Opinión | POLÍTICA Y MODA

El amor en los tiempos del 'lawfare'

Cuando su marido subió al escenario, Begoña Gómez quedó custodiada por Teresa Rivera y María Jesús Montero a las que tomó por los hombros para representar “el apoyo y cariño de la familia socialista” a la que se refirió Pedro Sánchez

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, y su esposa, Begoña Gómez, durante un mitin electoral el pasado miércoles en Benalmádena.

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, y su esposa, Begoña Gómez, durante un mitin electoral el pasado miércoles en Benalmádena. / EFE/ Jorge Zapata

Las comunicaciones epistolares de Pedro Sánchez dirigidas a la ciudadanía son en verdad declaraciones de amor y apoyo a su mujer. Si los románticos nos deshicimos con la primera carta donde escribía “no me causa rubor decirlo, soy un hombre profundamente enamorado de mi mujer que vive con impotencia el fango que sobre ella esparcen día sí y día también”; en la segunda misiva también trasciende el apego que le profesa a su esposa. “Begoña y yo sabemos perfectamente por qué la atacan. Ninguno de los dos somos ingenuos. Lo hacen porque es mi pareja. Ella es una mujer trabajadora y honesta que reivindica su derecho a trabajar sin renunciar a ello por las responsabilidades de su marido”, escribe.

Y este amor que se profesan los tortolitos decidieron escenificarlo el miércoles en un mitin de campaña. Aunque los gestos de cariño en público entre ellos no son nuevos ni tampoco la coordinación de sus estilismos como pareja bien avenida (look tejano para él a juego con los jeans de ella y añadiendo un top rojo socialista); llamó la atención el apego del matrimonio nada más llegar. Estaban sentados juntos, pero Sánchez consideró que los dos centímetros que separaban los brazos de sus sillas era demasiado distancia para un amor como el suyo. Así que se acercó mucho más a su mujer y le alargó la mano. Esta se la cogió como tomarías un salvavidas si te estuvieras ahogando, con las dos manos. El presidente continuaba saludando sin soltarla hasta que una mujer que demandaba una foto (y su brazo para hacer el selfi) lo obligó a despegarse. Fueron solo unos segundos, pero enseguida volvió a por ella. Entrelazaron sus manos sobre la pierna de él (estamos unidos) y cuando una mujer plasta se acercó a saludar, Pedro, como buen caballero, protegió su unión entre sus piernas (muros). Ya no bastaba con enlazar sus manos, también sus brazos (somos uno).

Begoña se dejaba querer y cuidar. Cuando empezaron a vitorear su nombre, se mostró algo tímida (ella que siempre se mueve como pez en el agua en este tipo de escaparates). Sonrió, agradeció con la mano en el corazón y uno de sus pies se adelantó en posición de “quiero irme de aquí”. Sin embargo, optó por buscar cobijo en el hombro de su marido y apoyar su cabeza. Sánchez respondió a su vulnerabilidad envolviéndola y atrayéndola hacia su cuerpo.

Cuando su marido subió al escenario, Begoña Gómez quedó custodiada por Teresa Rivera y Maria Jesús Montero a las que tomó por los hombros para representar “el apoyo y cariño de la familia socialista” a la que se refirió Pedro Sánchez. Algunos esperábamos que el presidente le recitara unos versos a su amada. Pero nada. Más allá del magreo, habrá que esperar a la siguiente circular de Sánchez.

Y si bien es raro escribir cartas en el siglo XXI, sin sello ni sobre y publicarlas en redes sociales, también asombra que un juez cite a declarar a la esposa del presidente del gobierno con un mes de antelación, en plena campaña electoral a las europeas y sin esperar a tomar declaración a los testigos. También extraña que el presidente del gobierno solo se decida a denunciar la guerra sucia cuando afecta a los suyos y callara cuando afectó a tantos otros. En fin, el amor en los tiempos del lawfare.