MÚSICA

Javier Camarena, tenor: “Dejar los estudios de ingeniería es la decisión de mi vida de la que más orgulloso estoy”

El intérprete belcantista mexicano actúa el 30 de julio en las Noches del Botánico madrileñas, adonde llega con un repertorio que incluirá arias de ópera pero también música popular de su país, con guiños a la zarzuela, la canción italiana y el tango

El cantante de ópera mexicano Javier Camarena, antes de la entrevista con 'El Periódico de España'.

El cantante de ópera mexicano Javier Camarena, antes de la entrevista con 'El Periódico de España'. / Alba Vigaray

Juanjo Talavante

Juanjo Talavante

Javier Camarena (Xalapa, Veracruz, 26 de marzo de 1976) se expresa con una naturalidad poco común entre quienes transitan por la estratosfera operística. No se trata solamente de su altura vocal, sino también de una elevación a la que se ve proyectado por continuas dosis de admiración, interminables aplausos, solicitudes de bises del público y el esfuerzo de los más prestigiosos teatros y óperas del mundo por incluirlo en sus agendas y programas con varios años de antelación. Todo ello suele conllevar la consideración de divo, etiqueta habitual que cuelga de los mejores cantantes líricos, de aquellos cuya fama es superlativa. En la Casa de México, en Madrid, el tenor que nos encontramos es un hombre sencillo, cercano, risueño, de mirada franca y naturalidad gestual. Respira profundamente, analiza la pregunta y medita antes de contestar. No mira el reloj. Se sabe uno de los más grandes tenores de la actualidad, claro, pero puede que esa sencillez y afabilidad estén estrechamente vinculadas con su capacidad sobre el escenario para poner el alma en sus personajes. Quizá también con la virtud de amasar en una sola receta las palabras cantar y contar. Y Camarena canta y cuenta tan bien que dan ganas de pedirle un bis cuando la grabadora se apaga.  

P. El repertorio de su actuación en las Noches del Botánico será diferente al que suele ser habitual en sus actuaciones líricas. De alguna manera usted siempre ha renunciado a esa rigidez de antaño de los tenores que no se salían del repertorio operístico.

R. Sobre todo, porque se trata de representar la riqueza cultural de mi país. Este concierto que estamos preparando, de la mano de la Orquesta de la Comunidad de Madrid, es un programa bastante completo, sobre todo con esta parte medular que es la representación de la música popular mexicana. Sí, tendremos ópera, tendremos zarzuela, canción italiana, pero la parte central será la que esté dedicada la música de mi país, a la música popular mexicana. Esto es algo que viene de mi propia cultura musical. Crecí escuchando estas canciones, y es motivo para mí de gran orgullo poder presentarlas en otras latitudes y también a un público como el de Madrid, y el público español, que tanto cariño y aprecio tienen por la cultura mexicana. Habrá una parte conjunta de la Orquesta de la Comunidad de Madrid con el Mariachi Sol de América.

El cantante de ópera mexicano Javier Camarena, en Madrid.

Javier Camarena, antes de la entrevista con 'El Periódico de España'. / Alba Vigaray

P. Desde muy pronto sintió una enorme pasión por la música, sin embargo, usted empezó estudiando una ingeniería. ¿Qué fue lo que le impidió apostar de inicio por la música? ¿Presión familiar, temor a no poder encontrar un camino profesional...?

R. No puedo decir que hubiera una presión familiar, pero sí un ir motivando… Yo vengo de una familia en la que todos han estado vinculados a la Comisión Federal de Electricidad, que es la compañía principal de Energía de México. Uno de mis abuelos fue de aquellos a los que les tocó montar la red eléctrica en mi estado, en Veracruz; el otro trabajaba en una planta hidroeléctrica como técnico… Mi papá trabajó en una nucleoeléctrica. La idea de tener un ingeniero en la familia, pues hacía ilusión. Y para mi mala suerte empiezo a hacer una secundaria técnica en la que mi cuarta opción de taller era Electricidad... y me tocó esa opción. Hice un bachillerato tecnológico. Mis padres me dijeron “Ya hiciste Electricidad, ahora haz Electromecánica, te será fácil”. Buah... (da una carcajada), lo terminé mal, por la noche. Ya eso tendría que haber sido un indicio también para mis padres para decir “Este no tira para eso…”. Y ya terminé Electromecánica y me dijeron, “Pues, ya dale para Ingeniería, ¿no?”. Pero desde el primer semestre para mí era un “no, esto yo no lo quiero”. Y ahí se lo dije a mi mamá: “Yo no quiero seguir estudiando esto, no me gusta”. Para mí era estar perdiendo el tiempo. A los dos años, y contra la familia, y a escondidas, lo hice todo. Me di de baja en Ingeniería y me fui a inscribir para el examen de Música. Me admitieron para canto. A los 19 años fue la decisión más arriesgada para mí, para mi vida y de la que más orgulloso estoy.

P. Lleva ya muchos años siendo uno de los tenores más destacados. Reparta responsabilidades en su logro: Cecilia Perfecto, el personaje de Tonio (de la ópera La hija del regimiento, de Gaetano Donizetti), un don innato, el sacrificio y el trabajo...

R. Cecilia Perfecto fue la maestra perfecta para mí en un inicio porque ella puso en mí bases, sobre todo, no sé si decir éticas o de conciencia respecto a esta carrera. Lo primero que me dijo fue “Esta carrera es de resistencia y no de velocidad”. Jamás lo he olvidado. Y lo segundo, a diferencia de muchos maestros, me dijo: “En esta carrera ningún maestro tiene la verdad absoluta respecto al canto. Tú debes generar en ti el conocimiento que te permita discernir entre qué te conviene y qué no te conviene de lo que te quiera enseñar un maestro, porque todos pueden aportarte algo”. Eso, viniendo de un maestro de canto, es casi utópico. Ella misma, en determinado momento me dijo: “Yo hasta aquí puedo enseñarte. Necesitas seguir avanzando”. Esa ha sido de las más grandes enseñanzas de ética profesional que he tenido en mi vida. Tonio llega a mi vida años después. Me encuentro un disco de la reinauguración del Teatro de la Maestranza, donde las grandes figuras de la lírica española se dieron cita, y entre ellas Alfredo Kraus cantando esta aria. Y entonces yo dije: ¿Qué es eso? Yo quiero cantar esto. Lo innato estaba ahí, sí, como el talento para la música y la fisionomía y la anatomía para la voz. El resto ha sido mucho trabajo. Mucho trabajo. Creo que todo artista lo dirá de cualquier disciplina. El talento es un diez por ciento de tu carrera. El resto es trabajo.

P. Y salió de México. Un buen día, usted está en Zúrich, en una pequeña habitación. Tiene en sus manos la partitura de La italiana en Argel, de Gioachino Rossini. Y ahí es cuando se enfada, la tira contra la pared, se desespera. ¿Esa fue la primera vez que toma conciencia de dónde se ha metido?

R. Ahí es cuando me pregunté por qué no había seguido con la ingeniería (suelta otra gran carcajada). Aquella se convirtió en mi partitura voladora. Me estaba enfrentando a un compositor que nunca había cantado y que después adoré con todo el alma, pero entender su fórmula como quien quiere entender las fórmulas del cálculo diferencial e integral fue un cacao, porque no terminaba yo de comprender de qué iba. Esa fue la primera partitura de Rossini que tuve en mis manos. Me sentía incapaz. Me frustraba. Pero Rossini me enseñó la paciencia en la música. Aprendí a analizar la música también, porque Rossini lo que tiene es eso, que todas estas cosas rápidas siempre van representando una emoción interna del personaje: miedo, alegría, angustia, ira… Todo está ahí representado en esta cascada de notas. De él llegué a cantar nueve óperas diferentes. Y llegué a disfrutarlo mucho.

P. Usted ha dicho en alguna ocasión que lo que le puede diferenciar de otros tenores es esa forma de sentir el personaje, de cantar pero también contar la ópera, de otorgarle vida. ¿Cómo de importante es transmitir esa alma del personaje para usted?

R. Hoy día el cantante en la ópera está mucho más comprometido con la parte teatral e interpretativa que en años anteriores. El cantante de ópera, por lo regular, toma una canción y la lleva a su propio repertorio, sea un bolero, una canción infantil… La canta como si cantara Una furtiva lagrima, La donna è mobile… Y es ahí donde yo siento que pierde tanto el cantante como el género, la canción. Porque si bien la voz puede ser muy bella, canciones como Mi amor por ti o Nocturnal son temas que son para que casi te las canten al oído. Siempre he pensado que si yo estudié para hacer de mi voz un instrumento musical, lo mismo que un flautista puede tocar el Concierto para arpa y flauta de Mozart y luego por la noche va a un bar y toca salsa. El instrumento lo pone en el contexto en el que tiene que ir y suena la flauta igual de preciosa. ¿Por qué no puedo hacer yo lo mismo, si mi voz tiene la posibilidad? ¿Por qué no voy a aprovechar las posibilidades técnicas para saber modular mi voz y aplicarlas a la música? Este tipo de conciertos como el que tendremos en las Noches del Botánico me dan esa posibilidad y me emociona mucho porque no es sólo pintar todo de color azul rey, sino que por ahí le vamos poniendo un rosa mexicano. No sé, es pintar de colores con la música.

P. Habla de pintar, que es una de sus aficiones. Otra es la cocina. Su madre fue maestra de cocina…

R. Pero nunca me enseñó nada. Ya fue después de casado cuando la llamaba por teléfono y le preguntaba cómo se hacía una receta. Pero mi mamá cuando cocina no te deja picar ni un ajo. Yo aprendí viendo a mi mamá.

P. ¿Cuál es su plato estrella? El que cocina para sus mejores amistades.

R. El plato estrella es el Pozole. Es una sopa, un caldo ya prehispánico, que se prepara con un maíz especial llamado cacahuazintle, que es un grano mucho más grande, tiene una preparación especial y se hace una cocción especial con diferentes tipos de carnes y de chiles como especia, no como picante. Ese es el plato que más me gusta cocinar para la gente que nos visita en casa.

P. ¿Qué música escucha cuando cocina?

R. De todo. Depende del ánimo. Billie Eilish, por ejemplo. Tengo mis álbumes favoritos. Y uno que escucho con mucha frecuencia es Canta boleros en Tropicana, de Pablo Milanés. Es uno de mis favoritos. Pero también puedo estar escuchando conciertos para guitarra con mi esposa, o canciones coreanas con mi hija.

P. En España hemos tenido dos grandes tenores que representaban formas diferentes de encarar y embarcarse en el catálogo operístico. Por un lado, Plácido Domingo, que ha acometido muchos más personajes y tiene un repertorio amplísimo, y por otro Alfredo Kraus, un tenor más conservador en muchos aspectos y con un repertorio mucho más restringido. Entre esas dos formas de entender la ópera, ¿dónde se sitúa usted?

R. En el medio. En términos de repertorio sí he sido muy cauto. Ahora estoy atravesando por una evidente evolución vocal. Hace veinte años empezaba con roles muy ligeros, pero la voz se va haciendo más oscurita, va ganando en peso en la parte central baja, y toda la parte de los agudos se va resintiendo un poco. Todavía puedo, y estoy muy contento por ello, pero me toca trabajar en la parte técnica y en la dosificación. Pero sí que vendrán otro tipo de roles. Siguen siendo muy de la mano de lo que hizo Alfredo Kraus en cuanto al camino que trazó, pero a lo mejor sí llego a otras cosas que él no consideró aptas para su voz. No lo sé todavía. Espero que en los próximos años termine de consolidarse lo que está sucediendo en mi voz hoy en día y con esto tener más claridad. Estoy echándole el ojo a Werther, a otro repertorio más lírico. Y quiero pensar que puedo hacer La Boheme en algún momento. No a corto plazo. Ya con 48 años tengo esa posibilidad de tener ese discernimiento. Y también, claro, me doy esta oportunidad de ser más cercano a mi raíz musical, a mi cultura musical, a mi esencia como mexicano, y que es la canción popular, no sólo mexicana, sino también latinoamericana, con el tango, el bolero cubano, la balada, y que es música maravillosa. Son canciones preciosas que no tengo por qué hacerles de menos. Sigo sosteniendo que no sólo se trata de que sea canción de arte o no; yo también creo que el arte de hacer una canción es poner mi voz a su servicio y apegarme lo más posible al género. Siento que las canciones populares pueden ser muy íntimas.