Opinión | EL TRIÁNGULO

Hasta aquí hemos llegado todas juntas

Claudia Sheinbaum ha ganado las elecciones con un 54% de los votos en un país como México en el que son asesinadas más de 3.000 mujeres al año

Claudia Sheinbaum,  ganadora de las elecciones en México.

Claudia Sheinbaum, ganadora de las elecciones en México. / César Rodríguez / Bloomberg

Mientras en Europa se prevé un crecimiento de la ultraderecha, antieuropeísta y sumamente demagoga, México nos brinda una esperanza con el nombre de Claudia Sheinbaum, que ha ganado las elecciones con un 54% de los votos en un país en el que son asesinadas más de 3.000 mujeres al año en una espiral de violencia que durante décadas parecía un mal asumido y contra el cual apenas se luchaba, porque existía cierta impunidad y un marco cultural que entendía el sometimiento de la mujer como una forma de relacionarse y vivir y, sin embargo, han sido esas mujeres, hartas de tanto dolor y miedo, quienes la han aupado al poder y, como ella misma reconoció en la noche de su victoria, «hasta aquí hemos llegado todas juntas». Hay en esa frase la grandeza de quien en más de una ocasión le ha rogado a él que se apee de sus ojos y de su vida para ella poder seguir con la suya.

En México, estoy segura, se va a hablar mucho de la violencia que el hombre ejerce sobre la mujer porque es un dolor insoportable y ahora tienen la oportunidad de reescribir la historia desde otros ojos y con otras políticas que permitan que una niña de 14 años no tenga miedo de ir sola a la escuela ni de que una mujer tenga que ser apaleada a diario porque el tequila se acabó a destiempo, porque hay un tiempo, antes de que llegue el miedo, en el que las mujeres se aprenden de memoria historias sobre amores a los que aún no han visto y así en su soledad aman los nombres de los hombres que no conocen todavía, sueñan con ellos, hasta que descubren que los nombres eran más hermosos que los hombres que los llevan y que son su desdicha y las manos que rajan su cuerpo y los gritos no son escuchados porque nadie los ha querido escuchar, y entonces es preciso recordar que «hasta aquí hemos llegado todas juntas» y todas juntas debemos seguir avanzando para que nadie olvide que la mujer es asesinada por ser mujer, es violada por ser mujer, es humillada por ser mujer, de la misma forma que es amada por ser mujer.

A veces, pocas, pienso en el mundo que será dentro de cien años, en el que yo no estaré, y pienso si acaso las mujeres ya no sufrirán ese acoso y violencia con la que tantas generaciones hemos crecido. Y pienso si quizá cuando se hable de lo que se les hacía a las mujeres por ser mujeres provoque tanto asco en la sociedad que el humo envuelva el pasado quemado de dolores y todas las lecturas se hagan con los relojes en silencio y en paz, felizmente amadas.