ENTREVISTA A JUAN JIMÉNEZ MANCHA

La historia enterrada del Cerro del Tío Pío: lo que esconden las tetas más famosas de Madrid

El Cerro del Tío Pío es un famoso parque madrileño construido sobre los escombros de un antiguo barrio de casitas y chabolas

A sus siete colinas se las conoce popularmente como 'las siete tetas'

El archivero Juan Jiménez Mancha documenta su historia en el libro 'Un cerro de ilusiones': "Aquí abajo había muchas cuevas, más de las que la gente cree"

Juan Jiménez Mancha

Juan Jiménez Mancha / Alba Vigaray

Analía Plaza

Analía Plaza

"Escribir una historia así tiene cierta responsabilidad. Cuando te metes en ella, te das cuenta de que mucha de la gente que sale aún vive. Escribir de historia antigua es más cómodo: nadie va a decirte nada. Lo cual no quiere decir que no intente ser riguroso. Cuando escribes de gente para la que es importante el lugar en el que vive, debes tener especial cuidado. La historia tenía varios ingredientes que me atraían: el mirador, las vistas y la vida interna. El cerro tenía cultura y deporte. Es una pena que se simplifique y se diga: chabolas".

Quien habla es Juan Jiménez Mancha, archivero, bibliotecario y autor de Un cerro de ilusiones, libro que documenta y relata la historia de un barrio que hace cuarenta años dejó de existir: el Cerro del Tío Pío, en el distrito madrileño de Puente de Vallecas.

Fundado por el abulense Pío Felipe y su mujer, Aniceta Budia (de Cuenca) en el año 1916, el Cerro fue un vecindario pequeñito hasta los años 50, cuando creció desordenadamente con la inmigración masiva del campo y llegó a superar los 2.000 habitantes. A principios de los 80, coincidiendo con los planes de remodelación de barrios, todas las casas fueron derribadas y sus vecinos realojados.

Sobre los escombros de aquellos derribos se construyó un parque con siete colinas, conocidas popularmente como las Siete Tetas. Hoy es uno de los miradores más famosos de Madrid.

Vistas de Vallecas y Méndez Álvaro, al fondo, desde el Cerro del Tío Pío

Vistas de Vallecas y Méndez Álvaro, al fondo, desde el Cerro del Tío Pío / Alba Vigaray

Mancha recibe allí, con el libro debajo del brazo y en el coqueto chiringuito que corona el enclave, a EL PERIÓDICO DE ESPAÑA. Publicó la primera edición en 2018 y la segunda durante la pandemia. Hace apenas un mes lo presentó oficialmente en el Ateneo Republicano de Vallecas, evento al que acudieron algunos de los protagonistas del relato.

Pregunta: Empecemos por el final. Ahora mismo estamos en un parque sobre el antiguo Cerro del Tío Pío. ¿Qué había aquí? ¿Cómo era?

Respuesta: El cerro está enmarcado en otros cerros. Esta es una zona de alturas en la que se instalaron bastantes cerámicas: las de Doña Carlota, la famosa de Valderribas, la del Parque Azorín… En la Villa de Vallecas [antiguo pueblo anexionado a Madrid en 1950] había yeso, pero en la parte del Puente [de Vallecas, grupo de barrios que surgió a mediados del s.XIX entre Madrid y la Villa] eran tejares y ladrillos. Había grandes albañiles que se dedicaban a construir casas en otros barrios de Madrid, como Pacífico y Cuatro Caminos. Por eso eran muy hábiles para construirse su propia vivienda.

Juan Jiménez Mancha durante la entrevista

Juan Jiménez Mancha durante la entrevista / Alba Vigaray

Está bien empezar por el final. Aquí había tres tipos de infraviviendas, que muchas veces simplificamos y decimos que solo había chabolas. Había muchas casas bajas, la mayoría. Luego estaba la chabola, cuando se improvisaba y se ponía un techo para que no pudieran echarte. Y había muchas cuevas, más de lo que la gente cree. Llama la atención cuando se habla de las cuevas del Sacromonte, en Granada. ¡Aquí también había muchas! Luego están las mixtas, familias muy grandes que ampliaban las cuevas 'chaboleándolas'. En el camino de Valderribas era donde había más cuevas.

Cuevas en la zona del Cerro del Tío Pío. La mayoría de las cuevas estaban en el Camino de Valderribas

Cuevas en la zona del Cerro del Tío Pío. La mayoría de las cuevas estaban en el Camino de Valderribas / Museo de Historia de Madrid

P: ¿Cuándo desaparecen esas infraviviendas y se marcha la gente de aquí?

R: Hay tres grandes oleadas. La primera es la de las UVAs (Unidades Vecinales de Absorción) en 1963. Eran lugares muy estigmatizados. Ese año se tiraron las chabolas y las cuevas y desperdigaron a la gente por las UVAs. No se hizo de manera humana, sino como tocaba… Decían que eran peligrosos y les separaron.

P: ¿Un poco como se hace ahora con la Cañada Real, que cada familia va a un sitio?

R: Sí, realojos. Lo que ocurría es que España intentaba salir del aislamiento político. En Madrid, que era la capital, había barrios como el Cerro en sitios visibles: frente a la plaza de toros de las Ventas, en Embajadores (el barrio de Jaime el Conquistador). Eran sitios muy visibles y eso no interesaba al régimen. Se los llevaron lo más lejos posible. La UVA de Vallecas está al lado del tren. La de Hortaleza, donde acaba la ciudad.

Esa fue la primera oleada. La segunda fue una cooperativa, a mediados de los 70. La tercera, en el 81, cuando se tiró todo y se fueron a Fontarrón [una colonia sobre el parque en la que, como señalará más tarde el autor, vivió durante muchos años el exvicepresidente del Gobierno Pablo Iglesias]. Se la construyeron para los que quedaban y vino gente de Palomeras.

P: Palomeras sí era chabolismo.

R: Era un mar de chabolas. Cuando el arquitecto Manuel Paredes hace el parque es cuando queda todo derribado.

Palomeras, un 'mar de chabolas', a la derecha. A la izquierda, su estado actual

Palomeras, un 'mar de chabolas', a la derecha. A la izquierda, su estado actual / Comunidad de Madrid

P: ¿Cómo fue el proceso y cuánto tiempo duró? ¿Llegó el arquitecto, vio los escombros y dijo: aquí van a ir unas ‘tetas’?

R: Fue un proceso largo, enmarcado en el programa de remodelación de barrios. En la periferia madrileña, muchos barrios querían pasar de casas bajas a pisos, lo cual significaba pasar a hogares con aseos y duchas. Porque aquí era todo a base de palanganas. Ese plan se inicia a principios de los 70. Los barrios luchan para que se integre al máximo de familias. A finales de los 70 se plantea en Vallecas un hito: la remodelación de Palomeras. Se construyeron 12.000 viviendas en pocos años. Dentro de ese plan estaba tirar el Tío Pío, construir Fontarrón y el parque.

El equipo de Manuel Paredes es de gente que venía del Partido Comunista y la Organización Revolucionaria de Trabajadores. Había arquitectos, geógrafos y sociólogos muy involucrados con el avance de los barrios, que estaban fatal y no tenían ni semáforos. Estaba todo por hacer. En el 81 se tira todo y lentamente se hace el parque.

P: ¿Cuándo decidió Paredes usar los escombros para construir el parque?

R: Sobre la marcha. El tiempo le ha dado la razón. Él planteó una solución similar, con colinas más pequeñas, en el Parque Lineal de Palomeras. Puso 'tetillas' por una razón práctica: estaba la carretera de Valencia y la M40, así que servían para aislar del ruido. Diseñó ese parque, pero hizo primero este. Y sobre la marcha se plantea un problemón: había una gran cantidad de escombros.

P: ¿No se los habían llevado?

R: Era una barbaridad de escombros. Toda Vallecas estaba en obras y él piensa: ¿qué hago con esto? Tenía camiones limitados, y los camiones tenían tendencia a vaciar las cosas fuera del vertedero, así que había un problema. Se le ocurrió sepultar los escombros y hacer un parque elevado, con pocos árboles, para ver Madrid. Antonio López había hecho ya alguna pintura desde aquí.

El pirulí, visto desde una de las 'tetas'

El pirulí, visto desde una de las 'tetas' / Alba Vigaray

No todos los escombros quedaron aquí dentro. Algunos fueron al parque lineal de Palomeras. La prueba es que aquí había habido bombardeos durante la guerra y quedaba material de guerra. Cuando la gente de Palomeras vio lo que descargaban allí encontraron balas y cosas así. Son dos parques muy relacionados.

P. Hablemos de Pío Felipe y su mujer, Aniceta. Sabían leer y escribir. Pío llegó, tenía cerdos, compró terrenos, construyó casas y las alquiló… ¿Era un emprendedor?

R: Ellos vienen de fuera de Madrid, como mucha gente. Concretamente, de Piedralaves. Pío se instala en el barrio de Doña Carlota. Participó en el movimiento político de Vallecas, fue de Izquierda Republicana y luego socialista. Participó en la construcción de la Casa del Pueblo y estuvo en círculos obreros. Tenía mucha cultura, pero a la vez se dedicaba a…

P: ¿A ser promotor inmobiliario?

R: Es el responsable de que esto creciera. Por una parte hizo eso y por otra se dedicaba al reciclaje. Recogía chatarra. Y después se hizo con unas tierras aquí.

P: ¿A quién se las compró? ¿A un noble?

R: Creemos, porque no está en los papeles, que se las compra al Duque de Pavones. Pero el Duque de Pavones no existe. Esto pasa mucho en los pueblos. Nunca ha existido el marquesado de Pavones. Igual se hacía llamar así porque era el señor que tenía dinero.

Compraron esas primeras tierras y, como tenían varios hijos, se liaron a hacer casas para alquilar. Y construyeron su propio tejar. Llegaron a doce casitas alquiladas; la suya estaba en aquella esquina. Aquí el que no corre vuela.

El pirulí y las Cuatro Torres

El pirulí y las Cuatro Torres / Alba Vigaray

P: ¿Su casa era grande?

R: Sí, tenía un buen jardín. En los años 60, Aniceta Budia, su mujer, fue entrevistada en la revista El Caso, que era la biblia de los asuntos turbios de España. Dedicaron mucho espacio a Vallecas y la entrevistaron porque llamaba mucho la atención que, siendo Vallecas, aquí no hubiera ni robos ni violencia. Ella contó que vinieron en 1916.

Aniceta era muy respetada en el Cerro, es una figura emblemática. Era la gran matriarca. Se le murieron dos hijos en la guerra y otro se quedó manco. Y luego Pío murió en 1937 de un infarto. La guerra fue dura. Hasta ese momento, no llegaban al centenar de vecinos, pero cuando acaba la guerra se produce una invasión de gente de toda España, no solo extremeños y andaluces, que viene a Vallecas porque es donde se puede autoconstruir.

P: Ahora que estamos viendo una guerra en directo es más fácil imaginarse cómo fue la guerra aquí.

R: Era una amenaza. Por la Avenida de la Albufera, que era la carretera de Valencia, llegaban y se iban tropas. Por el aire venían aviones de Getafe, pero no era diario. El Tío Pío hizo un refugio y en el depósito del Canal de Isabel II se protegían cuando había bombardeos. Fue duro, pero la zona más castigada fue Entrevías. De ahí las fotos de la calle Peironcely.

Es importante contar que el barrio del Tío Pío es como cualquier barrio del mundo. Tendemos a pensar que, al ser un barrio humilde, todo era miseria y solo se dedicaban a sobrevivir desde que se levantaban hasta que se acostaban. A veces pensamos eso de la Cañada Real. Pero la gente del Cerro sabía ser feliz a pesar de las calamidades. Supieron ser felices ayudándose los unos a los otros. Estaban llenos de barro, no tenían luz ni agua. Pero se construyeron sus propios caminos, campos de fútbol y baloncesto. A ver en qué barrio había en los 60 un equipo de baloncesto femenino.

P: En su libro sobre Orcasitas, Félix López-Rey habla del estigma del barro y de no tener baño. Las madres cogían a sus hijos a caballito para que llegaran al colegio con las zapatillas limpias y había negocios en la carretera para dejar las botas sucias y ponerse unos zapatos…

R: Aquí el estigma era brutal. Vallecas era estigma, pero el Cerro más. ¡Y las katiuskas (botas de agua) eran básicas! Las mujeres del cerro empezaron a trabajar enseguida. Los marianistas les dieron clases de electrónica y se fueron a Vanguard y a General Electric.

P: Habla de la figura de la madre Ángela y de la llegada del Opus Dei al cerro. ¿Cómo convivieron ambos?

R: La madre Ángela fue una monja que llegó a mediados de los 50. Venía de buena familia, con una fábrica de harina, y era un verso suelto. Trabajaba con el Ayuntamiento, la Cruz Roja y con familias que trajeran ropa y medicamentos. Montó un dispensario y empezó a formar a las mujeres en electrónica y peluquería, porque le obsesionaba que las mujeres supieran valerse por sí mismas.

Casitas bajas en la subida al Cerro

Casitas bajas en la subida al Cerro / Museo de Historia de Madrid

El Tajamar era un colegio del Opus Dei en Puente de Vallecas. Se les quedó pequeño, dieron vueltas y se fijaron en un terreno al lado del Cerro. Lo consiguieron por poco dinero y se instalaron allí. Aunque esto no lo cuentan, los del Cerro trabajaban allí como limpiadores. A partir de los 70, cada vez más chicos del cerro van al Tajamar porque sus familias humildes les envían con mucho esfuerzo. Algunas tienen buen recuerdo. 

Había muchos curas marianistas 'obreros', pero ayudando en cosas sueltas, no como la madre Ángela que vivía el día a día del Cerro.

P: Antes ha hablado de la gran cantidad de tejares y fábricas que había. ¿Llegó a haber prosperidad en Vallecas y el Cerro antes de la guerra?

R: Había movimiento pero no prosperidad. En Fuencarral, Chamartín, Canillas, Villaverde hubo gente con tierras que hizo sus industrias. Pío era humilde. Le puedes llamar emprendedor pero para sobrevivir. Sin ambiciones. Vivía con cierta holgura, pero no era rico. 

P: Cuando se expropiaron las viviendas y se hicieron los realojos, ¿no se benefició la familia de Pío por ser propietaria de terrenos y casas?

R: No. Siguieron alquilando hasta el final. Hay gente de 60 años que recuerda que estuvo en pisos alquilados por Aniceta y cómo hasta el derribo iban a su casa a pagar la mensualidad.