ASIA

Tsai Ing-wen: la tímida burócrata que colocó Taiwán en el mapa internacional

Es una figura a contrapelo en el jacarandoso paisaje político taiwanés de mítines multitudinarios y personalidades abrasadoras

La política Tsai Ing-wen celebra su reeleción como presidenta de Taiwán.

La política Tsai Ing-wen celebra su reeleción como presidenta de Taiwán. / EFE

La burócrata con el perfil más bajo le ha dado el más alto a Taiwán. Junta sombras y luces el legado de Tsai Ing-wen, la ya expresidenta, pero es probable que los historiadores la señalen como la que colocó en el mapa internacional esa pequeña isla del Extremo Oriente a la que China pretende silenciar. No es un éxito menor para una política menuda y tímida que ocho años atrás torturaba a los relaciones públicas de su partido: sin familia a la que abrazar en público ni maquillaje, con un peinado escasamente glamouroso y vestuario anodino, a la que ordenaron cocinar huevos y beicon ante las cámaras para endulzar su imagen funcionarial. Tsai es una figura a contrapelo en el jacarandoso paisaje político taiwanés de mítines multitudinarios y personalidades abrasadoras. “Siempre quise una vida tranquila. Pensé en convertirme en historiadora o arqueóloga porque los muertos no discuten contigo”, reveló.

Los focos no han abandonado a Tsai durante sus dos mandatos y la presencia cotidiana de Taiwán en las portadas globales responde a su estrategia. Su énfasis ha virado del puñado de países de peso pluma con el que mantiene relaciones diplomáticas la isla a los que, sin tenerlas, disponen de un altavoz más potente: JapónAustraliaCanadá… y especialmente Estados Unidos. Los coqueteos con Washington han desquiciado periódicamente al gigante chino y ninguno más que la visita en 2022 de la presidenta de la Cámara de RepresentantesNancy Pelosi. Sus detractores la culpan del continuo trasvase de gobiernos hacia Pekín: apenas doce le quedan a Taiwán, todos irrelevantes, después de perder diez en los ocho años de su Gobierno.

Tsai ha subrayado la identidad taiwanesa y defendido el acercamiento de “estado a estado” entre Taipei y Pekín pero siempre ha evitado al ala dura del Partido Democrático Progresista (PDP) que exige la declaración formal de independencia contra la que Pekín ha advertido que usará la fuerza militar. Ha respetado el statu quo y mostrado más sensatez que otros líderes atareados únicamente en irritar a China. Tras aquella mediática visita de Pelosi tuvo la clarividencia suficiente para esconder bajo la alfombra a todos los oportunistas políticos estadounidenses que aterrizaban en la isla en busca de la fotografía. Siempre ha tenido claras las líneas rojas de China y comprendido que atar el destino taiwanés a las ventoleras geoestratégicas estadounidenses es suicida.

La democracia más progresista de Asia

También su legado interno permite miradas opuestas. Taiwán es, probablemente, la democracia más afinada de Asia y, eso seguro, la más progresista. En la víspera de su adiós invitó Tsai a la célebre drag queen local, Nymphia Wind, a actuar en su oficina presidencial. Taiwán fue el primer país asiático con matrimonio homosexual, es aún el único del mundo con un ministro transgénero, las mujeres disfrutan de una igualdad desconocida en el continente y en los últimos años ha aprobado leyes para proteger a las castigadas comunidades indígenas. Un escándalo reciente de abusos en las filas de su partido, silenciado por los líderes, ha limado la reputación del PDP como adalid del MeToo.

Su gestión económica es mejorable y ni siquiera los palos chinos en las ruedas taiwanesas explican la avería. En la juventud anida la desesperanza tras décadas de sueldos congelados que imposibilitan el acceso a la vivienda y muchos cruzan el estrecho de Formosa para medrar en la China que desprecian. Ese cuadro ya estuvo a punto de costarle la reelección, salvada a última hora por el miedo que provocó la respuesta de Hong Kong a las protestas populares, y explica que el PDP perdiera la mayoría parlamentaria en las elecciones de enero. Tampoco ha logrado su partido solventar problemas sociales tan acuciantes como la bajísima natalidad.

Tsai, de 67 años, nació en una familia acomodada de Taipei, se licenció en Derecho y completó sus estudios con un máster en EEUU y un doctorado en el Reino Unido. Su llegada a la cúspide en tan breve tiempo sorprendió en un país que cocina a fuego lento las carreras políticas. Fue el expresidente Chen Shui-Bian quien la empujó a la arena en 2000 al nombrarla jefa de la oficina encargada de las relaciones con Pekín. En 2004 ganó su escaño parlamentario y dos años después ya ocupaba la vicepresidencia del partido. No abundaban los voluntarios para reconstruirlo después de la tormentosa etapa de Chen, encarcelado por corrupto. Paciente y tenaz, Tsai lo devolvió al poder tras los gobiernos del Kuomintang, partidario del acercamiento a Pekín. Deja la presidencia a Lai Ching-té, que seguirá sus políticas, mientras ella disfrutará del recuperado sosiego en su sobrio apartamento de Taipei con sus gatitos.