Opinión | MADRID CON GAFAS PLURALES

Madrid no es ciudad para viejos

Algo se rompe entre la ciudad y sus habitantes a medida que se soplan velas

Madrid es una ciudad hostil para las personas mayores.

Madrid es una ciudad hostil para las personas mayores. / MARA VILLAMUZA

Cada mañana, y siempre alrededor de las once, una pareja de ancianos sale a pasear por mi barrio. Caminan cogidos de la mano, despacio, con un sosiego que ahora se me antoja inalcanzable, y persiguen los rayos de sol allá donde vayan por las calles de Hortaleza. No hay persona de su generación que desconozca su nombre, pero la edad les pesa tanto que sus coetáneos prefieren inclinar la cabeza sonrientes a frenar una travesía que podría no volver a reanudarse.

Su rutina no sería posible en pleno centro de Madrid. Pongámonos por un momento sus gafas y echemos un vistazo alrededor: patinetes que compiten en velocidad con los coches, ausencia de naturaleza donde resguardarse de las altas temperaturas, inundación de mesas metálicas de los bares en las calles donde antes se extendían largas hileras de bancos. Hordas de turistas. Precios desorbitados de la vivienda. Ruido.

No hace falta llegar a estas edades para darse cuenta de que algo se rompe entre la ciudad y sus habitantes a medida que se soplan velas. Aunque hacer las maletas para mudarse a la capital es la máxima ilusión de muchos jóvenes, después de un par de meses corriendo para no perder el metro su pensamiento vira hacia la misma dirección: "Sí, me encanta Madrid, pero solo estaré unos años por trabajo". Y qué decir de las residencias de personas mayores que no se haya contado ya en este periódico.

Es curioso cómo las personas que han construido Madrid se ven expulsados de ella. Quizás sea el mejor lugar para que la juventud abra su mente y trabaje en su desarrollo profesional, pero su hostilidad urbana hace que no sea una ciudad para viejos.