Opinión | MADRID CON GAFAS PLURALES

Brunch con diamantes por Chamberí

Esta comida de media mañana que aúna el desayuno y el almuerzo en uno irrumpe con fuerza en las agendas de fin de semana de los madrileños, muy lejos de su popularidad en Bilbao

Audrey Hepburn en el papel de Holly Golightly en 'Desayuno con diamantes'.

Audrey Hepburn en el papel de Holly Golightly en 'Desayuno con diamantes'. / EPE

Si Audrey Hepburn se hubiera planteado en uno de estos sábados cualquiera ser “emperatriz de Lavapiés” -como reza el chotis ‘Madrid’ de Agustín Lara-, en vez de aventurarse en aquel Manhattan de blanco y negro, no habría desayunado ‘con diamantes’. Sino que se habría ido de brunch por algún restaurante aesthetic del barrio de Chamberí.

En vez de mordisquear aquellos apetecibles bollos pegada al escaparate del Tiffany & Co de la Quinta Avenida; en Madrid, Holly Golightly –el nombre del personaje de Hepburn en Desayuno con diamantes– habría fantaseado con las joyas del establecimiento de la calle José Ortega y Gasset antes de sentarse, con sus características gafas de sol negras, en una terraza del distrito para degustar esta comida con origen inglés que aúna el desayuno y el almuerzo alrededor de las 12.00 horas.

-Un iced matcha latte, un zumo detox, una tostada con aguacate y huevo poché y un pudding de chía con bayas de maqui, please.

Y ahí, si no fuera por su acento inglés, nadie dudaría si Hepburn es o no “más castiza que la calle Alcalá”. Será porque el brunch también se ha convertido en el deporte más practicado por los madrileños los fines de semana. Sólo superado por el running en el Retiro, el pádel o las clases de Barré (práctica que combina el ballet y el yoga) que han empezado a ofrecer algunos centros del Barrio de Salamanca.

Será por su aire de capital europea, pero en Bilbao, la ciudad con corazón rojiblanco que me ha visto nacer y crecer, y no la céntrica parada de metro que desemboca en su gran glorieta, aún se desayuna y se come a su hora correspondiente. Sí, también los fines de semana. Todavía pocos restaurantes, la mayoría en las proximidades del Museo Guggenheim, se han sumado a esta devastadora ola. Puede que sea porque allí la única síntesis que triunfa con diferencia es el ‘pintxo-pote’, que combina la degustación de una tapa con una bebida (a precios especiales).

Sí, el brunch, esta moda al alza muy instagrameable y poco rentable para el bolsillo – va de los 20 euros a los 30 euros– que aquí, en Madrid, llena todas las agendas y poco a poco comienza a hacerlo, con mayor discreción, en Bilbao. Pero vaticino, sin grandes convicciones, que no sustituirá nunca a las grandes tradiciones. Porque tras una temporada lejos de casa, la primera parada no será un popular brunch por Chamberí, sino unos buenos churros de San Ginés en Madrid y los bollos de mantequilla de las pastelerías Arrese o Suiza en Bilbao. Con o sin diamantes.