Opinión | EL CUERPO EN GUERRA

Escudos antimuertes emocionales

A veces, cuando el cuerpo no puede sentir más dolor, instala una serie de escudos invisibles que impiden el paso de más emociones

La geografía del desconsuelo. Ilustración.

La geografía del desconsuelo. Ilustración. / Pablo García

Jamás pensé que podría acostumbrarme a que hubiera guerra en territorio europeo y, sin embargo, no me ha quedado otro remedio. Ucrania y la inoperancia de la UE. Cuánto les hemos fallado. Eso no quita que siga teniendo presente que, dado mis condiciones físicas, allí habría muerto, especialmente en la primera etapa. Y he tenido que habituarme a vivir con el dolor de saber que todas las Anas enfermas y con dolor y otras patologías complejas habrían muerto en aquellas estaciones de metro resguardadas, sin acceso a medicación, con el frío apoderándose de su cuerpo poco a poco e inmovilizándolas. Supongo que, como ya he tenido que asistir a la muerte de mí misma, de la Ana sin dolor que era, me ha resultado más sencillo asimilar todas las posibles muertes de personas como yo.

Vine a Madrid para estudiar periodismo y ser corresponsal de guerra. Quería ser una aprendiz de Maruja Torres en Bagdad. La vida, la salud y el dinero hicieron que no pudiera ser y he terminado haciendo de cronista de todas las guerras que se libran en el interior de mí misma. No paro de revisar mi blanquitud y tratar de dilucidar por qué no me está doliendo tanto lo de Rafah, Yabalia y el resto de lugares arrasados por Israel, que han acabado con las vidas de miles de niños, mujeres y combatientes. Asesinados de una forma u otra. Allí también habría muerto. Y no me duele tanto como lo de Ucrania. Sigo de cerca el conflicto pero... Hay algo que me tiene bloqueado el dolor por dentro. Anoche descubrí qué era: a veces, cuando el cuerpo no puede sentir más dolor, instala una serie de escudos invisibles que impiden el paso de más emociones. Actualmente los míos están levantados por todas partes porque el dolor del duelo de tu pérdida es tan grande.

Muero de dolor a cada instante que advierto que somos capaces de vivir el uno sin el otro. El divorcio pendiente de firmar aún y... La vida sigue y existimos en universos diferentes sin que el mundo colapse. ¿Cómo es posible, con lo que fuimos? Los dos nos hemos dejado crecer el pelo. Supongo que porque necesitamos vernos distintos. Con tu marcha de casa, se sucedieron varias muertes: la de la esposa que era, la de nuestra unión, la de toda la ilusión que puse en nuestra vida juntos y... Ya no puedo llorar más muertes. No me caben dentro Rafah, Yabalia, Palestina y las que vendrán. Estoy bloqueada emocionalmente para sobrevivir: ni alegría ni dolor, sólo una falsa planicie en mi interior para, con suerte, ser capaz de ponerme de nuevo los zapatos rosas y seguir caminando un día y otro -sin pensar en cuánto bailamos juntos con ellos-, redefiniéndome, reconquistando, reestrenando otras Anas y otras vidas que algún día terminarán por ser ciertas, genuinas, bellas .