Opinión

La actriz porno que condenó a Donald Trump

Donald Trump

Donald Trump / James Gasperotti/ZUMA Press Wire / DPA

Suena delicioso escuchar los arrebatados análisis ante la condena a Donald Trump por 34 delitos en Nueva York, ciudad Demócrata por dos votos a uno. Disfrutamos de nuevo de la gran fiesta de la democracia en la cuna del género, se elogian la insobornabilidad del fiscal que decidió perseguir donde su predecesor se había mostrado renuente, y las dotes interpretativas de un juez Merchan que rima definitivamente con Marchena.

Cuando la somnolencia empieza a interrumpir este festín de vaguedades, en el cerebro adormecido resuenan dos mazazos. Primo, la condena inaugural a un presidente estadounidense se debe al dinero que pagó para silenciar a su amante, un crimen sin duda más horroroso que la matanza de George Bush en el Irak sin armas de destrucción masiva ni Al Qaeda. Secundo, ninguno de los afamados analistas menciona por su nombre artístico o real a Stormy Daniels, la actriz porno que ha condenado al Donald.

Sin ir más lejos, el New York Times amontonaba hasta quince titulares sobre el veredicto en su portada digital. Ni una sola de las piezas mencionaba en su encabezamiento la palabra porno. Tampoco se concedía un mínimo protagonismo a la mujer que desencadenó el escándalo, desaparecida en combate. La dama gris de la prensa no actúa así por machismo, sino por feminismo.

Sería exagerado reseñar que Daniels ha ennoblecido a la pornografía, pero escandaliza más la omisión de esta referencia profesional en el país que ha creado un paraíso de rodajes X a la sombra de Hollywood. Entre otras cosas, por la excelente interpretación de la actriz de adultos durante el proceso celebrado en los juzgados de Manhattan, para escándalo del piadoso juez Merchan. No puede desligarse la letanía de escuchar 34 veces «culpable» del testimonio de la ¿artista? Con el detalle de que su relato se efectuó en el mismo edificio donde se juzgó a Harvey Weinstein.

La mujer que ha doblegado al mayor clown contemporáneo se había ganado nuestro respeto frente al mejor entrevistador del mundo, el Piers Morgan descalificado por los españoles provincianos cuando tuvo la exclusiva de Rubiales. Junto al despiadado periodista inglés, Daniels aportó el ejemplo reconfortante de una víctima que no disfraza el encuentro sexual ni lo enriquece. Una mujer capaz de descalificarse a sí misma por su estupidez, sin culpar a su torpe amante. Y que está amenazada de muerte por los fanáticos de Trump.

La reivindicación de Daniels debe anteceder a los pronósticos electorales. La recaudación de la campaña de Trump se disparó tras las 34 culpabilidades por amaño de cuentas, ante el rubor de la presentadora de la CNN volcada en silenciar el dato financiero. Sánchez debería aprender del presidente estadounidense que las imputaciones desmesuradas redundan en beneficio propio. Y las encuestas más honestas para noviembre reconocen que, entre Biden y Trump, la mayoría de estadounidenses prefieren a ninguno de los dos.