LIBROS

Ángel Vázquez, el escritor que revolucionó la literatura española desde el Tánger internacional

La editorial El Paseo recupera 'Se enciende y se apaga una luz', primera novela de Ángel Vázquez, galardonada con el Premio Planeta 1962 y en la que se intuyen algunos de los rasgos que el autor tangerino desarrollará en 'La vida perra de Juanita Narboni', su obra maestra

Ángel Vázquez, en una fotografía de época.

Ángel Vázquez, en una fotografía de época.

El 26 de febrero de 1980, Ángel Vázquez fallecía de un ataque al corazón en una humilde pensión situada en el número 98 de la madrileña calle Atocha. El escritor, que tenía problemas con el alcohol y pasaba malos momentos económicos, decidió quemar los manuscritos en los que estaba trabajando. Por propia mano, su obra quedaba así reducida a un puñado de cuentos y tres novelas, una de ellas Se enciende y se apaga una luz, Premio Planeta 1962, que acaba de ser recuperada por El paseo editorial.

"Ese día tuvo una crisis nerviosa y quemó todo lo que había en la habitación, como fotografías y dos novelas que tenía empezadas pero que nadie, ni siquiera sus amigos, habían leído. Aunque sigo investigando en periódicos a ver si puedo recuperar algún otro escrito suyo, hasta ahora no ha aparecido nada y tampoco se tiene constancia de que se haya conservado algún inédito", explica Rocío Rojas-Marcos, experta en la obra de Ángel Vázquez y prologuista de la nueva edición de Se enciende y se apaga una luz. "Mi interés por la vida y la obra de Ángel Vázquez está relacionado directamente con mi interés por la historia y la literatura de la ciudad de Tánger, en la que Ángel Vázquez se eleva como uno de los autores principales", explica esta profesora de la Universidad de Sevilla, que lleva trabajando más de dos décadas para dar a conocer la figura de un escritor que, en contra de lo que se suele afirmar, no es autor de una sola obra.

"Aunque es verdad que La vida perra de Juanita Narboni es tan singular que ensombrece todo lo que escribió anteriormente, Se enciende y se apaga una luz es una novela muy interesante, que formalmente está en la línea de la literatura que estaban haciendo escritoras como Carmen Laforet y Jean Bowles, ambas amigas de Vázquez. Es una novela en la que el escritor narra la vida de una familia bien posicionada de la comunidad española de Tánger que, desde su casa de la montaña en la que vive, mira hacia el resto de la ciudad que baja por la ladera, avanza hacia el mar y se extiende hasta la orilla", explica Rocío Rojas Marcos, para quien el escritor tangerino es un "verso suelto" al que, aún a día de hoy, los expertos en literatura española no han conseguido encontrar un hueco en sus clasificaciones, escuelas, grupos y taxonomías.

Angel Vazquez, fotografiado en Tánger.

Angel Vazquez, fotografiado en Tánger. / CEDIDA

"Ángel Vázquez debería ser tratado como uno de los grandes escritores de la literatura española del siglo XX con letras mayúsculas. Sin embargo, el hecho de no ser plenamente español por haber nacido en Tánger, aunque tuviesen la nacionalidad española, y no estar en Madrid o Barcelona, que eran los centros culturales del siglo XX, es algo que lo lastrará siempre. Por otra parte, su literatura no se parece a la literatura española de la época. A diferencia de otros autores, no habla de la postguerra sino de la vida de Tánger, que era una ciudad económicamente muy rica, con una complejidad social y sociocultural interesantísima y totalmente insólita para la España de ese tiempo. Por último, debido a su extraordinaria timidez, siempre estuvo cómodo en esa periferia y no luchó ni medró por conseguir nada más. Una actitud que tampoco jugó a su favor porque, si hay alguien que está ofreciendo una literatura tan extraordinaria y diferente, es muy humano que aquellos que piensan que les puede hacer sombra decidan darle de lado. Si, además te lo puedes permitir, porque era muy fácil ignorar a un Ángel Vázquez que, desde Tánger, no tenía ni ganas ni fuerza para hacer presión, es fácil entender por qué no es un escritor más conocido", concluye Rocío Rojas Marcos.

Tánger desde una jaula

Ángel Vázquez había nacido en Tánger el 3 de junio de 1929. Su infancia transcurrió en la sombrerería de su madre que, para que no molestase a las clientas, lo metía dentro de una jaula que colgaba del techo del local. Desde allí, el pequeño Ángel escuchaba las conversaciones de las clientas, algunas de las cuales empleaban un peculiar lenguaje propio de Tánger llamado jaquetía.

"La jaquetía era la lengua que hablaban los judíos de Marruecos, equiparable a lo que llamamos el ladino, que era lo que hablaban los judíos que, al salir de la Península, se fueron hacia el oriente del Mediterráneo, hacia el Imperio Otomano —detalla Rocío Rojas-Marcos—. Aquellos que se quedaron en Marruecos vieron cómo su lengua se mezclaba con el castellano antiguo, con palabras del francés por la población francesa, del inglés por la población inglesa e incluso del ruso, porque en Tánger también se asentó una pequeña comunidad de judíos rusos. Aunque por desgracia a día de hoy ya no es lengua materna de nadie en el mundo, hay intentos de conservación de esa herencia histórica y hay algunas novelas muy interesantes que la utilizan. Entre ellas las de Ángel Vázquez, que conocía la jaquetía de escuchar a las clientas de su madre, muchas de ellas hebreas".

La obra más célebre de Ángel Vázquez es 'La vida perra de Juanita Narboni'.

La obra más célebre de Ángel Vázquez es 'La vida perra de Juanita Narboni'. / CEDIDA

Mientras desempeña diferentes trabajos no necesariamente relacionados con la literatura, Ángel Vázquez comenzó a escribir relatos y novelas que presentaba a diferentes certámenes literarios convocados al otro lado del Estrecho. "Se consideraba el eterno finalista —recuerda Rojas-Marcos—. En dos ocasiones se había quedado a las puertas de ganar un premio: en 1956 con El cuarto de los niños, quedó finalista del premio Sésamo; y en 1960, igualmente finalista del concurso de cuentos de la revista Blanco y Negro, con el relato Reúma". Si bien todo apuntaba a que iba a suceder lo mismo con Se enciende y se apaga una luz, finalmente Vázquez consiguió romper esa racha gracias a su enorme talento literario y una pizca de suerte.

Si bien la novela de Vázquez había sido elegida finalista del Planeta, Tomás Salvador impugnó la decisión del jurado argumentando que la novela ganadora, El sol y las bestias de Concha Alós, ya tenía un acuerdo de edición con Plaza y Janés con el título de Los enanos. Aunque los periódicos ya habían publicado la noticia en la que se declaraba ganadora a Alós, José Manuel Lara, propietario de Planeta, prefirió no entrar en polémicas con la competencia y, unos días más tarde, resolvió otorgar el premio a la novela de Ángel Vázquez que, víctima de esas apreturas económicas que lo acompañarían toda su vida, ni siquiera había podido pagarse el viaje a Barcelona para asistir a la lectura del veredicto del jurado. Tanto es así que, cuando llegó el momento de recibir el premio de manos del ministro de Información y Turismo Manuel Fraga, Vázquez tuvo que pedir a los amigos dinero para el viaje y hasta una chaqueta para el acto de entrega.

Adiós a todo eso

Se enciende y se apaga una luz fue una anomalía en el panorama literario de la España de 1962. Protagonizada por Cristina, una joven de una buena familia española afincada en Tánger, la novela desarrolla con especial talento los personajes femeninos, al tiempo que aborda con total normalidad temas como la homosexualidad masculina y femenina, la infidelidad o las relaciones prematrimoniales. Unos temas que demuestran la desconexión que existía entre la vida opresiva de la Península y la libertad del Tánger internacional.

"Ángel Vázquez era una persona culta que sabía lo que hacía. Era consciente de que lo que se vivía en Tánger no sucedía en España —apunta Rocío Rojas-Marcos—. Además, como escritor, tuvo una capacidad extraordinaria para componer personajes femeninos de una profundidad, de una sutileza y de una delicadeza realmente sorprendentes. Creo que es algo que procede del hecho de que tuviera un padre ausente, un hombre muy violento al que despreció profundamente toda su vida, y que se criase con su madre y su abuela, dos mujeres fuertes que tuvieron que luchar y trabajar para sacar adelante sus vidas. También fue una persona fascinada por el cine, tanto español como de Hollywood, en el que eran habituales personajes femeninos muy potentes, con el añadido de que, a diferencia de lo que sucedía en la Península, en Tánger el cine no estaba censurado sino que se proyectaba sin cortar".

El día antes de morir, Ángel Vázquez quemó dos novelas que había sido incapaz de terminar.

El día antes de morir, Ángel Vázquez quemó dos novelas que había sido incapaz de terminar. / CEDIDA

En 1956, Tánger pasó a ser administrada por Marruecos. La que fuera una ciudad internacional y libérrima iniciaba así su particular proceso de descolonización que, entre otras cosas, provocó que Ángel Vázquez empezase a sentirse ajeno en una ciudad que había sido la suya. De esta forma, en 1965, acogiéndose a una ayuda de repatriación del estado Español, el escritor abandonará Tánger y se trasladará a vivir a la Península.

"A pesar de vivir en una sociedad con un elemento colonial muy numeroso, Ángel Vázquez se consideraba un ciudadano tangerino de pleno derecho y completamente integrado en la vida de la ciudad. De hecho, en Se enciende y se apaga una luz incorpora ciertos destellos de crítica a esa actitud colonialista que despreciaba a la población musulmana marroquí y que sí se reflejaba en la literatura española del Protectorado. Por ejemplo, cuando describe cómo la madre de la protagonista, Isabel, trata al chófer o a una de las sirvientas de la casa. En el caso de Vázquez, su vínculo con la ciudad era tan grande, que se puede decir que toda su obra está escrita desde allí. Incluso cuando escribió La vida perra de Juanita Narboni ya estando en Madrid, su cabeza estaba puesta en Tánger", concluye Rocío Rojas-Marcos.

'Se enciende y se apaga una luz'

Ángel Vázquez

El Paseo Editorial

224 páginas | 21,95 euros