Crítica de 'De naturaleza violenta': un dispositivo brutal

Las películas de dispositivo, aquellas cuyo concepto y mecanismo (por original, por insólito) se impone a todo lo demás, corren un riesgo importante. Básicamente que, una vez descubierto el dispositivo (que suele ser pronto), lo que pueda suceder después da un poco lo mismo. De alguna manera, ese riesgo es aun mayor en una película como De naturaleza violenta, cuyo género (el slasher) suele llevar implícitos un impacto, una sorpresa y una búsqueda del horror epidérmico que parecen no casar bien con las mecánicas súper estudiadas.

Al interesantísimo debut de Chris Nash en el largo le sucede eso: en algunos momentos, el dispositivo se hace tan patente que el espectador puede distraerse con él, corre el riesgo de tenerlo demasiado presente y no entrar en el horror febril que plantea. El terror arthouse que propone Nash, con su ritmo pausado, sus acciones distendidas y sus insólitos planos generales, puede provocar cierto distanciamiento por mucho que, en momentos puntuales, nos sacuda de golpe y nos empuje al horror con varias secuencias extremadamente impactantes. Esa es su desventaja, pero en cualquier caso hay que observarla como un mal menor porque en De naturaleza violenta prima lo bueno. Lo bueno es la manera en la que Nash experimenta con la puesta en escena, los tiempos y, sobre todo, el punto de vista para demostrar que hasta los géneros con las fórmulas más estables y simples merecen ser pensados, revisados y reinterpretados desde las imágenes y los sonidos.