MAHMUD ABBÁS

La guerra de Israel en Gaza amenaza con colapsar también a la Autoridad Palestina

Tiene escasos apoyos entre la población y problemas de liquidez que se pueden volver catastróficos si se deja de financiar la UNRWA, opina Jorgen Jensehaugen, del Instituto de la Paz de Oslo

El presidente palestino Abás con Pedro Sánchez y Alexandre de Croo

El presidente palestino Abás con Pedro Sánchez y Alexandre de Croo / ALAA BADARNEH / POOL

Mario Saavedra

Mario Saavedra

Mahmud Abbás es el presidente de la Autoridad Nacional Palestina, embrión del Estado palestino acordado en los Acuerdos de Oslo en 1993. Él es el comandante en jefe de las Fuerzas Armadas Palestinas, nombra al primer ministro (ahora, Rami Hamdallah) y embajadores en el exterior. Ejerce un control parcial sobre Cisjordania, que en su mayoría está ocupado por el Ejército israelí. Llegó al poder tras la muerte del histórico líder palestino Yaser Arafat. Siempre ha sido considerado un hombre moderado y pragmático. Pertenece al partido Al Fatah, laico y opuesto a Hamás. Se le conoce también por su “kunya” árabe, Abu Mazen (padre de Mazen, el nombre de su primogénito). Tiene 88 años. Cuando nació, Israel no existía. 

Abbás es el interlocutor de Estados Unidos, la UE o países como España. Y, sin embargo, el político palestino aparece estos meses desdibujado, relativamente alejado del foco político y mediático. Rara vez da entrevistas. Y eso precisamente en un momento en que Palestina está sufriendo la peor matanza de su historia. El número de civiles muertos confirmados por las autoridades gazatíes, alrededor de 27.000, es el doble de los que se estima que fallecieron en la primera guerra árabe-israelí de 1948. Fue la Nakba, o “desastre”, cuando centenares de miles de palestinos fueron expulsados por la fuerza de sus tierras y obligados a refugiarse en Gaza y Cisjordania. 

“La ANP está bastante callada, y ese silencio es muy sorprendente, precisamente porque es la mayor tragedia desde 1948 y uno esperaría un papel más vocal de los que sobre el papel son los líderes de todos los palestinos", explica a este diario Jorgen Jensehaugen, investigador principal del Instituto de la Paz de Oslo. Tienen poco margen de actuación, en todo caso, y compiten con una de las mayores maquinarias de relaciones públicas, la israelí.

Estados Unidos habla con los países del Golfo, con Egipto, con Israel, pero los palestinos son solo el objeto de la discusión. El problema es que a los palestinos se les considera o víctimas o terroristas, pero rara vez interlocutores. Las excepciones fueron las fases de negociación (años 90 y principios de los 2000). Ahora parece que volvemos a una situación en la que se lidia con los palestinos, pero no se dialoga con ellos”.

A pesar de la insistencia de Abbás en la vía pacífica (siempre fue del ala moderada del partido Al Fatah) y de cooperar con Israel en cuestiones de seguridad, el Gobierno de Benjamin Netanyahu le ha menospreciado y ha minado sistemáticamente su autoridad, fomentando el auge del partido islamista Hamás. Divide y vencerás. 

Falta de legitimidad

Ese debilitamiento político intencionado por parte de la potencia ocupante es parte del problema, pero no es el único. Tanto Abbás como la ANP tienen una baja legitimidad entre los suyos. Las últimas elecciones se celebraron en 2006, hace 18 años. Israel impide los comicios en Jerusalén Este, una de las tres partes que componen Palestina junto a Gaza y Cisjordania. Y Abbás sabe que perderá con seguridad en unos nuevos comicios.

Un sondeo de opinión del Centro Palestino de Investigación de Políticas y Encuestas publicado el pasado mes de diciembre muestra un rechazo claro al presidente Abbás: nueve de cada diez encuestados creen que debe presentar su dimisión. 

“La ANP tiene tres problemas: primero, es percibida por muchos palestinos como una extensión de la ocupación militar israelí, como una suerte de primera instancia de seguridad de Israel. Segundo, se les percibe como corruptos. Por último, tienen tendencias autoritarias, ejercen la censura y controlan el sector de las ONG”, explica el analista. 

La población palestina les reprocha que no hayan conseguido avanzar hacia el Estado palestino prometido en los Acuerdos de Oslo de 1993. Tampoco han tenido un socio claro con el que negociar de la parte israelí la mayor parte del tiempo. Benjamín Netanyahu alcanzó el poder por primera vez en 1996, con una agenda abiertamente destinada a hacer descarrilar esos acuerdos de paz. Desde entonces, ha gobernado Israel cerca de una década, y nunca ha mostrado interés por negociar y sí por aumentar drásticamente el territorio palestino ocupado. 

Además, la situación de seguridad en Cisjordania, territorio de la ANP, es mala. Sólo este año, antes de que comenzara la guerra, 205 palestinos habían muerto a manos del Ejército o de los colonos israelíes. Sufren continuamente de las incursiones de las fuerzas israelíes, la violencia de los colonos, las demoliciones de infraestructuras y las restricciones de movimiento. Tras la matanza de Hamás en Israel del 7 de octubre (alrededor de 1.150 muertos, según cifras oficiales), la locura se ha desatado: al menos 358 palestinos han sido asesinados en Cisjordania y Jerusalén Este.

Riesgo de colapso

“Yo ya alertaba del riesgo de colapso de la ANP antes de los ataques del 7 de octubre, principalmente porque tenían una situación presupuestaria mala, con falta de liquidez; y una situación política complicada, con una enorme falta de legitimidad política entre su población”, opina Jensehaugen. 

Ahora el panorama es mucho peor. Especialmente por las amenazas de recorte de financiación de la UNRWA, la agencia de Naciones Unidas para los refugiados palestinos. Es la encargada de proveer servicios básicos a seis millones de palestinos: educación, sanidad o alimentación… Desde que Israel aseguró que una docena de sus 30.000 trabajadores habían colaborado en la matanza de Hamás, Estados Unidos, Alemania o Suecia, entre otros grandes donantes, han dicho que suspenden toda ayuda hasta que se resuelva la investigación interna en marcha para depurar responsabilidades. 

Si se consuma la amenaza de cortar la financiación, a los campos de refugiados de Cisjordania (pequeñas ciudades) les espera el caos. No funcionarán los colegios, ni los hospitales, ni la recogida de basuras. 

“Si los campos colapsan hay un gran riesgo real de que arrastren con ellos a la propia ANP, que entraría en bancarrota”, advierte el analista.

Dentro de Israel conviven dos visiones, la de los ideólogos y la de los pragmáticos. Los primeros quieren que tanto la UNRWA como la Autoridad Palestina desaparezcan. En ese bando estarían los ultraortodoxos y los ultranacionalistas, cuyo objetivo es el establecimiento de Israel en todo el territorio desde el río Jordán hasta el mar Mediterráneo. Los pragmáticos consideran que ambas son estructuras necesarias para mantener el status quo. 

Porque, si la UNRWA se queda sin dinero, ¿se haría cargo Israel, como potencia ocupante, de los gastos derivados de los servicios básicos para millones de personas en los territorios ocupados? Si no hay una autoridad con control de las fuerzas de seguridad en las ciudades palestinas, de Ramala, Nablus y Jenin, ¿se encargaría el Ejército israelí de garantizar su propia seguridad al mismo tiempo en Gaza y toda Cisjordania?

¿Un nuevo líder palestino?

El escenario es muy incierto para los palestinos. Los bombardeos de Gaza y el destrozo del 60% de sus viviendas e infraestructuras han provocado ya una crisis humanitaria sin precedentes. El Ejército israelí se prepara para atacar el sur de la Franja, el lugar donde se encuentra refugiado el grueso de los 2,2 millones de palestinos. Han ordenado su evacuación, a pesar de que ya no hay otro sitio donde vivir. Este es el peor momento para los palestinos.

Eventualmente, Netanyahu saldrá del poder en cuanto termine el Gobierno de concentración por la guerra. Sus apoyos son escasos. Tras su eventual marcha, es de esperar una suerte de proceso de paz internacional. Hará falta un líder fuerte del lado palestino. 

Muchos apuntan a Marwan Barghouti, un carismático político, exlíder de la rama militar de Hamás, Tanzim. Pero está encarcelado en Israel, acusado de asesinato por dirigir presuntamente atentados y condenado a varias cadenas perpetuas. 

Otros, como el analista estadounidense Ezra Klein, mencionan a Salam Fayyad, que fue primer ministro de 2007 a 2013, es considerado un tecnócrata y fue ensalzado por el presidente Barack Obama por su gestión y aproximación a la negociación con Israel. Aquellos fueron mejores tiempos que estos para los palestinos.