Tour de Francia 2024

Jasper Philipsen gana una etapa del Tour para olvidar

La música de la carrera debe volver a sonar este miércoles en la visita a las montañas del Macizo Central con seis puertos por el camino y siempre con Tadej Pogacar al frente de la general.

Sergi López-Egea

Eran las 9 de la mañana y Christian Prudhomme, el director del Tour de Francia, buscaba visa para un sueño visitando con parte de su directiva la catedral de Orléans, terminada en 1829 y dañada por los bombardeos nazis. Quizá quería orar para que soplase el viento, como sucedió en 2013; el pelotón hecho añicos, a toda pastilla, ráfagas que alcanzaron los 100 por hora en una zona de Francia, en el centro del país, de golpe y efecto, que provocó una de las etapas más vistosas hace ahora 11 años. Hasta el equipo de Alberto Contador se permitió cortar al Pogacar de la época, a un Chris Froome que iba camino de su primera victoria en el Tour.

Quizá Prudhomme no rezó con suficiente fe porque viento lo que se dice viento sólo sopló como una ligera brisa que servía a los espectadores de la meta para refrescarse un poco del calor que los agobiaba, en una espera demasiado larga, con un pelotón que trotaba muy tranquilo, como un barco con las velas caídas, a la espera que se organizase lo que todo el mundo sabía, otra llegada masiva; victoria, en este caso, de Jasper Philipsen ¡cómo lo lanzó Mathieu van der Poel! ¿Quién dijo que los esprints ya habían pasado a mejor vida? Pues se suman cinco de diez etapas, la mitad de lo que se ha corrido en el Tour. Y esto no puede ser por muy atractivos que resulten ser los últimos 5 kilómetros. Apenas 5 de festival en 187 de etapa.

El Tour es el Tour, de acuerdo, pero la experiencia de los últimos años de buscar una colina, un simple repecho, anima las etapas, hace que la lucha por la victoria empiece kilómetros antes de olerse la meta y provoca, además, que los favoritos entren en pelea, no se rezaguen y se coloquen en la zona media del pelotón, lejos del peligro, de la locura de jugarse el triunfo en Saint Amand Montrond a más de 60 por hora.

Mucha paciencia

Etapas de este tipo no son una bendición, más bien un tostón, donde hasta el más entusiasta seguidor se queda dormido en el sofá, o los que se colocan en la cuneta del Tour se muestran cansados de la dosis extra de paciencia que han tenido que sufrir para ver la llegada del pelotón.

Además, en este Tour nadie ataca en etapas llanas a no ser que sea un noruego aliado con la valentía y que se llama Jonas Abrahamsen, líder de la montaña hasta que se lo coma Tadej Pogacar -siempre jefe del Tour- casi por accidente, como quien no quiere la cosa. No hay una ofensiva seria porque los equipos han venido cargados de velocistas y saben que atacar es morir en el intento porque la carrera se bloquea; unos quieren estrenarse y otros repetir. Y quien lo paga es el espectador o el cronista que no tiene nada que contar.

En toda la etapa sólo hubo un momento animado, aparte del esprint y su preparación. Fue cuando a 61 kilómetros de la meta el Ineos notó que se levantaba un poco de aire. Se pusieron a tirar, todos a 50 por hora, hasta que las hierbas dejaron de moverse y se calmaron. Por si acaso, Pogacar puso a los suyos en guardia, que no quiere que le amargue un dulce o una etapa anodina que encima llegó a Sant Amand en el peor tiempo previsto.

Así que no queda más remedio que pasar página y pensar que este miércoles se animará la fiesta, sólo faltaría, con la visita al Macizo Central, testimonio de luchas o ataques para recordar como el que protagonizó en 1995 Laurent Jalabert, hoy comentarista de la televisión francesa, para tratar de tumbar a Miguel Induráin, en el día, junto al que llegó a Sestrière en 1992, en que peor lo pasó en las cinco victorias de París. En la 11ª etapa hay seis puertos de montaña; los últimos cuatro se presentan de forma encadenada para que suene la música. ¡Qué sea lo más alta posible! Qué se quejen los vecinos y los que se queden sin fuerzas camino de la estación de Le Lioran en las tierras de Romain Bardet.