Opinión | PENSAMIENTO PERIFÉRICO

¿Qué persigue Vox?

Con su decisión, Vox renuncia a ser partido de gobierno a nivel autonómico, deja de estar supeditado al PP pero, sobre todo, refuerza su perfil antisistema y puede competir con SALF con mayor libertad

El líder de Vox, Santiago Abascal, durante una rueda de prensa posterior al Comité de Acción Política del partido

El líder de Vox, Santiago Abascal, durante una rueda de prensa posterior al Comité de Acción Política del partido / Eduardo Parra | EUROPA PRESS

Una teoría clásica acerca del comportamiento de los partidos políticos sostiene que estos persiguen diferentes objetivos que no siempre pueden ser satisfechos simultáneamente y se ven obligados a elegir.  Esto es lo que formularon Kaare Strom y Wolfgang G. Müller en su obra Policy, office or votes? How political parties in Western Europe make hard decisions? Según estos autores, los partidos pueden priorizar los puestos en el gobierno, lo que les hará ser proclives a realizar coaliciones, pueden perseguir la realización de políticas públicas en cuyo caso también, pero no siempre, tenderán a formar coaliciones con aquellos partidos con los que con los que están conectados ideológicamente para llevar a cabo políticas coherentes o darán apoyo parlamentario externo a cambio de determinadas políticas,  o, por último, priorizarán la consecución de votos con el objetivo final de controlar el gobierno, algo que de acuerdo con la máxima de Anthony Downs se traduce en la idea de que los partidos formulan políticas para ganar elecciones más ganar elecciones para formular políticas. En realidad, la mayoría de partidos excepto los abiertamente antisistema suelen estar orientados hacia el gobierno, lo cual suele propiciar, aunque no siempre y menos en momentos de elevada polarización como el actual, comportamientos responsables, y el hecho de estar orientados al gobierno los convierte en maximizadores de voto, como paso previo.

A la luz de esta teoría, la decisión de Vox de abandonar los gobiernos de coalición en los que participa en diversas comunidades autónomas como consecuencia de la aceptación por parte del PP, su socio de gobierno, del reparto de menores no acompañados entre las distintas autonomías, algo a lo que Vox se ha opuesto, se podría interpretar como que ese partido tiene como prioridad la realización de su programa político, no en vano siempre ha defendido la expulsión de los inmigrantes en situación irregular y en relación a los menores, y ya en febrero de 2022 presentó una proposición de ley en el Congreso de los Diputados que pretendía el retorno de los mismos a sus lugares de origen. No obstante, el actual acuerdo de reparto de MENAs no es el primero, en octubre de 2023 se suscribió un pacto similar que no implicó la salida de Vox de los gobiernos autonómicos recién constituidos. 

En consecuencia cabe preguntarse qué es lo que ha cambiado desde entonces para que Vox haya reaccionado de una manera tan diferente. Y es básicamente el hecho de que, salvo sorpresas, el ciclo electoral ha concluido. Un ciclo que no solo ha ratificado el estancamiento de Vox a pesar de su acceso a diversos gobiernos autonómicos y sino que se ha saldado en las elecciones europeas con la emergencia de una nueva fuerza, Se Acabó la Fiesta (SALF), un partido abiertamente antisistema, que se ha convertido en su gran competidor. A lo que hay que añadir el hecho justamente esto tiene lugar en un momento en que el PP ha recuperado la capacidad de interlocución y de pacto con el PSOE generando mucha incomodidad a Vox, que sigue sometido a un cordón sanitario por el resto de formaciones y es, por tanto, excluido de cualquier acuerdo.

Con su decisión, Vox renuncia a ser partido de gobierno a nivel autonómico, deja de estar supeditado al PP pero sobretodo refuerza su perfil antisistema y puede competir con SALF con mayor libertad.  Aunque puede suceder que los costes no compensen a los beneficios. El partido está renunciando a numerosos incentivos vitales para el mantenimiento y continuidad de la organización y no está claro que la salida del gobierno no provoque una ruptura interna. De momento ya algunos consejeros así como algunos altos cargos que han decidido no acatar las órdenes de la dirección y han optado por permanecen en sus puestos a título individual. 

Decía al principio de este texto que los partidos tienen diversos objetivos que no pueden ser satisfechos simultáneamente y que han de priorizar. Esos los sistémicos. Otros, la mayoría de nuevos partidos, ahora sucede con Vox y en su día sucedió en Podemos tras la renuncia de Pablo Iglesias a la vice-presidencia del gobierno, se debaten además entre si ser o dejar de ser partidos antisistema. Porque no no es lo mismo estar en el gobierno, actuar institucionalmente y asumir sus decisiones que estar fuera del mismo y agitar la calle. Así, cuando optan por esto último parece claro que ni persiguen puestos en el gobierno ni políticas pública sino votos. El rendimiento que sacan los partidos a esos votos que no producen políticas y no producen gobierno es muy limitado pero paradójicamente el beneficio global que generan es elevado ya que canalizan la protestas y dan estabilidad al sistema. El problema es que quizás para su electorado esa importante función sistémica no sea suficiente.