Su segundo marido fue un príncipe iraní muy rico descendiente de la familia Farman-Farmaian. Su experiencia está plasmada, a grandes rasgos, en su segunda novela Hope Diamond Refuses (firmada como Iris Owens, las eróticas llevaban el seudónimo Harriet Daimler), publicada en 1984. A la autora le costaba mucho escribir y, de hecho, no publicó ningún libro más aunque vivió hasta 2008.

“Iris Owens escribe en 1973 (con 40/44 años) sobre ‘otra’ autora, o mujer autora, llamada -o pseudo/llamada- Harriet Daimler, que en los años 50 (con 20/24 años) escribe libros pornográficos para un editor francés (Maurice Girodias de Olympia Press) mientras es amante de otro (Trocchi; Merlín) que funge como intermediario”, desarrolla Díaz Chorne. “Ambas mujeres son la misma pero es significativo -o demostrativo- que Owens en su nota introductoria llame a Harriet ‘mi narradora’, puesto que Harriet era el pseudónimo usado por Iris Owens para sus novelas eróticas. Y es en ese sentido que la primera parte del libro podría leerse como una especie de ajuste de cuentas de la Owens sobre todo con esa/aquella época y la segunda parte un ajuste de cuentas sobre todo consigo misma (como Harriet)”, explica.

Una biografía tan interesante como la de la escritora tiene un final tan trágico como previsible. Fumadora empedernida, tenía miedo a morir de la enfermedad que finalmente la mató: un cáncer de pulmón doble que acabó con ella de manera prácticamente fulminante. Dejó tras de sí recuerdos de amor y de odio (en ocasiones simultáneos), material de inspiración para otros autores y una novela que empieza con una frase –a la que estuvo meses dando vueltas- tan contundente como: “He dejado a Claude, la rata gabacha”.

'Después de Claude'

Iris Owens

Traducción de Regina López Muñoz

226 páginas / 20,90 €