Opinión

Nico Williams y Lamine Yamal, ejemplos de la España que Vox tanto detesta y que otros amamos

 Plantear que algo tan azaroso, como es el lugar en el que naces y tu DNI, sea lo que te hace digno de recibir un trato humano es maldad en mayúsculas

Lamine Yamal y Nico Williams celebran el gol del segundo ante Inglaterra.

Lamine Yamal y Nico Williams celebran el gol del segundo ante Inglaterra. / / EFE

La primera vez que estuve en Formentera, allá por los 90, fui a curarme de un desamor. Llegué llorando y salí recuperada. Sufrí una versión isleña del síndrome de Stendhal. Formentera no necesita obras de arte porque toda ella es, en sí, una gran obra de arte de la naturaleza. Cuanto menos intervenga la mano humana, mejor. Me quedé en un hotelito con vistas al mar y no tuve que invertir el sueldo de un año en pernoctar en ese paraíso. Ah, qué tiempos aquellos. Desayunaba pan con tomate y a recorrer la isla. Recuerdo las playas del Migjorn, el color del mar y se me encoge el corazón. Allí estaba yo, hace décadas, viviendo mi vida de persona privilegiada con lugar donde dormir por las noches y qué comer cuando el hambre aprieta y hoy es el escenario del desembarco de migrantes que llegan tras días, semanas, meses, años de sufrimiento. Los problemas son una cuestión de perspectiva.

El discurso de los integrantes de Vox hablando sobre los migrantes, planteando que la Armada debería defender este país de sus embarcaciones de madera o afirmando que los menores son violadores parece una parodia de un pensamiento casposo y cruel. Podría llegar a ser gracioso si no fuera porque lo dicen en serio. Plantear que algo tan azaroso, como es el lugar en el que naces y tu DNI, sea lo que te hace digno de recibir un trato humano es maldad en mayúsculas. Si mi familia paterna hubiera recibido ese trato cuando migraron a Venezuela desde Canarias, hoy mis primos no serían emprendedores, cocineros o ingenieros y tampoco habrían formado su propia familia. Ojalá los mensajes de odio al diferente, al que piensa, ama, siente, habla o vive de manera distinta acaben convirtiéndose en un blablablá condenado a su desaparición. La negativa de Vox a ser solidarios, no sólo a nivel humano sino, también, a nivel territorial y negarse a asumir un reparto equitativo de menores migrantes equivale a una omisión de socorro. Gracias, Partido Popular, por no ceder. Gracias, PSOE, por apoyar.

No sé qué es un fuera de juego. Me lo han explicado mil veces y al segundo se me olvida. Tampoco sé si tal o cual jugador juega en tal o cual equipo, pero amo a la selección española. No sólo por haber ganado, que es un subidón, sino por lo que ha significado socialmente. Hombres de toda España conviviendo, compitiendo y pasándolo bien y, sobre todo, las figuras de Nico Williams y Lamine Yamal. Hijos de personas que vinieron buscando algo mejor. Los padres de Nico Williams anduvieron 5.000 kilómetros para alcanzar este país, la abuela de Lamine Yamal trabajó duro para traer a sus hijos. Ellos son el ejemplo de lo que Vox critica y de lo que muchos apreciamos. Familias de migrantes pobres, que se han criado en barrios periféricos, personas catalogadas de vulnerables por los Servicios Sociales, conscientes de sus orígenes y agradecidos de estar donde están. Y nadie como ellos para hacernos saltar durante la Eurocopa, provocar una lagrimilla y hacernos sentir orgullosos de ser quienes somos y como somos.

Somos un país socialmente diverso, que convive, que usa diferentes lenguas y con una periferia orgullosa de su procedencia e idiosincrasia. No es una amenaza. Es una riqueza. Déjennos vivir en paz.