Italia se hace el harakiri en propia meta

Nico Williams es el jugador más excitante del momento, como sabe todo el mundo que está dispuesto a pagarlo.

España - Italia.

España - Italia. / EFE

Matías Vallés

Matías Vallés

Lo llaman Eurocopa cuando pierdes más de un minuto padeciendo el Escocia-Suiza, con un cuñado al lado deletreando las virtudes de cada jugador. El España-Italia es otra cosa, una leyenda lastrada por un complejo que se remonta a la imagen de Luis Enrique como jugador ensangrentado.

Podría seguir analizando, pero Pedri me interrumpe de un cabezazo inesperado con el partido casi por empezar. Cuesta averiguar en qué punto de su trayectoria se encuentra el canario del Barça, uno de esos jugadores a quienes siempre se saluda con un solidario "que te recuperes lo antes posible". Empequeñecido por el bocadillo de Lamine Yamal y Nico Williams, mantendrá el brillo conforme avanza el encuentro.

El resultado de un España-Italia siempre era que podrías haber ganado

Sería el mejor resumen de la primera mitad, espuma y burbujas pero sin goles. Por fortuna, España ganó, gracias a que alcanzó la mayoría de edad deportiva cuando derrotó a Italia en fútbol. El hito coincidió en la primera década de este siglo con la efervescencia de Rafa/Rudy/Lorenzo.

Nico Williams es el jugador más excitante del momento, como sabe todo el mundo que está dispuesto a pagarlo. El nivel de este artículo, ya lo habrán adivinado, corresponde a quienes escuchamos el zumbido o buzz sobre un tal Fabián Ruiz. Escribir de fútbol debería ser un trabajo, así que la tarea en esta Eurocopa consiste en apreciar la categoría del antiguo bético. Está claro que tiene duende, una mezcla seductora de cerebro electrónico y de corazón. Juega su propio partido, no lo impone a los demás, pero el balance es favorable para quien tiene la fortuna de alinearlo. Se inscribe en la generación de deportistas españoles sin complejos.

Rodri se acaba de borrar del España-Albania, exigiendo al árbitro que le saque una tarjeta amarilla. Es decir, nos encontramos en el descanso, con comentarios tan anticuados como el juego de tiralíneas español y la sorpresa de una Italia agazapada pero no descompuesta. Es una escuadra tan repeinada que la simpatía se desplaza al úrsido Domarumma, uno de esos porteros que hablan más de lo que paran. Pertenece a la estirpe de Luka Doncic, donde el sobrepeso viola todos los principios atléticos.

Parece viejo y todo

Conforme se consumía el partido, Italia parecía Albania. Para neutralizar las opciones artísticas que multiplicaba España, los italianos se marcaron un gol en propia puerta tan deliberado como un harakiri. No fue una derrota, fue una rendición, Meloni debería prohibir el regreso a casa de su squadra. Misión cumplida, en un juego donde la única convicción es la victoria, véase el encajonado City-Madrid. Los expertos en fútbol, que a menudo son los mismos especialistas que en la pandemia o el volcán de La Palma, lamentaban que España haya perdido la posesión del balón y buscaban culpables. Qué más da, cuando los jugadores sin balón tienen la estatura de Yamal o Nico Williams.

Se tomaron la venganza aplastando a Italia para sellar los octavos España no figuraba en las quinielas ni siquiera como revelación, esa categoría tradicionalmente asignada a las selecciones de países que nadie sabría situar sobre el mapa, ¿alguien para Eslovenia, o es Eslovaquia? Pese al desdén continental, el equipo de Luis de la Fuente, el seleccionador favorito de Rubiales, puede llegar lejos . Para Feijóo, es un desenlace más duro que una derrota electoral.