FÚTBOL (EUROCOPA)

Crónicas teutonas (XVI): Drexler y las pequeñas cosas

España se juega hoy ante Alemania seguir en la Eurocopa y se acerca el adiós a Donaueschingen, este rincón recóndito de la Selva Negra en el que hemos sido felices el último mes

Sócrates celebra un gol puño alto con su histórica Democracia Corinthiana

Sócrates celebra un gol puño alto con su histórica Democracia Corinthiana / Corinthians

Fermín de la Calle

Fermín de la Calle

Jorge Drexler canta que “somos una especie en viaje” y yo, como él, también me reconozco “de ningún lado del todo y de todos lados un poco”. No hay lugar que me haga sentirme forastero o no despierte mi curiosidad. Como Puerto Pirámides, en lo más recóndito de la Patagonia, donde compré dos botellas de vino en el ultramarinos ‘La araña biónica’ para agradecer a unos biólogos la invitación a bañarme con ellos y las ballenas que estudiaban. O Donaueschingen, aquí en la Selva Negra, lugar en el que este mes he corrido sus amaneceres y paseado sus atardeceres por frondosos senderos.

"Todo se decide por detalles"

Estos días nómadas en los que uno reconoce su hogar en una muda limpia, su cepillo de dientes o un folio en blanco, se valoran más aquellas pequeñas cosas que Serrat guardaba “en un rincón, en un papel o en un cajón”. Hay un mantra que se repite recurrentemente en las ruedas de prensa: “Todo se decide por detalles”. Lo comparto y entre tanta ida y venida he agradecido como una caricia aquel “tened cuidado por la carretera” de un compañero con el que no tenía tanta relación. Y como un regalo el guiño cómplice de una compañera tras arrancar una buena respuesta con una intencionada pregunta en una rueda de prensa.

Hoy he cambiado el cartucho de la pluma por cuarta vez desde que estoy en Alemania. Cuando estoy lejos de casa me quito el reloj y mido el tiempo con otras unidades de medida. El rayo de luz que entra por la mañana por la ventana, el intenso olor a café que embriaga muy de mañana el hotel, las veces que he ido a la lavandería este mes, el repicar del campanario a media tarde, o las páginas del libro que me da tiempo a leer a la noche antes de caer rendido. Metí tres en la mochila y acabaré el segundo en breve. Para viajar soy más de mochila. Me espantan las maletas con ruedas. Será porque colecciono maletas antiguas, de aquellas con cinchas y pestillos de bronce. Las tengo de Tel Aviv, Ciudad del Este, Ousseant, Ullapoll, Recife...

No leo todo lo que me gustaría pero a cambio estas ‘Crónicas teutonas’ se han convertido en mi refugio. Escribir rebaja la ansiedad, abre los pulmones, refresca la memoria y alimenta el alma. Tengo la costumbre de apuntar cosas intrascendentes en la libreta. Hace 27 días que pusimos un pie en Alemania. En este tiempo he pasado por seis ciudades, dormido (menos que más) en siete camas de hotel diferentes, me he subido a 12 trenes, he conducido 4 coches y he quedado atrapado en catorce atascos. Tengo la teoría de que a la gente se la conoce realmente en los atascos y los alemanes exhiben una paciencia inquietante.

El adiós a Donaueschingen

He comido una docena de schnitzel (escalope alemán) y otra de Brühwurst (la salchicha blanca). Y he perdido la cuenta de Kölsch (cerveza alemana) que he bebido. Me quedan diez días, tres ciudades y tres hoteles. Tengo grandes planes que estoy seguro que no cumpliré. No importa. Me llevo en la maleta los atardeceres veraniegos alemanes, el chischús (el ruido de la lluvia) arreciando en la Selva Negra y el olor de esa sopa de tomate que te calienta el cuerpo y el espíritu tras el aguacero. Se acerca inexorablemente el adiós a Donaueschingen y, como me ocurre siempre, una parte de mí se quedará aquí. Me pasó en Paraguay, Australia, Brasil, Polonia, Argentina, la Bretaña… Regresará a casa otra persona diferente a la que se fue. Siempre pasa y así debe ser.

Diario de la Eurocopa: los ojos de la selección

Fermín de la Calle

He leído que Joaquín Sabina, como Serrat, se despedirá con una gira. Me embarga cierta contradicción porque le he cogido pereza. No ha envejecido el de Úbeda como sus canciones. También vi al brasileño Rai pidiendo el voto contra la extrema derecha en un acto del Nuevo Frente Popular, en París. El hermano de Sócrates ha tomado ejemplo de Mbappé, que desde Alemania alienta a los franceses a frenar al partido de Marie Le Pen.

Fabulo imaginando a Kylian celebrando uno de sus goles con el brazo extendido y el puño en alto rodeado de compañeros, como Sócrates y su Democracia Corinthiana. El paulista era un líder fuera del campo y un genio en el césped. Fumaba y bebía con la misma despreocupación con la que domaba la pelota. Se definía como un “antiatleta” y además de futbolista era médico. Como Jorge Drexler, con el que un día jugué un partido de fútbol. Llevaba su camiseta de Peñarol y no me atreví a decirle cuánto Prozac me ahorraron sus canciones. Con ellas aprendí a amar la trama más que el desenlace. Y en esas seguimos.