Opinión | PARECE UNA TONTERÍA
Obras completas
![Jorge Luis Borges.](https://estaticos-cdn.prensaiberica.es/clip/23b967ad-d50a-46a6-8c07-87df8906e76f_16-9-discover-aspect-ratio_default_0.jpg)
Jorge Luis Borges. / Archivo
Por tercera vez, me compré las obras completas de Jorge Luis Borges. Confieso desde ya que no soy muy partidario de leer obras completas, por incómodas: son siempre volúmenes aparatosos, pesados y con la letra más bien pequeña. Pero tener una idea, mostrarse partidario de algo, rara vez me evita actuar en sentido totalmente contrario. «Piensa, y después actúa como si no hubieses pensado en absoluto», sería una especie de tristísimo lema personal. La primera vez que me hice con las obras completas de Borges solo me dio para adquirir el primer volumen, que incluía los libros publicados entre Fervor de Buenos Aires (1923) y El Aleph (1949). Es decir, casi me hice con sus obras completas. Solo un capítulo más de la historia de mis casis. Al mismo tiempo, triste y curiosamente, había ido comprando los libros sueltos y leyéndolos, en ediciones livianas, de bolsillo. Tenía poco dinero, digamos, pero lo gastaba mal.
Cuando me propuse reunir, al fin, todos los tomos de las obras completas, le pedí a la editora Belén Bermejo que me las buscase en la Feria del libro antiguo de Madrid, en el paseo de Recoletos. No había modo de conseguirlas si no era en el mercado de segunda mano. Fue así como las incorporé, en una edición de tres volúmenes, con estuche incluido, a mi biblioteca. Pero el lunes pasé ante una librería de segunda mano en Ourense, y descubrí la edición de Círculo de Lectores, en cuatro volúmenes, publicada en 1992 por cortesía de María Kodama, y me lancé a por ella, otra vez sin pensar. Olía a tabaco y la bordeaba un aire amarillo. Antes de entregármelas, el librero, con mascarilla de tela, se aplicó tres veces gel de mano. Quizás buscase un récord. «No me acerco mucho porque tengo covid», me dijo. Cuánto más querría acercarse, pensé, y luego pagué 36 euros. Justó al salir ya empecé a preguntarme para qué las había comprado. Qué necesidad me había llevado a ese punto una vez más. Antes de llegar a casa, llegué a la conclusión de que lo había hecho para regalarlas algún día. Solo era cuestión de tiempo averiguar a quién.
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