Opinión

No lo llames "malversar"

"Malversar" es una palabra molesta, como "tiña", por citar otra que no tiene nada que ver, aunque la malversación no se da cuando hay prurito y la tiña, sí

Carles Puigdemont

Carles Puigdemont / Glòria Sánchez / Europa Press

Se hizo una reforma del Código Penal en diciembre de 2022 en un convoy que transponía en un vagón directivas europeas y disposiciones para adaptar leyes a la UE y en otro, reformas de delitos contra la integridad moral, desórdenes públicos y contrabando de armas de doble uso. Sola, cerca del water y del bar, viajaba una reforma de la malversación hecha para librar a Carles Puigdemont y a otros independentistas catalanes del pago por el coste del procés.

Modificaron algunas consideraciones del delito, que se reduce si no hay beneficio personal, pero deberían haber cambiado el nombre, que es la mejor manera que conocemos de burlar la insoportable pesadez de la realidad. "Malversar" es una palabra molesta, como "tiña", por citar otra que no tiene nada que ver, aunque la malversación no se da cuando hay prurito y la tiña, sí. El vocablo "malversar" avisa: todas las palabra latinas que empiezan por "mal" –"malestar", "malicioso"– empiezan mal y, si no se remedia, lo normal es que mal acaben.

Para la Academia, malversar es apropiarse o destinar los caudales públicos a un uso ajeno a su función. La definición tiene un enunciado objetivo. El sesgo está en sus sinónimos "desfalcar", "defraudar" o "estafar". Por etimología del latín male versatio significa "mal invertido", lo que no lleva automáticamente a "apropiación indebida" o habría que cerrar la Bolsa y darse prisa en detener a algunos de sus corredores.

Para cambiar la tipificación mejor habrían endurecido el nombre y que se castigara el peorversar, hecho para quienes se enriquezcan codiciosamente. La reforma cambia la escala de valores y deja la malversación desinteresada en "regularversación", hombre, no se ponga así, no es para tanto. Uno no es partidario de la apropiación ni del destino de caudales públicos a un uso ajeno a su función, sea para enriquecerse, sea para hacer el pijo, porque la codicia tiene excesivo afán de riqueza y la frivolidad es muy gastiza.