Opinión | EL PULSO DE ESPAÑA

La España sin barrer

Socialistas y populares han firmado por fin un pacto de enjundia que puede ser el último si se impone el qué dirán los socios sobre las necesidades del país

Feijóo y Sánchez

Feijóo y Sánchez / OSCAR DEL POZO

El PSOE sostiene que no dialoga más con el PP porque los populares no quieren. Que les puede el miedo a los reproches de Vox. El PP asegura que no tiende más la mano al Gobierno porque la actitud del presidente y la presión de sus múltiples socios lo hace inviable. El uno por el otro y la casa de todos, España, sin barrer con el cepillo de los ansiados consensos. Así ha sido hasta esta pasada semana, en la que por fin socialistas y populares llegaron a un acuerdo para dejar de vulnerar la Constitución y dotarnos de un renovado Consejo General del Poder Judicial, entre otros asuntos ligados al mundo judicial. Tras cinco años y medio de bochornoso espectáculo político, firmaron un pacto relevante. Uno. ¿Memorable excepción o punto de inflexión?  

Los dos grandes partidos se miran de reojo y calculan con exagerado tacticismo lo que puede ayudarles más o perjudicarles menos en una legislatura de cristal, en la que quien ganó las elecciones no logró después atar la mayoría que necesitaba para gobernar por su connivencia autonómica y local con la ultraderecha y, quien sí gobierna lo hace dependiendo de tantos y tan variopintos socios, de casi todo el arco ideológico, que nunca puede dar por seguro ningún proyecto o iniciativa que tenga en cartera.

Ese tacticismo es el termómetro con el que deciden cómo actúan. No hay estrategia porque no hay una certidumbre mínima para desarrollarla en el ‘political room’ de cada organización. ¿Conviene sembrar acuerdos y recoger resultados y confianza del potencial votante de centro-izquierda o centro-derecha, ávido de acercamientos entre PSOE y PP y administraciones, o es más rentable apostar por posturas extremas que seduzcan a posibles aliados políticos en caso de tener que ir a otras generales de forma abrupta? En eso están socialistas y populares. En eso y en medir si hay o no indicios de que, como públicamente repite una y otra vez el presidente Sánchez, hay legislatura y ejecutivo de coalición “para rato”. ¿Los hay?

La incógnita solo se puede resolver en Cataluña. Allí el socialista Salvador Illa, ganador de los últimos comicios catalanes, busca el apoyo de ERC y el apaciguamiento de Junts para poder hacerse con la presidencia. La amnistía y el compromiso de una financiación singular están ya sobre la mesa. Pero no lo tiene fácil Illa porque Carles Puigdemont también pretende reconquistar el poder, pese a lo enrevesado de sus números y su situación personal. Y los republicanos, desnortados por el varapalo recibido en junio en las urnas, no terminan de decidir qué y quiénes quieren ser en los próximos años. Hay de plazo (legal) hasta finales de agosto para despejar si habrá president o repetición electoral. Y será el plazo en el que también se aclare si Sánchez puede seguir contando con Junts y ERC para mantener su endeble legislatura en España o si él también aprieta el botón de adelanto de las generales.

Es en este contexto teórico en el que socialistas y populares deben decidir si se animan a pactar más tras el CGPJ o si se siguen regando con la “máquina de fango”, como ellos mismos han bautizado a su propia forma de ejercer la gobernabilidad y la oposición.

En caso de que quieran practicar el acuerdo, la lista de asuntos pendientes es tan larga como importante: presupuestos; financiación autonómica y local; una estrategia nacional sobre el agua; atención sanitaria, violencia de género e inmigración; nombre del gobernador/gobernadora del Banco de España; responsables de la Comisión Nacional del Mercado de Valores, de la Comisión Nacional de la Competencia, de la Comisión de Energía, de RTVE…y si colocamos el foco en política exterior podemos recordar que hay dos guerras en marcha, unas elecciones otoñales en Estados Unidos que marcarán el futuro del mundo y una Europa rehaciéndose y renovando instituciones mientras trata de achicar espacio a la vigorosa ultraderecha.  

La lista puede seguir estirándose, por supuesto, pero el tiempo no. PSOE y PP tienen que dibujar ahora su hoja de ruta para las siguientes semanas (recuerden que la incertidumbre provoca tacticismo y arrincona a la estrategia) y perfilar a sus partidos y a las administraciones en las que gobiernan, sin olvidar los equilibrios que deben hacer con propios y extraños en tiempos donde las mayorías nacen de sumas, a veces excesivamente complejas y contradictorias. Ojalá que en esos dibujos no dejen fuera a los ciudadanos y no alimenten, por acción o por omisión, el crecimiento de extremismos nacidos para devorar a las instituciones desde sus cimientos. Ojalá.