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El Madrid en movimiento de Javier de Juan que se esconde en Condeduque

Refugio perfecto en estos días de calor extremo, la muestra de uno de los artistas más destacados de la generación de la Movida refleja sus inquietudes más recientes y ha sido pensada específicamente para el espacio que la acoge

Dos de las grandes pinturas con perspectivas de Madrid de Javier de Juan que se exhiben en Condeduque.

Dos de las grandes pinturas con perspectivas de Madrid de Javier de Juan que se exhiben en Condeduque. / Cedida

Jacobo de Arce

Jacobo de Arce

Javier de Juan es arquitecto de formación, y se nota. La exposición que le dedica el Centro de Cultura Contemporánea Condeduque incluye tres cuadros enormes con tres perspectivas de Madrid en las que se diría que ha resumido la ciudad. Dos de ellas abarcan dos tramos distintos del eje Castellana-Prado, y el tercero buena parte de su centro histórico. Son pinturas abigarradas, de líneas y perspectivas retorcidas que podrían recordar al expresionismo alemán de entreguerras, pero también, como casi siempre en sus obras, al cómic que tanto practicó en otra época. Tres obras de seis por tres metros en las que no aparecen personas, ni árboles, ni tampoco coches. Y a pesar de todo Madrid, la ciudad que tantas veces le ha inspirado y ha aparecido en su trabajo, se muestra en ellas muy viva. Dotada de ese movimiento que siempre ha sido, dice, un elemento fundamental de su mirada.

“Creo que en las pinturas se percibe ese crecimiento casi orgánico, biológico, cómo una ciudad va cambiando", explica de Juan, uno de los nombres imprescindibles de la escena artística madrileña desde los tiempos de la Movida, en conversación con EL PERIÓDICO DE ESPAÑA. "La exposición se llama Cada vez que miras porque, cuando lo haces, algo que estaba ya no está. O algo que no estaba, está. Me he inventado edificios que quizá sí estarán ahí en un futuro. Y mientras trabajaba en estas pinturas ha habido otros que los han tirado, como el Banco Sabadell en Colón, o que han cambiado, como las torres que eran del Barclay's, en la misma plaza”, explica. “Además, he aprovechado para meter a los arquitectos que me gustan: Sáenz de Oiza, Gutiérrez Soto, Corrales y Molezún, Foster, Palacios…”. Los edificios que estos firmaron son perfectamente reconocibles en los cuadros.

El artista multidisciplinar Javier de Juan.

El artista multidisciplinar Javier de Juan. / Cedida

La geografía urbana elegida no es inocente. En su opinión, Madrid se entiende cuando uno se da cuenta de que no tiene mar. "Por eso la referencia principal es el eje de la Castellana, un eje Norte-Sur que se extiende entre dos estaciones, la de Chamartín y la de Atocha. Si te pierdes, cuando terminas en la Castellana sabes dónde estás, igual que en las ciudades marítimas cuando llegas al mar, o en ciudades como París o Londres al llegar al río, un río de verdad y no como el Manzanares”. En el cuadro del centro urbano, el que ha pintado teniendo como referencia “las tres plazas”, la de España, la de Oriente y la de Ópera, la historia pesa quizá más que la geografía. Con él ha querido contar la evolución de la villa y corte. “Ahí están el Madrid de los Austrias, que es donde se situaba el Alcázar y hoy el Palacio Real; luego el de los Borbones, cuando llega Bárbara de Braganza y se trae a italianos como Sabatini y Boccherini, y después el Madrid del desarrollo de los años 50 y 60, que es el de la Plaza de España, con la Torre de Madrid o el edificio España. Además de la Gran Vía, que es el hilo que cose a muchos Madrid distintos”.

Dice de Juan que la idea de hacer algo así estaba ahí desde hace años, porque a pesar de sus idas y venidas de la capital, tenía la geografía de Madrid metida "en el disco duro”. Por eso, el suyo no es un Madrid sacado de fotos ni de planos, sino de su propia memoria. “Lo que he hecho es cerrar los ojos, y al hacerlo aparecían los recorridos y los edificios que me interesan”. Así es como ha ido construyendo su propio imaginario de Madrid, una ciudad "que no es solo una escenografía, sino un personaje más del relato". Ese relato es el que ofrece en Condeduque, en una muestra que se presenta como site-specific: ha necesitado contar con un espacio como el de este palacio-cuartel del siglo XVIII, con sus amplias salas, techos muy altos y arcos majestuosos, para que esas obras de gran tamaño encontraran el lugar adecuado.

Tecnología y ecosistema humano

La muestra va más allá de esos tres cuadros de gran formato. Justo enfrente de ellos hay tres espejos enormes que han sido intervenidos por el artista con yeso y con componentes plásticos para generar unas arquitecturas interiores (hay puertas, columnas, miradores) en las que los trozos de espejo harían la función de ventanales. A través de ellos se vislumbra la ciudad, las vistas de las mencionadas pinturas de enfrente. "Tú te asomas a esos espejos y te ves con la ciudad de fondo, de repente eres parte de ella", explica. Pero el espectador no es el único personaje en ese paisaje. Hay un par de esculturas de dos cabezas gigantes, una masculina y otra femenina, con el trazo característico del artista pero hechas con impresoras 3D. Ese mismo trazo es también el de los personajes que aparecen moviéndose en las animaciones en vídeo que proyectan varias pantallas instaladas en la sala.

Los espejos intervenidos que forman parte de la muestra.

Los espejos intervenidos que forman parte de la muestra. / Cedida

En el texto de presentación de la exposición que recibe al visitante se cuenta que Javier de Juan lleva años reflexionando sobre el impacto de la tecnología en el ecosistema humano. Durante la conversación, ese interés por lo tecnológico se percibe hasta cuando habla de los soportes y técnicas que utiliza para su trabajo, desde el innovador material de esos que llama "espejos con reflejo 4K, porque tienen una calidad, consiguen unos negros, que no te lo crees", al material proveniente del maíz de las esculturas 3D o al color de las animaciones, de un brillo "que habría sido imposible conseguir con las pantallas que había hace solo diez años, porque no tenían la misma luminiscencia". No es casualidad que una parte importante de su trabajo reciente se haya centrado en las proyecciones que ha realizado sobre edificios como La Tabacalera o la plaza de toros de Las Ventas. "Estoy trabajando con UDIT, la Universidad de Diseño, Innovación y Tecnología, que cometieron el error de nombrarme profesor honorífico, y lo primero que hice fue ir a ver qué máquinas tenían en los sótanos para hacer experimentos", bromea.

Vista general de la exposición.

Vista general de la exposición. / Cedida

Pero esa preocupación por lo tecnológico va más allá de lo material y se mete de lleno en lo filosófico. Las animaciones que se proyectan en la sala muestran a una serie de personajes que se mueven como posando, colocándose para que los podamos ver en todo su esplendor. "Se están exhibiendo para que los elijamos como nuestros avatares", indica el artista. Esa vida que vivimos a través de nuestros otros 'yo' digitales también forma parte del ecosistema urbano que ha querido mostrar en esta exposición. "Escoge un avatar y muere por él", se puede leer en uno de los rótulos electrónicos de la sala, por los que circulan textos luminosos a toda velocidad.

Las animaciones de Javier de Juan que se proyectan en pantalla y una espiral que expresa el movimiento que refleja la muestra.

Las animaciones de Javier de Juan que se proyectan en pantalla y una espiral que expresa el movimiento que refleja la muestra. / Cedida

Ilustrador, autor de cómics y pintor en los bulliciosos tiempos de la Movida, Javier de Juan no siente especial nostalgia por aquella época. Le faltan algunos nombres que ya no están, pero eso es ley de vida. Y echa de menos, sobre todo, las revistas de entonces, que eran "un catalizador cultural". Colaboró en casi todas: en las fundadas por Borja Casani, títulos como La luna, Sur Exprés o El Europeo; en El canto de la tripulación, de Alberto García-Alix, o en las de cómics como Madriz o el Madrid Me Mata de Óscar Mariné. "Se generaban unas sinergias estupendas, acabábamos siendo amigos. Y luego era maravilloso estar esperando a que saliera el papel para comértelo, para bebértelo", recuerda.  

Más allá de eso, dice que este Madrid que sigue atravesando cada día, a pie o en moto, desde su casa en el Barrio de las Letras, "me sigue pareciendo apasionante". Los cambios en la ciudad son innegables: si la generación a la que él pertenece todavía pudo vivir y trabajar en el centro, los artistas actuales se han ido trasladando a zonas como Carabanchel, Usera o Vallecas porque el precio de los espacios les ha obligado. "Es un Madrid totalmente diferente. Pero para mí es maravilloso ir los fines de semana a inauguraciones en Carabanchel y tratar con todas esas generaciones nuevas, con mucha gente de fuera de Madrid que ha venido a trabajar aquí y lo enriquece muchísimo".

El artista, junto al cartel que anuncia su muestra en Condeduque.

El artista, junto al cartel que anuncia su muestra en Condeduque. / Cedida

Alguien decía cuando se inauguró su exposición en Condeduque que Madrid no había tratado bien a Javier de Juan, con lo bien que Javier de Juan ha tratado a Madrid. ¿Lo siente él así? "Yo he estado muy bien representado en galerías de Madrid toda mi vida, he participado en todos los ARCO y en muchas ferias. En ese sentido, sí que he sido bien tratado. Pero no institucionalmente. He estado en grandes exposiciones colectivas de la Movida, pero no había tenido una gran exposición personal donde poder hacer lo que he hecho aquí". Y eso que esta muestra no es exactamente como se la habían propuesto. "Querían una cosa casi antológica, con mi trabajo desde los 80", dice. Él, en cambio, prefirió presentarse con material nuevo. Lo negoció y, al final, convenció. "Mi grito ha sido: 'estoy vivo'".