MÚSICA

Scorpions desafía el paso del tiempo y aguijonea Madrid con sus clásicos de rock

La incombustible y veterana banda alemana celebra los 40 años de su disco 'Love at First Sting' con un soberbio concierto que hizo vibrar a cerca de 15.000 asistentes en la capital de España. 

Klaus Meine y Matthias Jabs, de Scorpions, en el concierto de la noche de este martes en Madrid.

Klaus Meine y Matthias Jabs, de Scorpions, en el concierto de la noche de este martes en Madrid. / Mariscal /EFE

Juanjo Talavante

Juanjo Talavante

Comenzaron en los años 60, adquirieron peso en la década de los 70 y triunfaron mundialmente en los 80 del pasado siglo. Desde entonces esta formación teutona se ha mantenido como uno de los grupos más representativos del hard rock, del heavy metal o simplemente del rock, y aún hoy siguen ejerciendo ante seguidores de varias generaciones, aunque lo hagan con algo más de sosiego y limitaciones físicas. La noche de este martes, en el Wizink Center de Madrid había padres aupando sobre sus hombros a sus hijas, o abuelos grabando el concierto con sus móviles acompañados de sus nietos. Esa capacidad de convocatoria solo está al alcance de bandas tan longevas como Scorpions, que ha trascendido al capricho de las modas y a la denominada fast music.

¿Cómo explicar este fenómeno o logro? Para hacerlo hay que echar mano de los clásicos y de las fabulaciones. Sólo así será posible comprender el aguante, la grandeza y el desafiante ninguneo con que trata al paso del tiempo la banda alemana Scorpions. 

El grupo alemán de rock Scorpions durante su actuación en Madrid este martes.

El grupo alemán de rock Scorpions durante su actuación en Madrid este martes. / Ricardo Rubio / EUROPA PRESS

A Esopo se le atribuye la fábula de la rana y el escorpión, que cuenta cómo el segundo le pide a la primera que le ayude a cruzar un río. La rana, conocedora del peligro del aguijón del escorpión duda y le pregunta cómo estará segura de que no le picará al llevarle sobre su espalda. Entonces, el escorpión la convence señalando que si lo hiciera él también moriría ahogado. Semejante razonamiento convence al anfibio y ambos se meten en el río para cruzarlo, pero entonces, en medio de trayecto el escorpión clava su aguijón sobre la espalda de la rana. 

Scorpions emprendió en 2014 una gira de despedida que lo trajo a Madrid, donde dio un doble concierto en marzo en Vistalegre. Han pasado diez años, y los alemanes han sacado nuevos discos y mantenido intacto su apetito rockero. No importa los años que tengan; tampoco el ir y venir de modas, ellos siguen tocando porque está en su naturaleza, como en la del escorpión de la fábula, solo que con un carácter positivo, sin lastimar a nadie.

En sus shows ya no se lanzan al suelo ni saltan como en los 80, pero tampoco consisten precisamente en actuaciones sosegadas, ni se conforman con hacerlo en un selecto y reducido número de actuaciones, no, ellos giran, viajan, se entregan y clavan su aguijón de rock y baladas noche tras noche. Y lo hacen con una decencia profesional y una calidad irrebatibles e irreprochables. 

Klaus Meine, vocalista de la banda alemana de rock Scorpions, en el Wizink Centrer de Madrid este martes.

Klaus Meine, vocalista de la banda alemana de rock Scorpions, en el Wizink Centrer de Madrid este martes. / Mariscal / EFE

En el umbral del directo escorpionano entraron en acción Phil Campbell and the bastard sons, grupo creado y liderado por el exguitarrista de Motörhead. El galés Campbell repasó algunos de sus temas propios y, cómo no, de los del grupo que comandaba el desaparecido Lenny Kilmister poniendo a pruebas durante 30 minutos los pulmones de los miles de espectadores que ya se encontraban en el recinto. El clásico Ace of Spades dejaba un buen sabor de boca en la concurrencia y todo listo y preparado para la entrada de los alemanes en escena. Tuvieron, además, tiempo para dedicar unos de sus temas a "todos los políticos corruptos del mundo". Pura filantropía musical antes de la 'venenosa' descarga de los escorpiones. 

VOLVIENDO A CASA

Ligeramente después de las 21:30 horas, la intro con tintes de balada de Coming Home con la voz dulce y cálida de Klaus Meine desembocó en los 'torbellinosos' riffs de guitarra de Rudolf Schenker y Matthias Jabs, con la sección rítmica a cargo del polaco Pawel Maciwoda al bajo y del bateria sueco (ex de Motörhead, por cierto) Mikkey Dee, inmenso toda la noche. Coming Home es un tributo a la vida de las bandas en la carretera.  Ese “volver a casa” no trata precisamente del momento en que acaba una gira y los músicos regresan al hogar, sino de considerar cada escenario como su propia “casa”. No es casualidad que Scorpions elija esa canción para abrir sus directos. En su letra va implícita esa capacidad de resistencia y esa fe inquebrantable en los que hacen. 

Una legión de móviles apunta al escenario. Miles de pantallas constituyen esa realidad paralela, porque los ojos prestan atención al móvil y no al escenario. En el arranque, una potencia descomunal hace temblar las tripas del front stage. El arranque es inconmensurable. Klaus Meine sube sus agudos para recordar quién manda aquí. 

Sonó a continuación Gas in the Tank, un tema que ejemplfica la capacidad de renovación y la madurez musical del quinteto. Con el mensaje velado para sus fans de “Oye, seguimos con del depósito lleno”, la canción pertenece al último disco de la banda, Rock Believer, aparecido en 2022 y está basada en un rock and roll desenfadado con buenos aguijonazos de las guitarras de Jabs y Schenker. 

Después, cayó sobre las cabezas y los oídos de los asistentes un aluvión de nostalgia, con los viejos temas Make it Real y The Zoo, que sirven no sólo para recordar la grandeza rítmica melódica del clasicismo de Scorpions, sino también para corear y participar de las canciones que llevan sonando en sus directos desde hace casi cuatro décadas. Dee machacaba a la percusión con un Klaus Meine en sorprendente buena forma, sobre todo, si se tiene en cuenta que hace unos meses se sometió a una compleja operación espinal. Meine se mueve despacio sobre el escenario, con cautela, pero su voz sigue afrontando altos inauditos para sus 76 años.

El vocalista de la banda dio la enhorabuena a sus fieles por "ser campeones de Europa" y se colgó una guitarra al cuello para unirse a la cadencia rítmica del grupo en Coast to Coast, un clásico instrumental de la formación originaria de Hannover.

Rudolf Schenker, guitarrista de la banda alemana de rock Scorpions, este martes durante su concierto en Madrid.

Rudolf Schenker, guitarrista de la banda alemana de rock Scorpions, este martes durante su concierto en Madrid. / Ricardo Rubio / EUROPA PRESS

La adrenalina brotaba incontenible entre los asistentes antes de dar paso a un repaso por tres temas consecutivos del disco Love At First Sting. "Are you ready gor some eighties?", preguntaba Meine. ¿A qué, si no, habían acudido la mayoría de los asistentes? Con I’m Leaving You, un tema poco frecuentado en los directos hasta esta gira, los alemanes dejaban brotar un sonido con algunos tintes pop para dejar paso después a la antibelicista Crossfire, que arranca con redobles de la batería de Dee y pone de manifiesto que Meine debe bajar el tono en algunos temas. Esto no le resta ni un ápice de mérito a su desempeño: el 'pequeño' Klaus sigue gozando aún de una voz embriagadora, cálida, y es poseedor de uno de esos inconfundibles timbres que cautivan y transmiten desde la contundencia de temas de hard rock hasta las enternecedoras y desgarradoras baladas.

EL SOSIEGO DE LAS BALADAS

Completó la terna de aguijonazos la rítmica Bad Boys Running Wild, recibida con entusiasmo por los fans, que participaron en el estribillo aceptando la invitación de Meine, para mantener a continuación el ritmo con la instrumental Delicate Dance. Matthias Jabs lucía desde hacía tiempo ya a esas alturas su característica y sempiterna sonrisa sobre el escenario y mostraba una ejecución virtuosista sin estridencias. Era el prólogo a la fase más sosegada de la noche con la llegada de las baladas, sello inconfundible que acostumbra a llevar la firma de Schenker y Meine. Send Me an Angel y Wind of Change (otro himno antibelicista que triunfó en medio mundo tras la caída del Muro de Berlín, aunque ahora con un cambio de letra para homenajear a Ucrania tras la invasión rusa) conmovieron a la audiencia más veterana y fueron coreadas en una especie de karaoke multitudinario. Fue un paréntesis, y también un islote en el que poner de relieve que los grupos “duros” también sabían volverse “blandos”, lo que siempre generó desconfianza entre los mas puristas y, de paso, abrió las puertas del grupo a un mercado más amplio. Meine deleitó a los fieles con una voz que asume las baladas como un trámite. Y resonó a la par un coro de 15.000 voces. "Muchas gracias, Madrid", gritaba el front man con marcado acento germano.

La duodécima de la noche fue para la pegadiza Tease Me Please Me, de su álbum Crazy World, seguida de la mas contundente The Same Thrill, una de las canciones más “duras” de aquel Love At First Sting. Este tema es otra de las novedades de la gira; pocas veces se había escuchado antes en vivo, y se agradeció la novedad que traía consigo riffs frenéticos y una dosis rítmica que volvía a elevar la temperatura del Wizink, aunque sonó algo atropellada. 

Antes de la descarga final, el batería Mikkey Dee entretuvo a a audiencia con un demoledor solo de batería que servía para que los veteranos Meine y Schenker cogieran fuerzas para el remate de la noche. El sueco ha encajado a la perfección en la banda sustituyendo en 2016 a James Kottak, quien falleció a principios de este año. Su exhibición en la batería fue jaleada coralmente con admiración por un público que no desfallecía. 

Después del la demostración del sueco con las baquetas la banda tocó Blackout, una de las fijas en sus directos, un derroche metalero que supuso el renacimiento vocal de Meine, a quienes antes de grabarla un médico le había dicho que sus afecciones en las cuerdas vocales le impedirían volver a cantar. De eso hace 40 años. Y Meine lleva desde entonces al pie del cañón destrozando los negros presagios y cantando con insultante autoridad y sin ases en la manga, salvo algunos coros pregrabados. El tema volvió a subir las revoluciones de un público que rugía con el estribillo de Blackout y se enganchaba sin pausa al tren de Big City Nights, la canción que naciera de la contemplación nocturna de la ciudad de Tokio desde el ventanal de un hotel por Meine y Schenker. Es otro de sus grandes clásicos, y Madrid no escapó tampoco de esa sensación y del envite: “ Muchas gracias, Madrid, we love you”. 

Klaus Meine, cantante de Scorpions, este martes durante el concierto de la banda alemana en Madrid.

Klaus Meine, cantante de Scorpions, este martes durante el concierto de la banda alemana en Madrid. / Ricardo Rubio / EUROPA PRESS

DOS AGUIJONAZOS FINALES

Faltaban entonces dos clasicazos para el bis de rigor, dos aguijonazos más, para muchos los más directos, los que más hondo llegan, dos dosis ‘letales’ para rebuscar en la memoria y tratar de recordar qué se estaba haciendo cuando se escucharon por primera vez. Corría 1984. Los tenues acordes de Still Loving You encendían los ojos de muchos de los asistentes. Para un buen número de ellos esa balada forma parte de sus romances, de sus primeros amores, aunque todo quede empequeñecido por lo que sucedió en Francia con esa canción, al provocar un auténtico baby boom, como Rudolf Schenker se encarga de recordar cada vez que tiene la ocasión. Still Loving You sonó desgarradora, con Klaus Meine brillando tras el micrófono y Schenker delitándose en un solo de guitarra que sigue emocionando después de tantos años. Mikkey Dee para entonces había decidido vestirse con una camiseta de la selección española. 

El cierre no podía ser otro que Rock You like an Hurricane, bajo el embrujo de las guitarras de Jabbs y Schenker. Su canción con más pegada internacional, que acabó con una ráfaga de contundencia y con Klaus Meine llevando echándose a la espalda la bandera de España. Era el colofón a una noche de hard rock salpicada por unas cuantas baladas. Todo un desafío al paso del tiempo para una banda que con las consabidas limitaciones sigue dejándose la piel sobre el escenario.

Después de todo, lo cierto es que los escorpiones ya habitaban la tierra muchos años antes que el tiempo de Esopo y de sus fábulas. Pareciera que estos ‘chicos’ alemanes hubieran elegido ese nombre a conciencia, pero es imposible que en 1965, cuando Rudolf Schenker fundó el grupo, fuera capaz de imaginarse desafiando a la lógica, a Cronos, a la tiranía de los calendarios y a los pesimistas. Ahí siguen. Y a saber cuándo será de veras su última gira. Pocos se atrevan a estas alturas a dudar de que puedan volver a subirse encima de otro escenario o a lomos de otra rana.