DIARIO DE IBIZA

Agricultura en Ibiza: el fuerte calor y la extrema sequía adelantan la cosecha de la algarroba

Los agricultores empiezan a llenar sacos un mes antes de lo habitual mientras se prevé que el precio será este año tan bajo como el que tuvo en 2023

Mallas para recoger la algarroba en una finca de Can Bonet.

Mallas para recoger la algarroba en una finca de Can Bonet. / J.M.L.R.

Desde mediados de julio no fueron pocos los agricultores ibicencos que ya empezaron a colocar mallas bajo los algarrobos para recoger sus frutos. Ya hay numerosos árboles a cuya sombra, apoyados en sus troncos, reposan sacos repletos de algarrobas. No era una estampa habitual para esa época, pues la cosecha suele empezar a mediados o finales de agosto y se prolonga hasta finales de septiembre, pero sí hay una doble explicación a este fenómeno: el calor y la extrema sequía.

Ambos factores han sido decisivos en "la aceleración" de la fase de maduración de la algarroba, según explica un experto técnico agrónomo a este diario. Se trata de un árbol que tiene un ciclo de vida «especial», diferente al de los demás, pues en invierno permanece vegetativo y no se activa en primavera. No tiene que pasar «un ciclo de arranque, como otros», al tratarse de una especie de clima cálido que, por tanto, no necesita protegerse del frío. En cuanto hace buen tiempo, "avanza", que es lo que ha hecho a finales de la primavera.

Y la sequía, en el caso del algarrobo, ha ayudado, al contrario que lo ocurrido con otros frutales. Al llover poco y hacer mucho calor, ha acortado su ciclo y ha acelerado la madurez del fruto, indica el técnico: el árbol quiere quitarse de encima, lo más pronto posible, sus propios frutos para así resistir mejor las elevadas temperaturas y la carencia de agua.

Resistente nato

Ya en mayo, la medida que tenían las algarrobas que colgaban de las ramas era superior a la que solían tener en esas fechas, apunta el experto. No era, asegura, el tamaño normal para esa época del año. El algarrobo de la isla se ha mostrado, en ese sentido, como un resistente nato, pues no sólo ha aguantado los rigores meteorológicos extremos (los cereales, por el contrario, han sucumbido), sino que además ha tenido producción muy importante, a pesar de que ha llovido muy muy poco. Lo hizo justo en otoño, lo que aprovechó para florecer, mientras que la escasa agua caída en mayo le acabó de ayudar en el impulso final. Tiene "mérito", señala el ingeniero. Y su producción no ha sido, ni mucho menos, mediocre, al contrario, quizás porque es vecero y esta temporada tocaba una buena cosecha.

La mayor parte de los frutales siguen el ciclo estándar de la primavera, de manera que brotan tras acumular frío en invierno (lo que se llama vernalización). El algarrobo, sin embargo, tiene su floración en otoño. Adaptado al calor y al Mediterráneo, no florece hasta que no llueve, hasta esas primeras gotas que caen tras el tórrido estío. Desde entonces empieza a sacar las algarrobas, mucho antes, pues, que los demás frutales.

Los precios siguen bajos

Aunque se ha salvado la cosecha contrariamente a lo previsto (por la sequía), todo indica que los precios seguirán siendo tan bajos como los del pasado año, cuando se hundieron tras una época en que la algarroba se cotizó a precio de oro. Tal subidón fue, precisamente, lo que hundió su precio en el mercado: las empresas que empleaban el garrofín (derivado de la semilla de la algarroba) como espesante para la fabricación de helados o gelificante de otros productos, lo sustituyeron por sucedáneos más baratos, como la goma de guar. Como consecuencia, se derrumbó la cotización de la algarroba, que en 2023 se cotizaba en Ibiza a 0,34 euros el kilo (entera).

Este año, los precios siguen, de momento, la tónica del año pasado. El garrofín sigue por los suelos, entre dos y tres euros el kilo en el mercado internacional, cuando a principios de 2023 estaba en 15 euros (llegó a cotizarse mucho más caro, a 25 euros). El substituto de la goma de garrofín, la goma de guar, está a precios aún más tirados que el año pasado por estas mismas fechas, quizás debido a que sus productores se huelan que la industria alimentaria esté planteándose adquirir de nuevo la goma de garrofín porque ha vuelto al redil y está a precios asequibles. En esta situación, la única beneficiada es la industria alimentaria, pues al poder optar por ambas, los productores se ven obligados a competir en precios, es decir, a mantenerlos bajos.

Desde la Cooperativa Sant Antoni, su gerente, Juan Antonio Prats, no espera para este año precios diferentes a los de 2023: "Seguirán siendo bajos. Mucha gente dice que si se sigue pagando así, no recogerá la algarroba", avisa. Sólo los productores profesionales rascarán hasta la última que quede en las ramas, como ya están haciendo algunos, y no dejarán ni una en el suelo.