FARO DE VIGO

Expertos en patrimonio alertan de la afección del turismo masivo en cinco zonas de Galicia

En riesgo: el casco viejo de Santiago, Combarro, Castro Baroña, Fisterra (por efecto del Camino de Santiago) y la playa de las Catedrais

La falta de protección y la consolidación como refugio climático, los factores clave en la degradación 

Turistas en Combarro.

Turistas en Combarro. / GUSTAVO SANTOS

Patricia Casteleiro

Hace apenas dos semanas los bomberos de Barreiros (Lugo) acudían con urgencia a rescatar a una niña de nueve años que se había quedado aislada sobre una repisa de un acantilado en la playa de As Catedrais. Al parecer, la menor habría escalado hasta 10 metros sin saber luego como regresar. Para auxiliarla, los servicios de emergencias tuvieron que intervenir desde la parte superior del escarpado, una zona habitualmente vallada al público para evitar la erosión en el sistema rocoso. Según explicaron más tarde, la niña habría aprovechado un descuido de sus padres para trepar.

Aunque esta historia de un rescate tuvo un final feliz, lo cierto es que el dispositivo fue en realidad una intervención violenta sobre una Zona Especial de Conservación (ZEC) y denominada Reserva de la Biosfera, un accidente geográfico fundamental en el patrimonio natural de Galicia. 

La playa de As Catedrais recibe cerca de 3.000 visitantes diarios en temporada alta. Según indican expertos en patrimonio como Carlos Enrique Hernández, presidente de Apatrigal, no todos los turistas muestran un comportamiento cívico ante la riqueza monumental, lo que ha hecho que esta playa lucense se convierta en una zona de riesgo por la posible afectación a su valor patrimonial.

No es la única. En Galicia hay, al menos, cinco joyas que están en peligro por el paso masivo del turismo, un devenir incrementado en los últimos años por la consolidación de la comunidad como refugio climático.

Estos puntos vulnerables son la zona vieja de Santiago de Compostela, Combarro, Castro Baroña, Fisterra (por efecto del Camino de Santiago) y la mencionada playa de As Catedrais.

“Los espacios que hasta ahora tenían una presión humana normal, de repente están sufriendo el paso de millones de turistas”, indica Hernández. Esto ocurre tanto en lo monumental como en lo natural.

“No podemos hacer un cálculo económico de cuánto dinero se pierde en restaurar patrimonio, pero es mucho dinero que pagamos todos, desde las administraciones locales”, indica el arquitecto.

Cambio en la forma de viajar

Según el presidente de Apatrigal, durante los últimos años la forma de visitar, de hacer turismo, cambió y tiene que ver directamente con la afectación al patrimonio.

“Después de la pandemia hubo un boom de turistas algo que, sumado a a falta de autoridad y el concepto falso de libertad, supone un riesgo. Hablamos de personas que ven un monumento como una parte más de un parque temático y que no lo respetan porque ni siquiera conocen su valor”, afirma.

“Esto conlleva a comportamientos como subirse a la torre de San Sadurniño de Cambados a hacer una foto a la puesta de sol, sin saber qué es lo que estamos pisando y poniendo en riesgo su estabilidad y la nuestra”, indica.

En peligro

La zona más sensible por el riesgo que corre su valor patrimonial frente al turismo es la zona vieja de Santiago de Compostela. La proliferación de peregrinos en las calles –impidiendo en muchas ocasiones el descanso de los residentes–, el paso de cientos de caminantes diarios armados con bastones punzantes que impactan sobre la piedra, el uso de plazas históricas para comer u otras actividades, más allá de una mera visita, serían determinantes en los estragos.

Lucrezia López, profesora en la facultad de Geografía en la Universidade de Santiago de Compostela, afirma que a nivel patrimonial, las actividades que se desarrollan en el Obradoiro son “una barbaridad”.

Ella, que es italiana, explica que la comparación de Santiago con ciudades turísticas como Florencia es “impactante”. “Se ve que no hay una percepción de que hay que proteger los espacios que son Patrimonio de la Humanidad. En el casco histórico de Florencia no te puedes poner a comer un bocadillo en el centro. Ahora que las ciudades gallegas se están conociendo más, y antes de ser el refugio climático por excelencia, habría que gestionar el espacio para que lo podamos controlar en el futuro”, dice.

Precisamente, debido a los desperfectos del pavimento en esta plaza compostelana, la Dirección Xeral de Patrimonio Cultural está tramitando un expediente informativo en relación a los destrozos. En este se indica que el paso de camiones y la instalación de escenarios fueron los principales factores que provocaron los daños. Ahora, Patrimonio Cultural apela a que las a las administraciones públicas colaboren para que se adopten las medidas oportunas, dentro de sus competencias y de cara a la protección de los bienes.

Otra de las zonas que también está siendo afectada por el turismo es Fisterra, sobre todo por el paso del Camino de Santiago. Ocurre lo mismo con otros pueblos por los que pasa la ruta.

Otro punto de interés en riesgo es, según los expertos, Combarro. “Hace 55 años fue declarado conjunto histórico artístico por el valor patrimonial de los hórreos al lado del mar y desde ese momento comenzó a convertirse en un parque temático del turismo”, afirma Hernández. “Hemos visto cómo el patrimonio pasó a un segundo plano: si paseas por el pueblo durante el mes de julio, los hórreos apenas tienen protagonismo, están en un segundo plano rodeados de cachivaches, decorados y terrazas que le están haciendo perder su esencia”, lamenta el arquitecto.

Además, Hernández menciona una zona costera que definitivamente sufrió las consecuencias de la masificación y para la que ya no hay vuelta atrás: Sanxenxo.

El catedrático en Historia del Arte de la USC Juan Manuel Monterroso apunta los castros gallegos, concretamente Baroña, como otra de las zonas para las que el turismo podría ser una amenaza. Aunque apunta que el volumen de visitantes de Galicia todavía no es tan nutrido como para que ocurra una desgracia, sí que señala que “existe riesgo y está suponiendo un peligro para el patrimonio”.

El profesor distingue dos niveles en la conservación de los monumentos. Por un lado, el cuidado material, en el que el turismo afecta por un uso excesivo del bien y por tanto lleva asociado un deterioro; y por otro lado, el factor social, que provoca el abuso del bien, convirtiéndolo exclusivamente en un producto como recurso económico.

“Un bien patrimonial no es solo el bien. Es también el conjunto de la comunidad que lo rodea y convive con él. Cuando la tensión entre turismo y población se rompe o se tensa demasiado empezamos a tener problemas con la conservación del patrimonio”, indica.

En el caso de los castros, afirma que “no se necesitan demasiados visitantes para que la situación se complique”. En el caso de Baroña, achaca la degradación a la falta de concienciación de los visitantes, “al ser espacios abiertos donde puede acceder cualquiera es evidente que necesita que haya mayor concienciación”, afirma. 

En prealerta

Por último, la playa de As Catedrais (que en realidad se llama acantilado de Augas Santas) sufre el paso de las masas, sobre todo en temporada estival. El Fuciño do Porco en O Vicedo, otra de las joyas de A Mariña, está cerrado de forma indefinida hasta la reparación de las zonas de acceso para los visitantes. 

Monterroso apunta a la Ribeira Sacra como destino a tener “vigilado” antes de que se convierta en As Catedrais. “Es un foco con muchísimo atractivo, pero una masificación excesiva va a provocar una pérdida de identidad”, dice.

Lo mismo ocurriría con los transatlánticos que llegan a Coruña y Vigo: “Puede haber un momento en el que las urbes se saturen”, dice.

Por otra parte, las Illas Cíes, aunque ya cuentan con medidas más restrictivas, también son un foco de turistas que necesitan conservación.

En cuanto a los monumentos libres de la degradación del visitante están, según Carlos Enrique Hernández, la muralla romana de Lugo y la torre de Hércules de A Coruña.

Refugio climático

“Es muy preocupante que nos estemos convirtiendo en una opción así porque va a acarrear que lleguen masas de personas. Tenemos el mejor clima de la Península, se come bien y es barato. Esto hace que haya poca solución a corto plazo para frenar el acceso”, indica. “Encima somos la región europea con más patrimonio cultural y tenemos problemas demográficos, lo que hace que falte vigilancia en las tierras”, añade Hernández.

¿Cómo se procede?

La profesora Lucrezia López explica que su equipo de trabajo había preparado una propuesta para analizar qué se debería hacer y cómo de vulnerables son todos los elementos patrimoniales de una ciudad como Santiago de Compostela.

Buscan seleccionar medidas aplicables a las ciudades para evitar su deterioro. “Por ejemplo, restringir la entrada en bicicleta a la plaza del Obradoiro”, indica.

Mientras, como medida más urgente, apunta a la necesidad de que las administraciones hagan cumplir las normas. “Con más policía y controles que vigilen los monumentos”, indica.

El presidente de Apatrigal apunta que, al menos, estaría bien emplear más cartelería en los espacios. Una necesidad que actualmente no está cubierta. Lucrezia concuerda, aunque apunta que para ello es necesaria una gran inversión.

Por su parte, Monterroso advierte que habría que tener en cuenta que los estudios sobre el impacto económico que deja el turismo en Galicia, nunca contemplan los gastos en patrimonio u otros desperfectos que obliga a hacer a las administraciones.