Opinión | A POR UVAS

Esta España tan fea sí que enamora

La selección ha exhibido, bajo su fealdad y sus errores, el más grande de los corazones y una determinación inusitada que, perdón por la osadía, nunca se llegó a percibir en el ciclo glorioso de 2008-12

Mikel Merino marca el gol de la victoria ante Alemania.

Mikel Merino marca el gol de la victoria ante Alemania. / Ariel Schalit

Jugar bien está sobrevalorado. Bastante. Sí, a largo plazo está bien lo de que tu equipo o tu selección practique un fútbol de salón, más que nada porque es un dolor de muelas acudir cada domingo a presenciar un pestiño de partido. Eso es así. Pero no hay placer superior al de ganar jugando mal. Y qué mal ha jugado España contra Alemania. Qué cambios más inoportunos e inexplicables hizo Luis de la Fuente. Qué gozada, en fin, eliminar a toda una Alemania, en Alemania, en cuartos de final de la Eurocopa, siendo una España tan fea.

Porque ligar siendo guapo es fácil y no tiene historia. La épica es ligar siendo feo. Qué fácil era sentirse seducido por la selección de Lamine Yamal y Nico Williams. Pero para alcanzar el amor hay que ir más allá del atractivo obvio, hay que descubrir lo que hay detrás. Y este viernes España ha exhibido, bajo su fealdad y sus errores, el más grande de los corazones y una determinación inusitada que, perdón por la osadía, nunca se llegó a percibir en el ciclo glorioso de 2008-12.

Heridas de guerra

Esta España que ha enterrado la carrera de Toni Kroos en el minuto 119 es ya histórica. Pase lo que pase en semifinales y en una hipotética final. Por el camino, heridas de guerra, como la lesión de Pedri, a ver lo que ocurre con Fabián, y las ausencias de Carvajal y Le Normand por acumulación de tarjetas. Cicatrices en la cara que añaden todavía más épica a una misión que hace no tanto se hubiera considerado imposible. Pero el fútbol ha dejado de ser un deporte en el que siempre gana Alemania.

Esta España, en definitiva, se ha hecho adulta en estos cuartos de final, ha crecido una docena de centímetros de golpe, despojándose de esa dulce imagen juvenil para acorazarse. Fea, fuerte y formal, diría Loquillo. Sin que eso tenga que dañar la necesaria autocrítica, especialmente de un De la Fuente que empeoró ostensiblemente a su equipo en la segunda parte y le condenó a jugar la prórroga muy empobrecida.

Ahora, Francia. Jugando mal, si no es mucho pedir. Seamos tan feos como podamos. Horrendos hasta que duela. Ganemos como aquellos maravillosos años, hagámoslo como nunca imaginemos hacerlo. ¿Tiki-taka? Ni lo tenemos ni lo queremos.