MÚSICA

Al Safir, el rapero madrileño que manda en 2024: “En España los chavales no van con pistolas, pero la calle tiene sus más y sus menos”

Con su cuarto disco, 'Black Ops', el rapero de la Sierra confirma su trayectoria ascendente a partir de un relato elegante y sin efectismos de la vida en la calle

El rapero Al Safir, en la cancha de baloncesto que hay enfrente del Centro de Inserción Social Victoria Kent, donde pasó algún tiempo de joven.

El rapero Al Safir, en la cancha de baloncesto que hay enfrente del Centro de Inserción Social Victoria Kent, donde pasó algún tiempo de joven. / José Luis Roca

Diego Izquierdo, conocido artísticamente como Al Safir, llega puntual a su cita para la que será su segunda entrevista concedida a un medio. Aparca su deportivo alemán y, oculto tras unas gafas de sol de diseñador italiano con montura dorada, saluda al equipo y a su crew, educado pero serio. Lleva un chandal negro impoluto y su buena percha transmite seguridad, aunque también hay algo de desconfianza en el músico a la hora de enfrentarse a un medio. Pone algo de dinero en la zona de estacionamiento regulado y se presta tranquilo a posar para el fotógrafo. La localización que él ha elegido para este encuentro con EL PERIÓDICO DE ESPAÑA son unas pistas deportivas cercanas al Centro de Inserción Social Victoria Kent, el centro penitenciario donde pasó alguna que otra temporada hace unos años.

Este joven de 29 años proveniente de la sierra de Madrid se ha convertido, a ritmo lento pero seguro, en uno de los referentes del hip hop de la capital. Su cuarto disco, Black Ops, acaba de ser publicado, y está inmerso en una gira cuyo punto álgido será asaltar el Palacio Vistalegre, prueba de fuego para cualquier rapero de la ciudad. Será el próximo nueve de noviembre, pero hasta entonces le esperan en otros rincones del país.

La primera pregunta viene a la mente en cuanto se le ve: ¿Cómo un chico rubio de la sierra elige un nombre artístico como Al Safir? “Lo escuché cuando era pequeño y me gustó mucho. No sabía lo que significaba -cuenta-. Al principio pensaba que era ‘El Señor’, y con los años descubrí que quiere decir ‘El Embajador’. Pero lo elegí por estética y sonoridad, más que otra cosa”.

La manera de Diego de entrar en la música no se diferencia mucho de la de otros chavales. “Te pones a hacer barras [los versos del rap] porque es lo que hay en tu barrio: jugar al fútbol, fumar porros, hacer barras... Y dices ‘alguien tiene que hacerlo, ¿por qué no yo?’”, recuerda. Cuatro discos y un buen puñado de singles con miles de reproducciones después, Al Safir ha sabido seducir a un montón de gente que se siente identificada con la música que hace. ¿Cómo se asimila ese éxito? “Es intenso”, admite, “pero si lo haces con la gente que ha estado toda la vida a tu lado, es mucho más sencillo. En este mundillo la gente está endiosada, y si no te rodeas de los que han estado toda la vida, los que te hacen tener los pies en el suelo, es difícil”. Esa gente, añade, es “la familia y los amigos de toda la vida, los que me venían a ver aquí [señala al Victoria Kent]”.

Al Safir.

La calle ha sido la principal escuela musical de Diego Izquierdo, conocido artísticamente como Al Safir. / José Luis Roca

Al Safir no elude la aparente contradicción que entraña el rap que mira desde España, uno de los países más seguros del mundo, hacia el gangsta estadounidense. “Calle hay en todos lados. Está claro que aquí, en España, los chavales no van con pistolas, ni es tan fácil que te maten”, cuenta. “Es una calle un poco más light, pero tiene sus más y sus menos. Tampoco me lo planteo mucho, yo escribo de lo que veo y de lo que he vivido. La calle son etapas: cuando eres pequeño te apetece estar ahí y liarla donde tienes más libertad. Te encuentras con gente de todos los colores, ya sea en fiestas, en la salida del instituto, en los bares… Chavales con los que tienes más afinidad, con los que no… La calle es pensión completa gratis”.

Libros, Kubrick y Yung Beef

Esa tensión callejera no se ha trasladado, sin embargo, a las señas artísticas de un rapero que se distingue por un fraseo sin estridencias y unas bases no demasiado aceleradas. “A mí me gusta la música tranquila, ¿sabes? No me gusta la gente que grita cantando, me pone nervioso”, cuenta . “Yo ya soy bastante nervioso, y supongo que al oído se me hacen más agradables ese tipo de bases. Si me pones una base de drill, si tengo que estar una hora escuchando eso mientras escribo, me pego un tiro”. Sobre sus letras, llenas de naturalidad, elegantes y alejadas del golpe de efecto, apunta: “Yo leo mucho, he leído mucho toda la vida, así que supongo que siempre le he dado valor a cómo escribir las cosas. Haber leído influye mucho en la manera que tengo de escribir y de rapear. Sé cómo escribir algo sin que sea demasiado rebuscado”.

Además de ser su fuente de inspiración, esa pasión lectora le permite, dice, "vivir las vidas que no puedes vivir en la tuya. Y así se te ocurren un montón de ideas, te pones en la piel de los personajes. Por momentos piensas que eres tú”, sostiene. ¿Su lectura en estos momentos? "Monsignore, de Jack-Alain Leger". Cita a Kubrick y a Tarantino como sus cineastas favoritos, y le gustan también las comedias españolas. Por encima de todas, Amanece que no es poco.

Yo escucho rap porque es gente que cuenta sus vidas y así puedes saber cómo son. No escucho rap en inglés, no he escuchado nada, tío [...] A mí me pones la cara de Wu-Tang Clan delante y no sé quiénes son”

Al Safir cita entre sus referentes musicales a Natos, Hijos Bastardos, Señor Gris y Yung Beef, del que dice que tiene “algunas de las canciones más profundas que hay en la música española”. ¿Y el rap estadounidense? “No lo entiendo, tío; a mí lo que me gusta es la letra. Yo escucho rap porque es gente que cuenta sus vidas y así puedes saber cómo son”. Alfirma, por eso, que no escucha rap en inglés. Aunque tampoco es que esté muy encima de la escena local. "No he escuchado nada, tío, nada. La gente habla de Nach, de no sé quién... Yo no he escuchado ni una canción de esa gente. Bueno, de Nach sí, por supuesto, Nach es un máquina. Pero vamos, que a mí me pones la cara de Wu-Tang Clan delante y no sé quiénes son”.

Diego Izquierdo expica que se dio cuenta de que sus canciones le estaban llevando a algún sitio cuando empezó a ganar más con la música que “trabajando de dependiente o vendiendo lo que fuera. Cuando vives de ello, yo creo que es cuando te puedes considerar artista”. “Cuando me voy a Marruecos o cambio de continente, en la frontera me preguntan profesión y digo artista”, apunta el músico madrileño. “Los chavales que rapean también son artistas, pero no lo pueden decir. Yo creo que ahí está la clave de la palabra, cuando ganas dinero, cuando vives de ello”.

Ese dinero, sin embargo, no parece haber cambiado demasiado el esquema mental de este joven madrileño. ”El dinero no le viene mal a nadie, ¿no? Intento ahorrar, pensar un poco en el futuro. Sé que esto es efímero, que no va a durar para siempre e intento no malgastar todo lo que me viene, pero vivo muy tranquilo, la verdad”, señala. “No voy a ser alguien distinto por ir a la última moda o por llevar unas cadenas... Pero yo gasto, ¿sabes? A mí me gusta frontear [presumir] de las cosas que me gustan: un buen coche, unas buenas zapatillas… Si vas a jugar a fútbol, tener botas Copa Mundial; comer bien, pelarse el centollo cada vez que quieras. Prefiero eso antes que el bling bling”. La suya es una exhibición más discreta que la de otros raperos en las redes sociales. “A través de las pantallas, por lo menos, no me gusta hacerlo. Luego mi día a día es distinto, ¿sabes? A todos nos gusta brillar”, confiesa.

Al Safir admite que le gusta 'frontear' (presumir) de algunas cosas como la ropa, pero siempre entre amigos.

Al Safir admite que le gusta 'frontear' (presumir) de algunas cosas como la ropa, pero siempre entre amigos. / José Luis Roca

'Black Ops' vuela en helicóptero

Su último disco está lleno de referencias de lo más dispa. Hay canciones que se titulan Sinsajo, La Haine, Prada o Jericó… El álbum se abre con Kintsugi, como se denomina la técnica ancestral japonesa que arregla utensilios que se rompen con oro. “Creo que es aplicable a cada uno de nosotros”, cuenta. “Todos hemos tenido un momento en el que nos hemos tenido que arreglar y hemos salido fortalecidos de ello”, concluye.

Black Ops tiene todo el aire de un álbum de esos que marcan un antes y un después en una carrera musical. “Me ha costado dar con el punto de la mezcla”, admite, “yo quería que sonase profesional, pero no tan pulcro como lo mezcla un chaval profesional de esos que suenan americanos o europeos. Quería mantener un poco la esencia de antes, que hubiese un poco de ruido. Y lo he conseguido con Richie Rasheed, que es el que mezcla todo el disco y me ha dado la vida”.

Luego, admite, “de lo que más orgulloso me he sentido es de poder alquilar un helicóptero y ponerle mi nombre”. Lo dice en referencia al que ha utilizado para grabar un videoclip y que también aparece en la portada del álbum. Curiosamente, Black Ops ha salido cuando Al Safir ya estaba en plena gira. “Veíamos que había gente para llenar las salas antes de sacar el disco, y lo empezamos a hacer. Tengo muchos singles”.

“Para mí esto (la gira) es un trabajo. Yo me lo preparo, me debo a los chavales que pagan la entrada pero, sobre todo, intento pasármelo bien. Rezo un poco y a trabajar. Gracias a Dios, con mi trabajo me lo puedo pasar bien”. ¿Es religioso? “Sí, claro. Creo en Dios. En el que sea. En el mío”.

¿Qué hace un artista urbano cuando el éxito le aleja de la calle?No sé, estar en los restaurantes buenos, tener otros proyectos más arriba, intentar colaborar con artistas de fuera de España, hacer videoclips bonitos y chulos. Cosas más grandes, ¿no?”, responde. ¿Tiene Al Safir un plan? “No. Hacer música, tío, ese es mi plan. Me gusta, sé que se me da bien, voy a confiar en lo que me apetezca”.

Mis padres han estado siempre, ¿sabes? Cuando he estado preso eran los que me venían a ver, los que me daban dinero, hablábamos con los abogados, con los educadores… ¿Cómo no te van a apoyar cuando estás llenando el escenario?”

En un momento como este, el rapero madrileño confiesa ser feliz: “Estar con mi familia, estar con mis amigos. Viajar. Todo eso me hace feliz. Y hacer deporte, jugar al fútbol, hacer el amor...”. A lo largo de la conversación, es recurrente que Diego cite a su familia, principalmente a sus padres, como referente y refugio. También como apoyo en su decisión de intentar vivir de la música. “Mis padres han estado siempre, ¿sabes? Cuando he estado preso eran los que me venían a ver, los que me daban el dinero, hablábamos con los abogados, con los educadores… ¿Cómo no te van a apoyar cuando estás llenando el escenario?”. Su paso por la cárcel, admite, le sirvió para madurar. Pero es un tema del que prefiere no hablar.

¿Se considera Al Safir una buena persona? "Sí, claro”, dice con su media sonrisa habitual. “Si no, no dormiría tranquilo. Hay que ser bueno. Al final, si haces cosas malas, te van a pasar cosas malas. Yo lo veo así”.